Luis Carlos Villamil Jiménez - Colombia y la Medicina Veterinaria contada por sus protagonistas

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Colombia y la Medicina Veterinaria contada por sus protagonistas: краткое содержание, описание и аннотация

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Hablar de medicina veterinaria en Colombia requiere un conocimiento sobre los aspectos que marcaron el ambiente político y social desde la Colonia hasta nuestros días, y este libro introduce al lector en los hechos, las tendencias, los logros y las dificultades de los pioneros y de los actores que hicieron posible el inicio de la veterinaria durante el siglo XIX, así como de los responsables de los complejos escenarios del siglo XX, quienes afrontaron la formulación de políticas, la gestión institucional en los ámbitos nacional e internacional y gestaron el desarrollo de la academia y la investigación.Lo mejor de este libro es que, empleando un estilo ameno y sencillo, nos contextualiza, a través de sus capítulos, y presenta a Colombia en el centro de los sucesos. Además, ofrece la posibilidad de disfrutar episodios inéditos que le imprimen originalidad cuando muestran el devenir de la escuela veterinaria a través del testimonio y la vida de los protagonistas. En últimas, la obra es una lectura imprescindible para las futuras generaciones de médicos veterinarios comprometidos con su profesión y con los nuevos enfoques que respondan a las expectativas y demandas de la sociedad.

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Hacia 1832, en aras de difundir (sin mucho éxito) los avances de la primera revolución agrícola y desarrollar lo que se denominó la industria agrícola, Rufino José Cuervo fundó El Cultivador Cundinamarqués, y se estableció la Sociedad Democrática de Cultivadores y Artesanos con la publicación del periódico El Labrador y El Artesano en 1839.

A pesar de los conflictos civiles de la época, en 1871 se creó la primera entidad gremial del sector rural, la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), bajo la dirección del general Rafael Uribe Uribe y Salvador Camacho Roldán, quienes figuran en la historia como impulsores de la economía y la educación agraria (Gracia, 2002; Reyes et al., 2004).

La SAC constituyó la organización pionera que lideró las actividades gremiales y estuvo relacionada con el nacimiento de las hoy profesiones del sector agropecuario. Su objetivo fundacional fue el de promover el adelanto y defender, por medio de la discusión pública, los intereses de los agricultores. Tenía como objetivos el intercambio de semillas, el mejoramiento de las razas animales y la promoción de las escuelas agrícolas. Propuso la edición de un órgano de difusión: El Agricultor, publicado entre 1873 y 1901, con el propósito de estudiar el estado de la agricultura y la ganadería, los obstáculos para su desarrollo, las instituciones que debían protegerla, los progresos que se hicieran y los adelantos que pudieran aclimatarse en el país (Gracia, 2002).

El Agricultor, la Gaceta Agrícola (Cartagena) y la Escuela Agrícola de Cundinamarca fueron los únicos periódicos especializados en temas agropecuarios en la segunda mitad del siglo XIX (Bejarano, 1985).

Educación para el agro. Iniciativas y dificultades

Durante el siglo XIX no hubo en Colombia un pensamiento claro acerca de las ciencias agropecuarias (agronomía y veterinaria), tampoco innovaciones; lo que se observa es la preocupación persistente pero infructuosa, por reproducir los elementos de las dos revoluciones agrícolas y sus formas de difusión hasta la Guerra de los Mil Días (Bejarano, 2011). La hacienda, la agricultura práctica que apuntaba a conformar hábitos rutinarios en la cría de animales y el establecimiento de los cultivos; la aparición de los periódicos para el agro desde comienzos del siglo XIX; la introducción de pastos y el uso del alambre de púas, complementaron las acciones de difusión masiva sobre los oficios, prácticas y saberes, roturando el terreno para la conformación de las primeras escuelas vocacionales de agricultura. Su demanda se sustentó en las acciones de difusión masiva de efímeros periódicos en las provincias facilitados por los párrocos rurales, abriendo el camino para la aparición de las primeras escuelas profesionales, donde las ciencias naturales y sus aplicaciones para la agricultura, la ganadería y la minería constituyeron la base de los inicios, ante el enorme potencial del trópico, las expectativas de los gobiernos de turno, la exportación y el consumo local.

