7.14 Hay otra manera en la que te reservas partes de las relaciones para ti. En este caso, la reserva no se produce en forma de agravio, sino en forma de ser especial. Te reservas algo para hacerte especial, siempre a expensas de otro. Todos tus esfuerzos por ser mejor que tus hermanos y hermanas son así: toda competición, toda envidia, toda codicia. Todas ellas están relacionadas con la imagen que tienes de ti mismo y con tus esfuerzos por reforzarla. Es tu deseo no de ser inteligente, sino de ser más inteligente que tu compañero profesional. Es tu deseo no de ser generoso, sino de ser más generoso que tu pariente. Es tu deseo de ser más rico que tus vecinos, más atractivo que tus amigos, de tener más éxito que el hombre promedio, que la mujer promedio. Compites no sólo con otras personas sino con grupos y naciones, con equipos y organizaciones, con religiones, y con vecinos y familiares. Es el deseo de tener razón, de tener el control, de tener más, o de ser más. Es la vida basada en la comparación de la ilusión con la ilusión.
7.15 Tú no consideras que esto sea reservarte algo. Sin embargo, apropiarte de algo a expensas de otro, lo es, y en vuestro mundo no sabéis apropiaros de algo sin negárselo a otro. Ahora habéis creado la situación en la que os reserváis vuestra inteligencia, no vaya a ser que otros lucren con ella. Queréis que vuestra inteligencia se conozca y se reconozca, pero que se conozca y se reconozca como vuestra. Si alguien quiere la inteligencia que tú puedes ofrecer, algo tiene que dar a cambio. Lo que exiges puede variar desde la admiración hasta el dinero, pero es todo lo mismo, y la exigencia siempre existe. Es el rescate que insistes que hay que pagar, el homenaje que consideras que se te debe rendir, sin lo cual te reservarás lo que tienes. Y agradeces estas cosas por las que puedes pedir rescate al mundo, pues sin ellas serías tú quien habría de pagar.
7.16 Éstos son ejemplos de lo que guardas del mundo para ti. ¿Y las cosas tuyas que le niegas al mundo? En realidad, ambas categorías son similares, pues aquello que guardas apartado de los demás, aquello por lo que pides un rescate y que no entregas libremente, tampoco lo puedes usar tú. Esas ideas que vas guardando, esa creatividad de la que sólo tú sacarías provecho, esa riqueza que acumularías… son cosas tan inútiles cuando se guardan para ti solo como lo serían si no existieran. No te conducen a la verdad ni a la felicidad; no pueden comprar el amor ni el éxito que buscas. Lo que le niegas al mundo, te lo niegas a ti mismo, porque no estás separado del mundo. En cada situación, lo que pretendas guardar es lo que no vas a tener, porque es sólo a ti mismo a quien se lo niegas.
7.17 Ahora debemos volver a la relación y corregir cuanto antes cualquier idea errónea que tengas, en especial las que podrían hacer que esto parezca un asunto baladí, o un asunto específico, no susceptible de generalización. Toda relación existe en la totalidad. Los pequeños ejemplos utilizados antes pretendían ayudarte a reconocer la relación en sí misma, la relación como algo distinto de los objetos, las personas o las situaciones con las que te relacionas. Ahora corresponde desarrollar esta idea.
7.18 Ampliar tu visión de lo específico a lo genérico es una de las tareas más difíciles del programa de estudios. Será fácil ver por qué esto es así cuando reconozcas hasta qué punto tu pensamiento está ligado a lo específico. Nuevamente, ésta es la razón por la que apelamos al amor y al conocimiento escondido de tu corazón. Tu corazón ya ve de una manera mucho más completa que como percibe tu mente dividida. Hasta vuestro lenguaje y vuestras imágenes reflejan esta verdad, esta diferencia entre la sabiduría de tu corazón y la de tu mente. Se dice que el corazón se rompe, pero la imagen que estas palabras evocan es la de un corazón resquebrajado; no la de un corazón partido en trozos. Tu cerebro, en cambio, está dividido en los hemisferios derecho e izquierdo, cada uno de los cuales tiene una función distinta. Aunque tu cerebro y tu mente no son lo mismo, la imagen que tienes de tu mente, y de lo que hace y lo que no hace, está vinculada con la imagen que tienes de tu cerebro. Deja que esta imagen se vaya y concéntrate en tu corazón como un todo, sea cual sea tu visión de su estado actual. Aunque esté herido, ensangrentado, roto o pleno, descansa íntegro dentro de ti en el centro de quien eres.
