A medida que la relación avanza, empieza a salir toda la insatisfacción dirigida hacia la víctima. En los próximos capítulos detallaré cómo se da este ciclo, llamado: el ciclo de abuso narcisista.
En el fondo de toda persona con rasgos altamente narcisistas existen un gran vacío e inseguridad mezclados con una necesidad de admiración y de constante validación. El narcisista no ve a su pareja como un ser humano, sino como una fuente de energía, un objeto que le sirve para conseguir algo. De hecho, son devoradores de energía, de brillo y de autoestima.
Algunos, buscan emparejarse con personas cuyas características personales, sociales o físicas le supongan un incremento de admiración de los otros hacia él, como si fueran poseedores de un trofeo. Otros, se vinculan con personas que consideren débiles emocionalmente y con baja autoestima para poderlas pisotear y así alcanzar un sentimiento de grandeza y superioridad a través del constante pisoteo hacía su víctima. Sea como sea, el objetivo de todo narcisista es succionar la energía del otro.
Los narcisistas sí se enamoran, pero no logran amar, son incapaces de conformar verdaderos vínculos.
En mi libro Una cita contigo misma , en el capítulo 17, hablo sobre la diferencia entre el enamoramiento y el amor. Recuerden que enamorarse y amar son dos cosas distintas; el enamoramiento es lo que ocurre en la primera etapa de toda relación, es instintivo y apasionado, es esa necesidad de querer descubrir algo, tiene elementos de fantasía e idealización, es una emoción, es querer conquistar al otro. Y hasta ahí llegan los narcisistas, porque una vez te conquistan, pierden el interés y se estrellan con la cruda realidad: que eres un ser humano con cualidades y defectos, y no eres exactamente lo que se han construído en su cabeza rígida y emocionalmente inmadura.
Amar es otro tema. Cuando acaba la etapa de enamoramiento viene el amor o desamor. En el caso del amor, es una construcción basada en lo compartido y vivido. Amar implica un verdadero compromiso, es tener la capacidad de elegir a esa persona, con lo bueno y lo malo. Yo siempre lo describo así: «Amas a esa persona cuando un día te levantas enojada con ella, pero aún así la eliges, porque sabes que tu enojo es pasajero y le quieres por encima de dicha emoción».
Tal fue el caso de Teresa, una mujer muy profesional y reconocida en la rama de la medicina. Durante cinco años, estuvo en una relación de ensueño con su expareja Bernard, un reconocido empresario que en sus tiempos libres disfrutaba de tocar música… en fin, un narcisita encubierto.
Teresa decía entre lágrimas: «no entiendo qué ocurrió. Estoy traumatizada, recuerdo cuando nos conocimos, fue atracción instantánea, desde el día uno fuimos inseperables, nunca me soltó, todos los días nos veíamos, incluso debo reconocer que nos mudamos juntos bastante rápido. Desde la segunda semana saliendo me decía que debíamos tener un hijo juntos.
»Él me decía que me admiraba mucho por mi belleza, inteligencia y profesionalismo, que le encanta que siempre lo reconocieran como mi pareja. Juntos construímos una relación hermosa, pero todo cambió en el momento en que decidimos tener un hijo. Fue como si pasara de ser un príncipe azul a un cruel y apático.
»Cuando me convertí en madre, mostré mi lado más frágil, sensible y humano. Por primera vez, necesitaba cien por ciento de su comprensión, apoyo, cuidado e incondicionalidad. Pero él simplemente no lo soportó. Desde el tercer mes de vida de nuestra hija me decía que destetara, que estaba harto de que estuviera cansada. No soportó verme físicamente desgastada, emocionalmente revolucionada, entregada instintivamente a otro ser: a nuestra hija.
