Stephen Dixon - Interestatal

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Nathan Frey viaja en auto por la autopista con sus dos hijas de 6 y 9 años, vuelven de un fin de semana largo en Nueva York, donde visitaron a la familia de su esposa, quien decidió quedarse un par de días más con sus padres. Un viaje normal, hasta que surge una especie de altercado con dos hombres que van en otro auto. Y con ese evento, se desata la más tremenda y conmovedora obra de Stephen Dixon. Como en una especie de loop, luego del primer capítulo, donde se narra la vida de Nat y de su familia en los años siguientes, el narrador repasa aquel viaje en auto siete veces más, cada vez desde una óptica diferente o haciendo foco en momentos puntuales: Nueva York los días previos a la partida, diálogos con sus hijas durante el viaje. ¿Qué hacer si lo impensable sucede? ¿Cómo se puede estar seguro de que algo sucedió de la manera en que uno lo recuerda o de la manera en que nos lo han contado? Un libro vanguardista y universal, profundamente psicológico, que con una intensidad emocional extraordinaria logra tener al lector atrapado de principio a fin en los pliegues de la mente del protagonista, un padre que adora a sus hijas y que lucha contra sus paranoias y miedos de todas las maneras posibles.

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A la mañana siguiente los llama, salieron, “Caramba”, piensa, “esperé demasiado”, deja un mensaje para que ella se ponga en contacto, no recibe llamada, vuelve a comunicarse pero ya han dejado la habitación, “¿Qué diablos significa esto?”, se dice, y pocos días después la llama a Oregón y dice que verla a ella y a su familia fue una de las mejores cosas que le ocurrieron jamás, y que ha estado pensándolo y le encantaría ir a verlos a todos por una semana o algo así algún verano, incluso menos, pero no este, ya que sería tan pronto después de haberla visto y sabe que tienen planes para Alaska y le gustaría darles mucho margen para prepararse, emocionalmente incluso podría decirse, para su visita, y no es que esté diciendo que sería un problema para ellos, o un peso, quiere decir, o algo por el estilo... él es independiente, “Orgullosamente, como dicen, pero no orgulloso”... esos días se terminaron hace mucho si es que alguna vez comenzaron... y sería la última persona en el mundo en estorbar o alterar las cosas o entrometerse o inmiscuirse, y no hay ningún problema acerca de quién le preparará el desayuno o le cocinará algo, si ella quiere, y de hecho hasta podría tener que pelearse con él sobre quién cocinará para todos durante su estadía, era solo una broma, y también solamente bromeaba al asumir que habría una estadía, y ella pregunta qué quiere decir con eso, le encantaría recibirlo pero no tienen tanto espacio en su casa, por muy cómodo que sea el lugar... cada niño tiene su propio dormitorio y no hay living ni sala de juegos que se pueda convertir, esa habitación se transformó en la oficina de Glen en casa y el sótano en su carpintería, y los únicos otros lugares son un desván sin ventilación y un semisótano sin aire, pero tal vez los dos más chicos puedan compartir y él pueda quedarse en uno de sus dormitorios por unos días. “No quiero molestar a nadie... puedo dormir en el porche si es que tienes porche y si el clima no es demasiado húmedo o frío”, no conoce Portland ni en realidad ninguna parte de los estados al oeste del cordón de Shenandoah, así le parece que se llama, que él visitó con un amigo y los padres de su amigo hace más de cincuenta años, “Dormíamos en tiendas de campaña diminutas, cocinábamos tocino en un fuego a leña”, pero tal vez se ponga como allí en verano –frío, a diferencia de aquí– y ella dice que sí, tienen un porche al frente de la casa, pero no tiene mosquiteros y si es la temporada de