Sophie Love
SI SOLO FURA PARA SIEMPRE
SI SOLO FURA PARA SIEMPRE
(LA POSADA DE SUNSET HARBOR—LIBRO 4)
S O P H I E L O V E
Sophie Love
Como apasionada de toda la vida del género romántico, Sophie Love se enorgullece de presentar su primera serie romántica: POR AHORA Y SIEMPRE (LA POSADA DE SUNSET HARBOR – LIBRO 1).
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Copyright © 2017 por Sophie Love. Todos los derechos reservados. Con excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de los Estados Unidos de 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida de ninguna forma ni por ningún medio, ni almacenada en una base de datos o en un sistema de recuperación de datos, sin el permiso previo del autor. Este ebook tiene licencia sólo para su placer personal. Este ebook no puede ser revendido o regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, por favor compre una copia adicional para cada destinatario. Si está leyendo este libro y no lo compró, o si no lo compró para su uso exclusivo, devuélvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el arduo trabajo de este autor. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginación del autor o se utilizan ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es una coincidencia. Jacket image Copyright Ioana Catalina E, utilizado bajo licencia de Shutterstock.com.
NOVELAS DE SOPHIE LOVE
LA POSADA DE SUNSET HARBOR
POR AHORA Y SIEMPRE (Libro #1)
POR Y PARA SIEMPRE (Libro #2)
PARA SIEMPRE, CONTIGO (Libro #3)
SI SOLO FURA PARA SIEMPRE (Libro #4)
El anillo era más hermoso de lo que Emily recordaba. Una banda de plata retorcida estaba entretejida con un azul similar al océano. Una familia de perlas anidadas juntas. Era precioso, único, y tan completamente perfecto.
Un copo de nieve cayó en la mano de Emily, trayéndola de vuelta al momento. Ella miró a Daniel, todavía sobre una rodilla en la playa, olas negras chocando detrás de él, estrellas titilando en el firmamento, y arena pegándose a las piernas de su pantalón. Las lágrimas brillaban en sus ojos y Emily sintió que sus propios ojos respondían. No podía moverse, no podía estar de pie. La única cosa que quería hacer era aferrarse a Daniel y nunca dejarlo ir.
Le rodeó el cuello con sus brazos y acercó su cuerpo al suyo, besando la piel expuesta de su cuello una y otra vez y luego enrollando sus dedos en su cabello.
–Estoy tan enamorada de ti—susurró.
–Te amo más de lo que las palabras pueden decir—respondió Daniel, sin aliento. Luego, con una pequeña risa, añadió—: Estás temblando.
Emily también se rió, sintiéndose como una niña, despreocupada—. Es por la nieve—dijo.
Finalmente se separaron. Daniel agarró la mano de Emily y la puso de pie.
–¿Deberíamos regresar?—preguntó.
Emily pensó en la fiesta de Acción de Gracias que se celebraba en su posada en este mismo momento. Prácticamente todo el pueblo estaba reunido allí; seguramente la ausencia de ella y Daniel ya se habría notado. Pero ella no quería volver. Todavía no. Quería quedarse aquí con Daniel el mayor tiempo posible en este momento perfecto.
Emily sacudió la cabeza y se frotó la piel de gallina en sus brazos—. ¿No podemos quedarnos aquí un poco más?
Daniel sonrió tiernamente—. Por supuesto. —la envolvió en sus brazos. Juntos se mecían de un lado a otro, como si bailaran con una música que solo ellos podían oír.
–No puedo esperar a decírselo a Chantelle—murmuró Daniel después de un rato.
Al mencionar a la hija de Daniel, Emily sintió una repentina oleada de emoción. La niña se alegraría mucho por ellos. De repente, la idea de volver a la posada parecía mucho más atractiva. Emily quería desesperadamente ver la cara de Chantelle cuando le dieran la noticia. Sería como un final de cuento de hadas para la niña que había tenido un comienzo tan terrible en la vida.
–Vamos, regresemos—dijo Emily, saliendo del abrazo y tomando las dos manos de Daniel en la suya.
–¿Estás segura?—preguntó él.
Ella asintió. Dar la noticia de su compromiso a Chantelle era ahora el mayor deseo de Emily. De repente se sentía segura y orgullosa, y quería que todo el mundo lo supiera. Quería pararse en el paseo de la viuda de su posada y gritar la noticia al otro lado de la ciudad para que todo el mundo pudiera oírla a kilómetros de distancia.
Pero mientras caminaban por la playa en dirección a la posada, Emily sintió que los nervios la empezaban a invadir. Hacer anuncios no era exactamente lo que más le gustaba hacer, y seguramente no habría forma de colarse sin que la gente cuestionara su ausencia. Por no mencionar el anillo. No era nada discreto. Cualquiera que tuviera ojos podía verlo brillar desde una milla de distancia.
Emily no pudo evitar imaginar todas esas caras mirándola, algunas con expresiones de apoyo pero otras críticas. En este momento, su compromiso le pertenecía a ella y a Daniel y a nadie más. Era algo privado, un estado compartido de felicidad. Pero en cuanto dieran la noticia a los demás, abrirían las puertas de ese espacio sagrado a opiniones externas.
Tal vez no sería así en absoluto, pensó Emily mientras avanzaba. Tal vez la gente del pueblo se habría entusiasmado con las mimosas en su ausencia y estarían tan absortos con su bebida, baile y alegría que ni siquiera notarían su regreso.
Llegaron al pequeño camino que llevaba de la playa a la calle donde vivían. Emily subió primero por la orilla empinada, Daniel la siguió. Mientras salía de los árboles hacia la acera, podía ver las luces de la posada encendidas y oír los sonidos de la música y las risas que flotaban en el aire. Las mariposas revoloteaban en su estómago.
–¿Lista?—Daniel preguntó mientras se paraba a su lado.
Emily respiró profundamente. Estaba nerviosa pero también se sentía más segura que nunca, como si pudiera enfrentarse al mundo.
Mano a mano, caminaron lentamente a lo largo del camino, pasando la cochera, que una vez fue el hogar de Daniel, luego subieron los escalones del porche y entraron por la puerta principal de la posada en Sunset Harbor. Inmediatamente, el calor y el brillo los envolvieron. Los reconfortantes olores de la comida de Acción de Gracias – pavo, arándanos, maíz, pastel de calabaza – impregnaban el aire. Emily sintió instantáneamente el amor que fluía a través de la posada.
En ese momento, una sonriente Serena salió del comedor y entró en el pasillo. Cuando vio a Daniel y Emily parados allí, les sonrió a través de sus labios pintados de rojo rubí. Estaba ligeramente sonrojada, y Emily se preguntó si tenía algo que ver con una noche de coqueteo recíproco con Owen, el pianista.
–Hola—dijo Serena, llamando la atención de Emily—. Me preguntaba adónde se habían ido.
Emily y Daniel se miraron tímidamente. Atrapados con las manos en la masa.
Emily descubrió que de repente se le trabó la lengua, como una niña traviesa que debía confesar que robó galletas del tarro. Miró a Daniel para pedirle ayuda, pero él se veía peor que ella, con una expresión de ciervo con los faros en la cara.
Serena frunció el ceño. Luego entrecerró los ojos sospechosamente y una pequeña sonrisa apareció en sus labios. Claramente ella podía decir que estaban tramando algo.
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