7.19 Es desde este centro desde donde la verdad iluminará tu camino.
7.20 Es desde este centro desde donde llegarás a comprender que la relación existe en la totalidad. Hemos empezado a desalojar la idea de que te encuentras separado y solo, como un ser desconectado de todos los demás. Aún no has perdonado del todo aquello que ha generado esta percepción errónea, ni lo harás hasta que hayas alcanzado una mayor comprensión. Pues no puedes abandonar la única realidad que conoces sin creer en la verdad de lo que realmente eres y sin haber alcanzado una mínima comprensión de ella.
7.21 Si no puedes estar solo, debes de estar permanentemente en relación. En consecuencia, la relación no debe de depender de la interacción, tal como tú la entiendes. Es fácil observar la relación entre un lápiz y tu mano, entre tu cuerpo y otro cuerpo, entre los actos que realizas y los efectos que parecen causar. Todas estas relaciones se basan en lo que os dicen vuestros sentidos, que son la evidencia en la que os habéis apoyado para entender vuestro mundo. Quienes depositan su confianza en maneras de saber que no están regidas por los sentidos aceptados, despiertan recelo. Y sin embargo, aceptáis muchas causas de vuestros sentimientos, desde cambios en las condiciones meteorológicas hasta enfermedades no constatadas y no verificables. Habéis dado permiso a otros, a quienes atribuís una mayor autoridad de la que vosotros tenéis, para proporcionaros su versión de la verdad, y con el fin de mantener la coherencia elegís creer en la versión de la verdad que predomina en vuestra sociedad. De este modo, la verdad es distinta según el lugar en el que te encuentres, e incluso parece estar en conflicto. Te aferras a verdades conocidas, pese a ser consciente de su inestabilidad en el tiempo y en el espacio, y de esta manera vives con la negación constante de que, incluso aquello que te es conocido, no te es conocido en absoluto. Por tanto, te aferras a la única cosa segura que impregna tu existencia: la certeza de que la muerte te llevará a ti y a todos tus seres queridos.
7.22 Date cuenta de que, cuando se te pide que abandones esto, se te pide que abandones una existencia tan morbosa que cualquiera con un poco de cordura se alegraría de lanzarla al viento y pedir otra opción. Existe otra opción. No en sueños de fantasía sino en verdad. No en formas y circunstancias cambiantes, sino en constancia eterna.
7.23 Acepta una nueva autoridad, aunque sólo sea durante el corto tiempo que te llevará la lectura de estas palabras. Empieza con esta idea: la de abrirte a la posibilidad de que una verdad nueva sea revelada a tu corazón, que espera. Sostén en tu corazón la idea de que, mientras lees estas palabras –y cuando hayas terminado de leerlas–, su veracidad te será revelada. Permite que tu corazón se abra a una nueva clase de prueba de lo que constituye la verdad. No pienses en otro resultado que no sea tu felicidad, y cuando la felicidad llegue, no la niegues, ni niegues su fuente. Recuérdate que cuando el amor llegue para llenar tu corazón, no lo negarás, ni negarás su fuente. No es necesario que creas que esto ocurrirá; sólo que te abras a la posibilidad de que pueda ocurrir. No le des la espalda a la esperanza que se te está ofreciendo, y cuando nueva vida llegue fluyendo a liberar a la antigua, no olvides desde dónde llegó.
CAPÍTULO 8
Separarse del cuerpo
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