Omraam Mikhaël Aïvanhov - La nueva tierra (Métodos,ejercicios,oraciones)

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La nueva tierra (Métodos,ejercicios,oraciones): краткое содержание, описание и аннотация

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He aquí reunidos en este volumen, un cierto número de ejercicios sencillos y eficaces que Omraam Mikhaël Aïvanhov ha indicado a través de sus conferencias, como respuesta a la necesidad de métodos que tanto se hace sentir actualmente en la vida espiritual. Unos conciernen a ciertos aspectos concretos de la vida cotidiana, mientras que otros a determinadas actividades puramente espirituales. Todos estos métodos proceden de la tradición iniciática, cuya preocupación principal es la venida de lo que las Escrituras llaman «un nuevo cielo y una nueva tierra…», es decir, un cambio en las mentalidades y en las costumbres.

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La alimentación de los cuerpos sutiles

Alimentarse es, ante todo, retirar conscientemente de la comida los elementos que entrarán como materiales en la construcción de nuestro cuerpo físico. Pero, puesto que el hombre no está formado solamente por un cuerpo físico sino que posee otros cuerpos más sutiles, se plantea la cuestión de cómo alimentar esos cuerpos sutiles, los cuales, a menudo están sub-alimentados a causa de su ignorancia.

En efecto, si todos saben más o menos qué alimento deben dar a su cuerpo físico, pocos saben cómo alimentar a los otros cuerpos: el cuerpo etérico (o cuerpo vital), el cuerpo astral (sede de las emociones) y el cuerpo mental (sede del pensamiento).*

*Sobre cada uno de esos cuerpos encontraremos explicaciones en las primeras conferencias del tomo 2.

l. El cuerpo etérico

Es necesario masticar bien los alimentos, pero la masticación es para el cuerpo físico. Para el cuerpo etérico hay que añadir la respiración. Por eso, mientras coméis, debéis pararos de vez en cuando y respirar profundamente a fin de permitir al cuerpo etérico retirar de los alimentos las partículas más sutiles. Sólo la respiración profunda permite este proceso. Pero si estamos hablando o discutiendo mientras tragamos el alimento rápida y automáticamente, el ritmo respiratorio correcto es perturbado, las reacciones físico-químicas no se realizan con normalidad, y de ahí se derivan pesadeces y malestares que prueban que no hemos comido correctamente. Para alimentar el cuerpo etérico, debemos también, por lo tanto, comer en silencio.

2. El cuerpo astral

Dado que el cuerpo astral se alimenta de sentimientos y emociones que están hechos de una materia todavía más sutil y elevada que las partículas etéricas, podemos alimentarlo teniendo sentimientos de amor hacia esos alimentos que han sido preparados en los talleres del Señor. Cuando el cuerpo astral ha absorbido todos esos elementos, existen todas las posibilidades de que suscite sentimientos de calidad muy elevada: el amor hacia todos los hombres, la sensación de ser feliz, de estar en paz y en armonía con la naturaleza.

Cuando vuestro cuerpo astral ha recibido su alimento, sentís una gran sensación de bienestar, os sentís generosos, y si se trata de arreglar cuestiones importantes, os mostráis tolerantes, pacientes, benévolos, sabiendo hacer concesiones. Por el contrario, si el cuerpo astral no ha sido alimentado porque habéis comido gruñendo, criticando a los otros y enfadándoos, os manifestáis enseguida con acritud, nerviosismo y parcialidad, y si tenéis problemas difíciles de resolver, la balanza se inclina siempre hacia el lado negativo e injusto. A continuación buscaréis disculpas, diciendo: “¿Qué quieres? No puedo hacer nada, estoy nervioso...” Para calmaros compraréis medicamentos en la farmacia, pero continuaréis sintiéndoos nerviosos mientras ignoréis que la forma de comer es de una importancia extrema para vuestro buen equilibrio físico y psíquico.

3. El cuerpo mental

Para alimentar a su cuerpo mental el discípulo se concentra sobre los alimentos, cierra los ojos y ni siquiera mira a sus vecinos para concentrarse mejor. Él sabe que los alimentos son una carta de amor enviada por el Creador e intenta leerla interiormente. Los alimentos representan para él una manifestación de la Divinidad y, por lo tanto, se esfuerza por pensar en ellos desde todos los puntos de vista. Se pregunta de dónde vienen, qué contienen, cuáles son las cualidades que les corresponden, qué entidades se han ocupado de ellos. Porque el discípulo sabe que hay seres que trabajan sobre cada planta, sobre cada fruto, y que si éstos crecen y maduran en una época determinada, es a causa de ciertas influencias planetarias. Su espíritu, pues, está ocupado en todas esas reflexiones y medita profundamente. Así, su cuerpo mental se nutre y retira de los alimentos elementos superiores a los elementos del plano astral, obteniendo de ellos la lucidez, la claridad y una penetración profunda en la vida del mundo. Después de una comida tomada en tales condiciones, deja la mesa con una comprensión tan luminosa que es capaz de llevar a cabo trabajos intelectuales muy profundos.

