Mauricio Besio Roller - Sabiduría, naturaleza y enfermedad

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En este texto, los autores buscan abordar filosóficamente la atención de salud y sus fundamentos, apoyados en su experiencia, su reflexión y su amplia trayectoria docente. El libro toca temas variados, como el objeto de la actividad médica, la eutanasia, el acto sanador y el alma humana, entre otros. Está pensado para todas aquellas personas que interactúan con enfermos desde distintas disciplinas y condiciones o bien para los interesados en la reflexión ética-filosófica de este tema, pues busca contribuir al desarrollo de una sabidurí­a en la atención de salud.

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Nadie podría razonablemente desconocer el aporte inmenso que significó para el conocimiento del mundo físico y para el progreso de la técnica y de la humanidad, el nacimiento y el desarrollo de la ciencia físico-matemática, y su aplicación a la comprensión de vastos sectores de la realidad natural. Negar valor objetivo a la ciencia y a la técnica moderna significaría intentar un retorno imposible a estados de desarrollo material y espiritual, ya superados al menos para un vasto sector de la humanidad.

No obstante, así como hoy la ciencia y la técnica piden y exigen de la comunidad consideración y respeto, del mismo modo es necesario pedirle a los científicos y técnicos –y ya no a la ciencia ni a la técnica en abstracto– que atenúen su arrogancia en relación a los problemas que generan con su actuar. No es posible que teniendo ante sus ojos las muestras patentes del drama y del sufrimiento causado, sigan insistiendo en la visión mítica de un progreso científico-técnico indefinido. Es aquí donde nos parece que la ética y la filosofía tienen un papel que jugar.

Pero se nos dirá: ¿qué ética y qué filosofía? Una ética y una filosofía que junto con asumir, en su integralidad, aquello que en la ciencia, la técnica y la filosofía modernas haya de verdaderamente valioso, sean capaces de conectar con el rico patrimonio que el pensamiento clásico venía constituyendo desde los griegos. Habrá que pedirle además a esta ética y a esta filosofía –cuyo fortalecimiento es también un desafío– que nos re-enseñe a asombrarnos ante el misterio inteligible de las cosas, oculto bajo los datos de los sentidos, y a volver a observar con cariño y admiración, a esta naturaleza que ama a la vez mostrarse y ocultarse. Tendremos que pedirle a esta visión del hombre y del mundo, que nos enseñe a redescubrir en el hombre enfermo, su insondable riqueza y su rica individualidad, que, más allá de sus aspectos objetivables y cuantificables por la ciencia empírica, clama por amor, compasión y respeto. Tenemos que dejar de servirnos con mezquindad de las personas y de los enfermos, para volver a servirlos con devoción.

La técnica tiene que poder volver a subordinarse a la naturaleza, que lejos de ser una colección de elementos sin sentido, producto de un devenir azaroso, revela, a quien la sabe observar, constancia y armonía. No se trata de buscar una divinización supersticiosa timorata y absurda de la naturaleza, ni de dejar de reconocer sus límites, imperfecciones y carencias. Se trata de que la técnica vuelva a actuar con ella y no sin ella o contra ella.

Los hombres tenemos que poder volver a redescubrir la realidad, el sentido y la vocación de nuestro cuerpo; frágil, limitado, sufriente, sexuado, marchitable y perecedero como es. Ya que el ser humano no es un ego subsistente y despótico, encerrado en la cárcel de una carne perecedera y vulnerable, sino que es con su cuerpo, por su cuerpo y en su cuerpo, que el hombre vive todo lo que vive. Y para que volvamos a ser solidarios con nuestra corporeidad, no debemos permitir que se toque de modo injusto ni una sola célula del cuerpo de nuestros hermanos, por pequeña, malformada o indeseada que esta sea.

Tenemos finalmente que redescubrir lo admirable y bella que resulta la manifestación de la naturaleza corpórea en el mundo, en las cosas y en el hombre. Esta no es sino una participación infinitamente alejada y pobre de la belleza y magnificencia de las realidades espirituales. Sabiduría, veracidad, lealtad, fidelidad, justicia, prudencia, sinceridad, compasión, amistad, amor de Dios y de los hombres. He allí cualidades intelectuales y morales que ningún desarrollo científico ni técnico podrá por sí mismo proporcionar. En efecto, las realidades espirituales se sitúan en un más allá del ámbito de la producción o de la aplicación extrínseca de la técnica. Es con el sano y recto ejercicio de la capacidad intrínseca de la libertad, que el hombre se construye a sí mismo. He aquí el marco lógico para el gobierno y la autoconstrucción del hombre por sí mismo. Es en el asumir este ámbito de realidades que como médicos, como amigos, como hermanos, seremos capaces de reconocer, apreciar, suscitar y favorecer estas cualidades, aun al interior de la enfermedad y la deformidad. Porque esa es la verdadera victoria del espíritu sobre el cuerpo, no la que lo somete, lo tiraniza, lo maltrata o lo esclaviza, sino aquella que lo reconoce, lo acepta, lo asume, lo ama y lo supera.