bichos –lo cual depende, por lo menos, de cuán molestos se pongan los bichos, de cuánta lluvia tengan esa primavera y de cuán fresco resulte el verano– se harán un festín con él, así que dormir en el porche queda descartado porque, o son los bichos o es el frío, así que simplemente no tienes chances de ganar, aparte de que su casa está sobre una calle de tránsito relativamente pesado. De todos modos, dice él, algo se ha puesto en marcha –quiero decir, comenzó, en los planes– y él ya está deseoso de hacerlo, si funciona, muy bien, y si no funciona, a no preocuparse, mi amor, él lo entenderá de sobra, y cuelga y piensa que ella no quiere verlo allá, o que el que no quiere es Glen o que son los dos, o son los niños, y ya lo hablaron con sus papás y no quieren que un viejo de no sé qué vaya a quedarse en la casa, ni siquiera por una semana, y los padres o uno de ellos estuvo de acuerdo con los chicos, pero nunca va a pasar, cualesquiera sean las razones sencillamente él sabe que nunca irá, eso es todo. Caramba, si la cosa se pone peor y llega a tener tantos deseos de verla, lo cual sabe que sucederá, puede tomarse un avión sin decirles nada, quedarse en un hotel por ahí cerca y llamarla desde el hotel para avisarle que llegó, siempre quiso ver la Costa Oeste y ni hablar de morirse sin haberlo hecho alguna vez en su vida, y si desean verlo –no, no quiere resultar tan rudo–, desde luego que él también quiere verlos y había planeado hacerlo, pero si ellos tienen algo mejor que hacer –no “mejor”; “algo más importante”, no, ni siquiera eso, simplemente algo ya planeado, que no puede postergarse, como otro viaje a Alaska mañana mismo o esta vez al Pacífico Sur o Japón–, él lo entenderá y verá Portland por sí solo y luego continuará su viaje hacia el sur en autobús, durante lo que reste de sus dos semanas, hasta San Francisco y lugares como México y Los Ángeles.

Al final de ese otoño –llama a su hija más o menos una vez por semana y hablan un par de minutos, y él usualmente le pide hablar con uno de los chicos– entra un hombre joven en la hamburguesería, no más de dieciocho años –pero con Margo cosas del estilo de “¿Cómo están?”, “Todos bien”, “¿Cómo está el tiempo?”, “Podría ser peor”, “¿Supiste algo de tu mamá?”, “Ella siempre está bien: no podría estar mejor”, “¿Cómo va el trabajo?, ¿la escuela?, ¿cómo está todo en Portland por estos días? He estado leyendo el mapa del clima últimamente y viene diciendo que les va a llover a mares”, a veces charlas de deportes con los chicos para lo cual tiene que leer los diarios o hablar con alguno de los clientes a fin de saber algo al respecto, durante una semana mucho sobre el viaje de ellos a Alaska: fueron muchas horas de auto, a él no le parecía demasiado interesante para todos esos kilómetros, un montón de focas, un oso suelto o dos, alguna clase de antílope o alce, podrían haberlo visto en un zoológico moderno, incluso como el que hay en su ciudad pero eso no lo dijo–, directo al mostrador mirando alrededor –“Sabes, fui a visitar la tumba de Julie hace pocos días, trato de hacerlo cada dos semanas, pero a veces me encuentro yendo dos o tres días seguidos, pongo algunas flores, simplemente me paro ahí, a oír cómo sopla el viento y esas cosas, todo se ve muy bien, lo mismo la de tus abuelos: en perfecto estado”, “Eso es bueno; lamento tanto no haberla visitado mientras estuve allá, solía hacerlo con mamá mucho antes de que nos mudáramos, todo era muy triste, especialmente porque fue tan poco tiempo después de que ella murió”– y algo anda mal, casi que sabe lo que está por venir, le robaron hace un par de años en la calle al volver a casa desde el trabajo: “Dame el dinero”, “Aquí tienes, muchacho”, porque eran dos, con escopetas recortadas al parecer, un poquito exagerados, le gustaba bromear después, “¿Qué