4. Los cuerpos causal, búdico y átmico

Más allá de los cuerpos etérico, astral y mental, el hombre posee otros cuerpos todavía más sutiles: el cuerpo causal, el cuerpo búdico y el cuerpo átmico, y esos cuerpos también deben ser alimentados. ¿Cómo? Después de haber respirado, después de haber comido los alimentos con amor, después de haber meditado sobre ellos, el Iniciado se deja penetrar por un sentimiento de reconocimiento hacia el Creador; gracias a estos alimentos llega incluso a realizar una verdadera comunión con Él. Es así como alimenta sus tres cuerpos superiores, y llega al éxtasis.

No comer nunca hasta la saciedad

Todos sabéis que no hay que comer exageradamente. Sí, no hay nada peor que levantarse de la mesa harto, saciado, porque nos volvemos más pesados, nos materializamos. Pero lo que seguramente no sabéis es que el hambre prolonga la vida, la refuerza, la mejora. Si dejáis la mesa con un ligero apetito, dais un impulso a vuestro cuerpo etérico, el cual intentará entonces atraer y captar otros elementos de la atmósfera que nos rodea. Podéis llamar a esos elementos, si así lo queréis, vitaminas, hormonas etéricas... El cuerpo etérico encuentra esos elementos y los absorbe, tanto es así que, unos minutos más tarde, no solamente no tenéis ya hambre, sino que además os sentís más ligeros, más despejados, más capaces de trabajar. Mientras que si continuáis comiendo sin tener hambre, por el simple placer de comer (como suele hacer tanta gente en las reuniones, los banquetes, etc...), enseguida os sentiréis pesados e incapaces de trabajar.

Si coméis demasiado, provocaréis en vosotros una sobrecarga, y el cuerpo etérico se fatigará, se agotará, impedido en sus funciones. Entonces, los indeseables del plano astral que han visto esta abundancia de comida expuesta como en un festín, llegan para tomar parte en ella. Por eso, poco después, sentís de nuevo un vacío y deseáis volver a comer para llenar ese vacío... Pero entonces, los indeseables vuelven otra vez... Es así como os convertís en un cebo magnífico para los hambrientos del plano astral inferior que vienen a deleitarse a vuestra costa. El universo entero está lleno de criaturas de todo tipo que los Iniciados han clasificado en categorías determinadas y que a menudo se mezclan en la existencia de los humanos; y es así como se explican cierto número de fenómenos y acontecimientos extraordinarios que resultan inexplicables para los hombres de ciencia contemporáneos. Por lo tanto, para no convertirse en presa de los indeseables, jamás hay que sobrepasar los límites ni hacer comidas demasiado copiosas.

Los alimentos nos aportan la vida eterna – El significado de la bendición

Observaos en el momento de comer y constataréis cuál es vuestro grado de evolución. Si no tenéis respeto para con el alimento que Dios os ha enviado, ¿hacia quién lo tendréis? Cuando respetéis los alimentos comprenderéis las palabras de Jesús: “Tomad y comed, porque ésta es mi carne; tomad y bebed, porque ésta es mi sangre…” y “El que coma mi carne y beba mi sangre, tendrá la vida eterna...”* Este alimento ya está bendecido y consagrado por el Creador, y la prueba está en que nos da la vida. Dios está en el alimento bajo la forma de vida. No creáis que este alimento tiene necesidad de la bendición de los hombres para dar vida, porque antes de que los hombres bendigan los alimentos, éstos ya lo están por el Cielo. Dios es la vida, y desde el momento en que los alimentos nos aportan la vida, es que ellos contienen a Dios.

Diréis: “Pero entonces, ¿no debemos bendecir los alimentos antes de la comida?” Sí, debemos bendecirlos, pero debéis saber primero qué es esta bendición y para qué sirve. Una bendición es una especie de ceremonia, un rito mágico. Por medio de las palabras, los gestos y los pensamientos de la persona que pronuncia la bendición, los alimentos son impregnados, penetrados y envueltos por emanaciones, por fluidos que los preparan para entrar en armonía con los que deben consumirlos. De esta forma se crea un contacto, una adaptación a nivel de los cuerpos sutiles, lo cual permite al hombre recibir mejor los elementos benéficos contenidos en estos alimentos. Sin embargo, la bendición humana tiene poderes limitados. Si fuese tan fácil de introducir la vida divina por medio de una simple bendición humana, podríamos bendecir un trozo de madera, de metal o una piedra, y comerlos. Si bendecimos piedras, maderas o metales, introducimos en ellos un cierto grado de vida, pero esta vida no puede alimentar a los humanos; puede tener otros efectos sobre ellos, pero no alimentarlos.

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