»Fue ahí cuando Bernard me fue infiel con una amiga en común, y a la primera pelea se fue sin dudar de la casa. Nos dejó a mí y a mi hija, de apenas seis meses, enfermas, con un virus estomacal, para irse de viaje con su amante. Todavía recuerdo mi angustia en urgencias, me sentía sola y abandonada. El día que regresó de su viaje de placer, sin yo saber lo que estaba ocurriendo, me dijo con una mirada fría, despectiva y arrogante: “Teresa, te has convertido en un obstáculo para mi carrera artística, ya no te amo”. Ahí comprendí que no había nada que hacer. Entendí que él no tenía la verdadera capacidad de comprometerse con lo que conlleva ser cabeza de familia, tener un hijo y construir un hogar… y mucho menos iba a empatizar con lo que es ser humanas y enfermarnos…. Después de esa discusión se fue de casa, más nunca regresó y corrió a mudarse con su nueva pareja. Nunca pidió disculpas y sé que jamás lo hará. Su ego, superficialidad y vanidad jamás se lo permitirán».
El gran problema con los narcisistas es que en un principio son muy enamoradisos, pero no logran conformar una verdadera relación basada en el compromiso, reciprocidad y en aceptar lo bueno y lo malo (el paquete completo). Su reflejo en el otro tiene que ser nítido y de acuerdo a como él o ella lo necesitan o desean. Cuando la víctima del narcisista muestra vulnerabilidad, humanidad, lo bueno y lo malo, el narcisita se bloquea y desarrolla repulsión, rabia y desprecio.
Cuando dejas de encajar en la imagen rígida e idelizada que construyen de ti, se transforman en seres impenetrables con sus sentimientos e incapaces de un compromiso afectivo certero. Su incapacidad de amar se ve reflejada en terror al compromiso y a la intimidad, en la destrucción de todos los buenos momentos, y lo que en principio parecía una persona llena de sentimientos, se revela con enormes carencias afectivas y de relación de pareja. Al sentir que son puestos en duda, cuando ven que su reflejo ya no produce la ansiada admiración, caen en el desencanto, la depresión, las dudas sobre sus sentimientos y, por último, en el maltrato y abandono.
En Una cita contigo misma , describo punto por punto cómo se puede detectar a estos criminales emocionales y cómo evaluar si se está siendo víctima del abuso narcisita.
A continuación les refresco:
Los narcisitas son como un Doctor Jekyll y Mr. Hide. Existen distintos tipos de narcisistas. Aunque todos comparten las siguientes características:
* Muchos poseen un gran encanto, pero solo en un nivel superficial: son las típicas personas con el complejo de Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Cuando están expuestos en público son carismáticos, agradables, encantadores, alegres, coquetos, amables, educados, muchos son hasta «el alma de la fiesta», pero conforme los vas conociendo en profundidad son terroristas emocionales, agresivos, criticones, despiadados, burlones, llenos de ira, despectivos y explosivos.
* También existen lo que no son tan carísmaticos. A estos se les llaman los narcisistas encubiertos porque no sacan su veneno a la primera. En un principio se muestran humildes, sensibles, introvertidos, con un toque de intelectualidad y misterio seductor. Este tipo de narcisista puede pasar meses e inclusive mucho tiempo mostrando una linda fachada, para disociarse de repente en el momento menos esperado.
* Tienen un autoestima muy baja, que de una u otra forma disfrazan con actitud grandiosa y extraordinaria. Son exagerados y necesitan que se les celebre todo, y si no reciben dicha validación estallan de la frustración.
* Siempre andan en busca de estimulación: por algo son provocadores por excelencia. Tienen una necesidad excesiva de producir momentos melodramáticos, intensos y llenos de excitación, ya sea con experiencias positivas o negativas. Con ellos no hay puntos medios, todo se siente como una montaña rusa. Los altos son muy altos y los bajos son muy bajos.
* Son mentirosos patológicos: viven en un mundo de pantalla e idealizaciones. Por lo tanto, se ven obligados a mentir compulsivamente. Tapan una mentira con otra y cuando se les descubre tienden a responsabilizar a esa persona. Frases como: «si hice lo que hice, fue porque me llevaste a que lo hiciera», forman parte de su repertorio de excusas.
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