Miguel Ángel Quesada Pacheco - El Español de América

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El Español de América, de Miguel Ángel Quesada Pacheco, es un libro de texto que aborda las variaciones fonéticas, morfosintácticas, léxicas y dialectales de la lengua española hablada en América, en el cual se condensan, desde una perspectiva novedosa y sistemática los últimos estudios sobre la materia, sin dejar de lado aspectos históricos referentes a la implantación del castellano en el Nuevo Mundo.

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Gagini continúa proponiéndole a Palma divulgar esta propuesta en la prensa del Perú, «para oír luego la opinión de los gobiernos, sin cuyo concurso carecería de base sólida el proyecto» (Quesada Pacheco, ubi supra). Pero ni la Academia ni el Diccionario de americanos vieron la luz. ¿A dónde, pues, fueron a escorar todas estas ideas?, ¿dónde quedaron esas buenas intenciones? El mismo Ricardo Palma nos da la respuesta en una carta del 14 de marzo de 1903, escrita a Carlos Gagini:

En 1898 se lanzó mi idea en periódicos de México, Buenos Aires, Bolivia, Venezuela, Chile y otras repúblicas; pero me convencí de que por ahora el pensamiento es irrealizable, no porque lo estimen errado, sino por que no hay verdadera confraternidad americana. Contar con los gobiernos por ahora no es posible. La politiquilla los absorbe por completo. Agregue U. que de nación a nación hay quisquillas [...] Los momentos no son todavía precisos para echar a los cuatro vientos el propósito de usted. (cit. por Quesada Pacheco 1989: 204).

Respecto del caudal de voces que debería ser aceptado por la Real Academia, el filólogo Miguel de Toro y Gisbert (1912: 2-3) opina lo siguiente:

Conviene sí, unificar y sobre todo reducir el léxico demasiado copioso del español de América. Pero debe presidir a dicha unificación un criterio harto más liberal que el de algunos de sus censores. Conviene decidir que se exprese con la misma voz una misma cosa en toda América y, a ser posible, en España y en América, para que se entiendan prácticamente entre sí pueblos que teóricamente tienen la misma lengua. Conviene que se establezca una sola forma ortográfica para cada palabra. Pero no implica esto que se adopte como norma del vocabulario americano el del Diccionario de la Academia, que en infinitos casos adolece de los mismos defectos.

Y Carlos Gagni se expresa de la siguiente forma:

Un ejemplo ilustrará mejor mi idea: supongamos que un animal recibe un nombre diferente en cada país; el Diccionario los registrará todos, pero dará la preferencia al más extendido o más exacto, y este término será el que se enseñe como castizo en todas las escuelas americanas, perfiriéndolo al nombre local. De esta manera se logrará al cabo uniformar el habla de estos pueblos, facilitando así su comercio intelectual y sus relaciones. (Quesada Pacheco, ubi supra).

Por su parte, el filólogo argentino Ernesto Quesada en 1898 se pronuncia en contra de sus colegas americanos y dice:

¿Quiere decir esto que convenga formar un Diccionario de americanismos y tremolarlo como pendón batallador frente al Diccionario de españolismos? Gravísimo error fuera sostener tesis semejante, de suyo extraviada y perniciosa. (Quesada 1898: 48).

En cuanto a la idea de un congreso americano, Quesada (1898: 43) acota:

De todas maneras, parece prematura la idea de un congreso lingüístico hispano-americano: la cuestión no está aún bien dilucidada, y los estudios de detalle sobre los diversos regionalismos no han sido todavía sometidos a un estudio científico de conjunto. Pero es indudable que tendrá esa que ser la solución definitiva, pues la sola autoridad de la Real Academia Española difícilmente podrá resolver por sí el problema, corriendo peligro de ahondarse la anarquía de la lengua.

De esta manera, y en medio de un mar de discusiones y distintos pareceres, América se abre al siglo XX sin Academia Americana, sin Congreso y sin Diccionario propios. {10} Конец ознакомительного фрагмента. Текст предоставлен ООО «ЛитРес». Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес. Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом. Habrá que esperar décadas para ver colmados en parte los sueños de los filólogos decimonónicos y ver materializados sus deseos.

Tercera etapa (siglo XX):

el español americano visto por los lingüistas

El siglo XX se inicia con una generación de gramáticos hispanoamericanos que había ya tenido contacto con diversas ramas de la lingüística del momento, como la gramática comparada e histórica, y la dialectología, con lo cual entran en conflicto total con las ideas puristas del siglo XIX. En primer lugar, rechazan la idea de la gramática como arte de hablar correctamente y adoptan la idea de que es una ciencia. En segundo lugar, tomaron conciencia de la importancia de la lengua hablada en América, rechazada y condenada, ni siquiera tomada en cuenta por la mentalidad decimonónica. Roberto Brenes Mesén, un gramático costarricense educado en Chile, regresa a su país y escribe:

La lengua de un pueblo, de una raza, es el instrumento social por excelencia; los fenómenos que se operan en esa lengua son fenómenos sociales; no se rigen, por lo tanto, por un conjunto de reglas, a veces absolutamente arbitrarias, sino por leyes de carácter más o menos general, según la importancia de los fenómenos; los cuales no son inmóviles, sino antes bien, variables, en conformidad con las necesidades del pueblo o de la raza que habla la lengua. (Brenes Mesén 1905: XV).

En tercer lugar, los filólogos introducen la historia de la lengua como un aspecto importante para comprender el mecanismo lingüístico y, como se puede observar en la cita anterior, descubren la importancia de la variación dialectal, social y sicológica del fenómeno lingüístico. Por consiguiente, la misión del filólogo no es ahora prescribir ni reprobar, sino describir y explicar. Además, asumen el español como lengua materna y no como un idioma tomado en préstamo, y cuya única variante de prestigio era el dialecto peninsular. Además, los filólogos se declaran en contra de la idea del resquebrajamiento lingüístico de América (cfr. M. L. Wagner 1920). Están asimismo en contra de la idea de la corrupción lingüística y a favor de la amplitud, del enriquecimiento de la lengua mediante la incorporación de nuevos vocablos. La lengua está en continua transformación y no se puede fijar en unas cuantas reglas. Por lo tanto, el gramático pasa de legislador a observador (Brenes Mesén 1905: XIV). De esta forma, los filólogos se interesan por la lengua popular; sin embargo, muchos no caen en la cuenta de que la lengua hablada se puede analizar, sino que se quedan en el plano de la escritura y ven en la literatura costumbrista la fuente de sus estudios, surgiendo así la tradición filológica que se basó en obras literarias como fuente de estudio sincrónico del español de América. En 1921 Pedro Henríquez Ureña proclamaba:

Sería tiempo ya de acometer trabajos de conjunto sobre el español de América.

Los materiales abundan en la literatura, tanto la popular como la culta de

temas populares, y en obras de filología o de gramática, especialmente bajo la

forma de diccionarios de regionalismos. (Henríquez Ureña 1921: 357).

Parece que el llamado del pensador y filólogo dominicano hizo mella en los estudiosos de la lengua en la época, ya que durante la primera mitad del siglo XX una gran parte de los trabajos sobre el español de América se basó en obras literarias con carácter más bien dialectológico. Dentro de esta corriente se pueden citar los trabajos de Ch. Kany (1969a y 1969b), tendencia que fue extinguiéndose a medida que se le daba más importancia a la lengua hablada y surgían y se perfeccionaban los nuevos métodos de recolección de datos: grabadoras, espectrógrafos, encuestas y, recientemente, el vídeo.

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