habrías hecho si solo hubiese sido uno?”, le preguntó alguien, “Simplemente lo que hice: entregárselo con una sonrisa, ¿o qué crees?”, los ojos del tipo: movimientos sospechosos, suspicaces, nerviosos, la cara sudorosa –y ninguna mención más sobre su viaje a Portland algún verano, así que supone que es asunto cerrado–, él dice: “¿Sí, señor?”, no hay ningún otro cliente, desde donde está parado no se ve a nadie mirando adentro desde la calle, el patrón y su mujer salieron a comprar carne y fiambre para la semana, Dios cómo le gustaría tener una pistola, algunas veces, bajo el mostrador, para cuando su vida está en juego, o por lo menos un palo, “¿Puedo ayudarlo en algo?, ¿desea algo de comer, o... qué?”, y el hombre saca una pistola, él no sabe de dónde pudo salir tan rápido, tal vez de dentro de la manga de su abrigo –eso es lo que tendría que haberles dicho a los detectives para hacerlos reír: “Registren a todos los agentes teatrales de la ciudad, el ladrón era un mago, a la pistola le siguieron conejos y palomas”– y dice: “Esto es un asalto, mantén tu grasosa boca cerrada, nada de movimientos estúpidos, las manos donde yo pueda verlas y dame todo lo que tengas en la registradora, rápido, y en los bolsillos y si tienes una caja fuerte en la parte de atrás entonces ábrela o vas a ser una gran verga muerta”, y él dice: “¿Un asalto?, ¿un asalto?, ¿en este antro?, vamos, sal de aquí”, y mira a su alrededor en busca de algo con lo que asustar al tipo, y alguna cosa bombea en su interior, donde podría jurarse que es capaz de arrancar con sus manos el mostrador entero y los doce taburetes unidos a él y arrojárselos al chico, la sartén de hierro está fuera de su alcance, el martillo que a veces usa para clavar cosas está en la punta del mostrador, dentro de una caja de zapatos, hay cuchillos por ahí pero son cortos y él no sabe cómo lanzarlos, y los grandes para carne están en el fregadero, agarra una gran espátula junto al gratinador que tiene al lado y la agita en el aire diciendo: “Te dije que te largues o te voy a arrancar los putos sesos, maldito imbécil, ¿con quién te crees que estás tratando?”, y cuando el hombre no se mueve, le arroja la espátula y la pistola se dispara, eso es todo lo que recuerda de lo que sucede: oye –la pistola– y ve –el fogonazo que sale de ella–, y tal vez ni siquiera lo recuerda sino que solo lo imaginó, y es atendido en el suelo por los paramédicos y llevado al hospital, ningún recuerdo de nada en el restaurante o la ambulancia después de que le dispararan, solo se le volvió todo negro, sin dolor, ningún dolor después, salvo un par de días más tarde cuando un médico residente del piso, que se refería a otro paciente, le dijo a una enfermera que había que retirarle los calmantes y, ¡muchacho, vaya si gritó durante un rato!, antes de que volvieran a dárselos, le dijeron que había entrado alguien, un tipo con una pila de folletos de una mensajería nueva en el vecindario, probablemente venía a tirarlos un momento después de que el tipo se fue, no hay dónde ponerlos... la punta del mostrador y encima de la máquina de cigarrillos, atiborrados como están... y nadie se lleva esas cosas salvo para pegar sus chicles adentro, y en todo caso quién los quiere volando al suelo cada vez que se abre la puerta con un poco de viento detrás, o simplemente cada vez que un cliente pasa rápido a su lado... el hombre llamó: “¿Hay alguien? Me gustaría dejar algo si no le molesta”, puso los folletos sobre el mostrador para dejarlos ahí, lo vio tirado en el suelo allí atrás, salió corriendo a la calle gritando: “Hay una persona herida, debe haber sido un robo, auxilio, alguien, lo apuñalaron o le dispararon, un hombre detrás de la pared, un hombre detrás de la pared”, es lo que no dejaba de repetir, probablemente en lugar de “detrás del