Y si llegáramos a descubrir o a redescubrir todo esto, llegará quizá el momento en que, hurgando en el misterio de la naturaleza, podremos llegar a entrever que la última razón de ser de toda inteligibilidad, belleza, bondad y armonía, existente en grados infinitamente multiplicados y variados en la naturaleza corporal o espiritual, radica en la belleza, verdad y bondad infinitas de quien las creó, las gobierna y las mantiene con providente amor y sabiduría.

LA IDEA DE ENFERMEDAD

En caso de indisposiciones leves, la naturaleza logra restablecer la buena salud sin que sea útil recurrir a medicamentos: basta con observar algunas reglas dietéticas estrictas. Cuando hay una intervención médica, esta se limita a restablecer las fuerzas del enfermo y a tener confianza en la naturaleza.

Moshe ben Maimon (Maimónides)

La medicina científico-técnica contemporánea, cuyos orígenes históricos remontan a la medicina hipocrática, ocupa en la actualidad un lugar destacado en la gran mayoría de las sociedades, aun a pesar de la creciente difusión de las llamadas medicinas “tradicionales”, “paralelas”, “dulces”, “folclóricas” o “alternativas”. La vigorosa persistencia de la actividad médica científico-técnica está determinada, entre otros muchos factores, por el ininterrumpido aflujo de personas que solicitan su atención y por su sostenido progreso en conocimientos y adelantos técnicos. Este progreso se expresa en nuestros días a través de una creciente especialización y diversificación de los servicios ofrecidos.

Tanto la figura del médico como de los profesionales relacionados que surgen a lo largo de la historia experimentan intensas transformaciones desde las épocas de Hipócrates y de Galeno hasta el presente. Además, las características biológicas, psicológicas y socioculturales de aquellos que solicitan sus servicios se han visto modificadas a lo largo de la historia.

Por otro lado, dado que una buena parte del éxito de la actividad médica depende de una perfecta compenetración entre el que aporta el servicio y el que lo solicita –en cuanto a conocimiento y aceptación de las finalidades que motivan y orientan esta interacción–, resulta de suma importancia para el médico y para todos los que de un modo u otro están comprometidos en esta actividad, conocer las razones que mueven a las personas a consultar en los servicios de salud y saber en detalle lo que ellas esperan de las prestaciones ofrecidas26. No se trata de conocer estas motivaciones y expectativas con el objeto de que el médico y los servicios de salud adapten ciegamente su “oferta médica” a las oscilaciones y caprichos de una cierta “demanda”; se trata simplemente de un intento por lograr un mínimo de explicitación mutua de aspiraciones y compromisos, condición sine qua non de toda comunicación y de toda colaboración.

El carácter reduccionista de la medicina moderna

En una primera aproximación podría parecer que definir las características del consultante de los servicios de salud no resulta difícil. ¿No es obvio acaso que los que solicitan ayuda médica son los enfermos? Una mínima profundización nos muestra que la respuesta satisfactoria a esta interrogante dista mucho de ser tan simple. En efecto, una proporción creciente de individuos, objetiva y/o subjetivamente sanos, están siendo hoy objeto de acciones llamadas de salud27. Por otra parte, aun cuando restringiésemos la actividad médica a acciones sobre enfermos, la palabra enfermedad no solo no tiene una significación unívoca para todos los médicos, sino que además al interior de un mismo significado no es fácil concitar consensos acerca de los límites exactos de las definiciones28. Peor aun, si ya es difícil llegar a consenso entre los médicos acerca del significado y los límites de las enfermedades, el asunto se torna todavía más complejo cuando incluimos en nuestra consideración lo que para los demás profesionales de la salud o lo que para los que consultan significa estar enfermo. Asimismo, qué consideran como enfermedad ciertas organizaciones, como las compañías de seguros o las instituciones de salud previsional.

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