“Los estudios superiores para el agro no estaban en el ideario de los jóvenes de la ciudad; el campo y sus trabajadores eran considerados inferiores; las instituciones educativas no contaban con dolientes que representaran alto nivel científico, ni sus instalaciones eran adecuadas; la utopía de un país que adoptara los logros de la segunda revolución agrícola era lejana”; no obstante que en el ámbito mundial era un hecho y que la veterinaria y la agronomía se nutrían de la ciencia básica y aportaban desde la investigación soluciones a los problemas sanitarios y productivos (Restrepo, Arboleda y Bejarano, 1993).

En 1874, José Eustorgio Salgar, gobernador de Cundinamarca, presentó a la Asamblea la iniciativa para crear una institución que se encargara de la enseñanza de las técnicas agropecuarias. Se creó la Quinta Modelo de Aclimatación de la Escuela Agrícola de Cundinamarca, primera institución dedicada a la formación técnica agropecuaria, cuyas actividades se centraron en la producción rural mediante la introducción de semillas, animales reproductores, instrumentos de labranza y otros elementos requeridos para la enseñanza teórica y práctica. Tuvo su órgano de divulgación: La Escuela Agrícola, que reemplazó temporalmente al periódico de la SAC, pero la revolución de 1876 truncó las actividades de la escuela (Gracia, 2002).

A mediados del siglo XIX se incrementó el interés por las ciencias naturales y aparecieron instituciones científicas: en 1867, la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, con sus escuelas superiores de Ciencias Naturales, Ingeniería, Jurisprudencia y Medicina; en 1873, la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales de Bogotá, y en 1887, la Academia de Medicina de Medellín. También se imprimieron varias publicaciones: la Revista Científica e Industrial (1871-1872), los Anales de la Universidad Nacional (1868-1880), los Anales de Instrucción Pública (1880-1892), El Agricultor (1873-1901) —obra que perduró a pesar de los conflictos y limitaciones propios de la época, sin duda porque el anhelo por el establecimiento de educación para el sector agropecuario así lo ameritaba—, y la Revista Médica (1873-1924). Los interesados en la ciencia tenían un espacio para sus escritos en el joven país (Obregón, 1989). De acuerdo con Melo (1989):

Hacia 1880 estaba adquiriendo prominencia un empresario rural y urbano más ilustrado que el terrateniente tradicional, partidario del progreso técnico, dispuesto a ensayar nuevos cultivos y nuevas formas de actividad productiva. Dichos empresarios vinculados también a la política, parecían dar más importancia a la apertura de haciendas, la formación de bancos, el desarrollo de las vías de comunicación, la siembra de café, que a la satisfacción de ambiciones de empleo a costa del presupuesto nacional. Es posible que el sector de comerciantes liberales que adquirió tierras a consecuencia de las grandes reformas de mediados de siglo tuviera que ver con la expansión de esta nueva mentalidad empresarial; ideas similares se extendieron entre los propietarios conservadores antioqueños o fueron promovidas por algunas de las familias de inmigrantes recién llegadas al país. En todo caso, este sector de la clase dirigente se estaba desarrollando en el seno de ambos partidos, y sus intereses no estarían servidos sino con el establecimiento de un acuerdo político que estableciera un mínimo de unidad nacional, consolidara el orden público y diera prelación los problemas prácticos sobre los agudos enfrentamientos ideológicos que habían dominado hasta entonces. (Melo, 1989, párr. 13)

Por medio de los decretos 337 y 636 de 1878 se autorizó la organización del Departamento de Agricultura, con el fin de adelantar estudios sobre el estado de la agricultura y la ganadería; introducir plantas y semillas nuevas para distribuirlas y procurar su aclimatación; hacer publicaciones en los periódicos; establecer relaciones con sociedades agrícolas de otros países, y formar una nueva biblioteca nacional de agricultura. En este contexto se fundó, en 1879, el Instituto Nacional de Agricultura.

Su primer director fue el médico Juan de Dios Carrasquilla, estudioso de las ciencias agropecuarias. Allí se formaron los primeros profesores a cuyo cargo estuvo la divulgación de los principios científicos para el mejoramiento y el desarrollo de la producción agropecuaria (Gracia, 2002). Fueron varias las publicaciones realizadas: Conferencias de Agronomía (1884), Tratado General de Agronomía (1890) y Lecciones de Agricultura para las Escuelas de Colombia (1894).

Durante 1882 se estableció el estatuto orgánico del nuevo instituto. El plan de estudios incluyó, para el tercer año, las materias de fitotecnia y zootecnia, y para el cuarto veterinaria, ingeniería rural, economía rural e industrias agrícolas; los espacios académicos de química, física, botánica y zoología se estudiaban en los dos primeros años.

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