En reiteradas ocasiones hice ayunos: tres veces de cuarenta días, uno de 31 días, otro de 30 días, varias veces de 21 días, y muchos más... Sin embargo, puedo decir que Dios no necesita de mi ayuno. Somos nosotros los que por medio de la purificación podemos ver lo mucho que tenemos que seguir trabajando para bendecir nuestras almas. Y por consiguiente el cuerpo bien agradecido lo reflejará en un apacible bienestar.
3. La oración: tiene que ver con el Espíritu, la única manera de poder nacer de nuevo es a través de una oración sincera.
Mi papá fue un baluarte en la oración. Me enseñó con su ejemplo a acercarme a Dios. Mi papi trabajó incansablemente toda su vida para proveer a su familia. Recuerdo que se levantaba a las tres de la madrugada, para orar durante casi dos horas antes de ir a trabajar. Al regresar de su trabajo, cambiaba sus zapatos (caminaba todo el día porque era cartero), y se iba directo a la habitación para orar, para tener su encuentro con el Padre, y así recobrar las fuerzas pérdidas durante su ardua faena. Nuevamente oraba por hora y media, y al finalizar su oración, todos, sus ocho hijos, nos arrodillábamos alrededor de la cama para seguir orando junto con papá. Así fue por años, cuando aprendimos a caminar también nuestro papá nos enseñó a arrodillarnos delante de nuestro Padre Celestial.
La oración es el cable de conexión directa con nuestro Padre. Donde nuestra alma encuentra acogida, recobra fuerzas, y recuerda el propósito por el que estoy en este paso por la tierra. Para mí la oración es fuerza, poder, bienestar, refugio, seguridad, paz. Un lugar de encuentro conmigo misma, es traer el cielo a la tierra, descifrar los enigmas, comprender quién es mi prójimo, es invertir en lo real, y dejar de poner atención en lo efímero.
Estas tres fuerzas: limosnas (dar = invertir en el otro), oración (comunicación = invertir en lo espiritual), y ayuno (invertir en el alma, en uno mismo), mancomunadas, nos harán transcender para disfrutar al máximo nuestras vidas.
Si pensamos en la etimología de la palabra “ayuno” es la abstinencia de todo tipo de alimento, eso significa no dar al cuerpo ningún tipo de nutrientes, calorías o proteínas. Sabemos que en la actualidad muchas son las personas que manifiestan estar en ayunas, pero en realidad están en una dieta, ya que siguen alimentando sus cuerpos.
El ayuno podemos realizarlo solo con agua, y esto no alterará sus beneficios.
CAPÍTULO I
El ayuno y su historia
“¡Ay de la carne que depende
del alma, ay del alma que depende
de la carne!”.
—Evangelio de Thomas
Historia
El ayuno existe desde tiempos antiguos, nuestros antepasados se veían forzados a largos ayunos por falta de víveres. Aunque los registros que contamos son de culturas más recientes, como las que veremos a continuación:
Cada año el pueblo inca realizaba un ayuno, un día de purificación en los ríos, sin excepción todos eran congregados, aun sus gobernantes, ya sea reyes y sacerdotes para confesar sus pecados, y tras la liberación de sus culpas marchaban unánimes hacia el mar.
Los egipcios eran bien conocidos por sus ayunos en sus ritos religiosos, en el área académica y en la salud, por ejemplo, garantizaban que quienes ayunaban eran sanos de la sífilis.
Podríamos decir que los hijos de los egipcios fueron los griegos, quienes aprendieron el ayuno de ellos. Antes de ir a la guerra les era menester realizar un ayuno.
Platón, Sócrates, Aristóteles, y Galeno practicaron el ayuno exponiendo sus beneficios para el bienestar de la salud y el alma. Por su parte Pitágoras, habiendo tomado el ejemplo de sus vecinos, los egipcios, exigía a sus alumnos que ayunasen antes de ingresar a sus clases. La comunidad pitagórica, devota de la meditación, vestía de blanco, dando importancia a la unidad absoluta. (Pitágoras: Los versos de oro , Estaciones Clásico, Buenos Aires, 1997).
Por su parte los romanos imitaron a los griegos, para alcanzar las victorias sobre sus enemigos.
Creían que al ayunar obtendrían:
• Paciencia
• Perseverancia
• Victorias sobre las tentaciones
• Protección
Los chinos ayunaban cuando pasaban por situaciones difíciles.
México y Perú: los nativos americanos ayunaban para mitigar la ira de sus deidades, aunque también era parte del culto mostrar su devoción hacia ellos.
Asirios y babilonios: era más bien un acto de ascetismo, queriendo mostrar por medio del ayuno cuán arrepentidos estaban de sus malos caminos y a la vez era una proclama para alcanzar gracia y perdón para regresar a la senda correcta.
Los espartanos: eran expertos ayunadores, ya que desde pequeños sus padres los entrenaban con ayunos.
Los hunzas, situados en el norte de la India, un pueblo que parecía ignorar lo que significaba la enfermedad, ayunaban varias semanas durante el año y cuando comían observaban una dieta de cereales completos como la cebada y chapatis (tortitas de grano), verduras frescas de temporada y albaricoques. (Informe realizado por Mac Carrison).
Según un estudio hecho por Mac Carrison, se afirma que los hunzas tienen la habilidad de caminar hasta 200 kilómetros en lugares montañosos, cavar en la nieve agujeros e introducirse para nadar en ellos solo por placer. Gozan de una habilidad ocular fantástica, viven en sus chozas en perfecta salud, e ignoran lo que significan los problemas intestinales, el cansancio, el miedo y el frío.
Hipócrates, en palabras de Honorio Gimento, “preconizó la utilización del ayuno, el pan integral y las frutas y hortalizas crudas y aconsejó que en cuestiones de alimentación se atendiese al instinto del enfermo”.
Según Honorio Gimeno, Aulo Cornelio Celso, que vivió por el año 30 después de Jesucristo, él asegura que existe una fuerza curativa natural del cuerpo humano, que aconseja que tengamos una vida acorde a las leyes de la naturaleza, aplicando la hidroterapia. En caso de enfermedad indica que se debería ayunar, mantener la calma y beber agua fría.
Thessalio de Tralles, clasificó las enfermedades en agudas y crónicas. Para tratar las últimas sometía al enfermo a curas de ayuno y dietas estrictas con las que intentaba alterar el estado general del cuerpo.
Importantes difusores de los métodos hidroterápicos en Europa fueron, entre otros, el carretero Johann Schroth (1798–1856) y el abad Sebastián Kneipp (1821–1897). Schroth desarrolló un método terapéutico a base de envolturas húmedas, ayuno y períodos de abstinencia de bebidas conocido como “cura Schroth”, que alcanzó un gran éxito y que todavía hoy se sigue empleando.
En 1822 se comienza a usar el ayuno ante la enfermedad en Estados Unidos con Isaac Jennings. Luego se suma en 1830 Graham (1794–1851), también recomendando el ayuno.
Graham dijo:
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