mostrador”, y señalaba el restaurante pero no quiso entrar cuando algunas personas que estaban en la calle lo hicieron, la registradora vacía, los bolsillos intactos, adiós al reloj barato, el ladrón debía de estar bromeando sobre la caja fuerte o de lo contrario no tenía ni idea de lo modesto que era el lugar, la policía dijo que pudo haber sido alguna de las personas que entraron corriendo para ayudar o para verlo a él quien se llevó el dinero y el reloj, o varios de ellos, porque normalmente cuando un ladrón te hiere tan gravemente se va lo más rápido posible y no pierde siquiera un segundo extra en buscar la plata, ¿y para qué querría llevarse un reloj barato?, “aunque tal vez había sido un combo de las dos cosas: ladrón y transeúnte”, su patrón la llama y le dice lo que pasó, y que quiere que sepa que él no es una persona a quien le guste dar malas noticias, pero que Nat le dijo que lo hiciera si alguna vez le pasaba algo como esto, “pues usted sabe que una vez le robaron con armas hace unos años, y estaba preocupado de que pudiera sucederle otra vez y no resultase tan afortunado”, y ella dice: “No, nunca me lo dijo, aunque desde luego usted debe saber lo que pasó años atrás con su hija menor, mi hermana Julie”, y el patrón dice: “Nat lo mencionó alguna vez, eso es todo, pero no su nombre, aunque alguien me dijo que purgó condena unos años por algo relacionado con esa historia, como acabar con los tipos que la mataron, pero en lo que estaba completamente en lo justo, ¿y quién no habría hecho lo mismo de haber podido?, así que eso nunca me detuvo para seguir teniéndolo conmigo en el negocio”, y ella dice: “Estoy segura de que él lo aprecia por eso, ¿pero realmente solo habló de mi hermana una vez, refiriéndose a aquello, en todo el tiempo que trabajó para usted?... es sorprendente, porque parecía ser lo que preponderaba siempre en su mente”, y el patrón dice: “Dos, incluso tres veces, no más de cuatro, pero rápidamente, como cuando lee un diario en el trabajo con un artículo parecido donde un niño inocente muere al quedar entre traficantes callejeros –fuego cruzado, eso que hoy sale tanto en los diarios– y entonces le revuelve aquello y dice algo como ‘Sabes, algo parecido le pasó a mi pequeña’, y apenas si toca el asunto pero yo puedo ver por su cara, y porque pasa enseguida a algún otro tema u otra noticia, que no quiere profundizar más, así que yo... pero sabe, también me dijo que la llamara si llegaban a pasarle algunas otras cosas que parecían preocuparlo un poco, como tener un ataque al corazón, no es que no fuese fuerte como un viejo toro antes de que le dispararan, o simplemente que no contestara su teléfono cuando no apareciera a trabajar y resultara, como dijo que había sido el caso de un par de viejos toros que él conocía, que se había muerto en la cama de un ataque la noche anterior, en un segundo piso... pero en todo caso, señorita, parece estar reponiéndose muy bien, como ya le dije por todo lo que me han dicho, probablemente esté en el hospital un par de semanas más, pero no se esperan complicaciones, dijo la enfermera que atendió el teléfono en la unidad de cuidados intensivos donde llamé, así que quédese tranquila por ahora y tan pronto como me permitan verlo... en cuidados intensivos no me dejarán porque no soy pariente, pero debería salir muy pronto de allí... le diré que hice lo que él me pidió que hiciera y eso es hablar con usted”, y ella dice: “Por favor llámeme por cobro revertido a cualquier hora del día, si se entera de que su condición ha empeorado o directamente llámeme por cobrar después de que lo haya visto, cuando tenga un momento libre, y desde luego trasmítale nuestro amor”, y anota el número de teléfono de su casa y el número de la UCI donde está su padre.

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