El diseño templario de unas estrellas sobre el terreno podría corresponder a un lenguaje matemático aún sin descifrar donde esconder su botín de oro, reliquias varias y manuscritos o quizá son estrellas simbólicas del cielo del Nuevo Jerusalén que promete la paz continua y el amor incondicional del dios andrógino. Debajo de este cielo están siete grandes templos distribuidos por España, Francia y Escocia, flanqueados por dos columnas que representan las energías femeninas y masculinas en Escocia y Portugal. Es la representación simbólica del Nuevo Jerusalén prometido después de los acontecimientos apocalípticos descritos en las Revelaciones de san Juan.
3. Los Illuminati y los saboteos
En el capítulo 6 («Las elites del dinero»), me extenderé en explicar como Adam Weishaupt, fundador de la sociedad secreta de los Illuminati de Baviera, recibía ayudas económicas de M. A. Rothschild, creador de la dinastía banquera más poderosa del mundo. Ahora quiero mostrar cómo esta sociedad secreta ha influido directamente en la política y la mayoría de las tragedias históricas de los últimos cien años.
En la segunda mitad del siglo XVIII, la población de la región de Baviera era de mayoría católica y contaba con una aristocracia ampliamente asentada. La ciudad de Ingolstadt, donde residía Weishaupt, está ubicada en las orillas del Danubio, a unos setenta kilómetros al norte de Múnich. Por entonces, Baviera contaba con más de 25.000 iglesias para 40.000 habitantes, además de 19 conventos y monasterios. En este escenario, el poder de los jesuitas era evidente en todos los lugares y Baviera era un opositor radical a la Reforma. A pesar de este talante religioso, Weishaupt afirmó que el ateísmo, la apostasía y el deísmo eran más frecuentes en Baviera que en cualquier otro lugar.
Influencia jesuita
Weishaupt empezó a formar los Illuminati de Baviera cuando era profesor de derecho canónico en la universidad de Ingolstadt. Por entonces estudiaba para hacerse sacerdote jesuita. Sin embargo, cuando en 1773, el papa Clemente XIV prohibió los Illuminati, su disgusto le llevó a romper con la Iglesia católica. Sin embargo, no declinó su interés por la teología jesuita. Otra influencia importante en su vida fue la del mercader Kolmer. Algunos investigadores, como Jim Marrs, sostienen que, en su trayecto a Francia y Alemania, hacia 1770-73, Kolmer se encontró con Cagliostro en la isla de Malta, antigua sede de los caballeros templarios. Al parecer, Cagliostro, el futuro revolucionario francés, se involucró entonces en actividades masónicas, así como también lo hicieron Giovanni Giacomo Casanova (el eterno amante veneciano) y el enigmático conde de Saint-Germain. Habría sido Kolmer quien, en Alemania, transmitiera sus conocimientos secretos a Weishaupt, quien empleó muchos años en trabajar para consolidar los distintos sistemas ocultos en su sociedad secreta, los Illuminati. Marrs argumenta que la adopción del calendario persa por los Illuminati de Baviera evidencia su respeto por los antiguos misterios de Mesoptamia.
El estudio profundo de los secretos de Kolmer y del conocimiento que poseía de los jesuitas fueron la base para que Weishaupt estableciera una estructura piramidal para sus iniciados, situando a personas claves dentro de los nueve grados superiores. Para sus compañeros de los Illuminati, Weishaupt era conocido por su nombre de iniciación, Espartaco, en memoria del esclavo que lideró la famosa revuelta contra los romanos en el año 73. Según Paul H. Koch, autor del libro Illuminati, Weishaupt se veía a sí mismo como un nuevo héroe rebelde en contra del orden establecido, tanto en el ámbito material como espiritual..., una especie de Lucifer humanizado.
Por otra parte, Jim Marrs sostiene que Weishaupt estudió las enseñanzas del líder de los Hassasins (los Asesinos), una sanguinaria secta musulmana contemporánea de las cruzadas en Tierra Santa, que recibió este nombre porque, antes de sus hazañas, los miembros solían consumir hasish (hachís) para iluminarse. Probablemente, por esta razón, el mismo Weishaupt consumía este narcótico para alcanzar la «iluminación» durante los rituales de la orden.
En total, el llamado Rito de los Iluminados de Baviera contaba con trece grados de iniciación. A saber: 1.º) Preparatorio; 2.º) Novicio; 3.º) Minerval; 4.º) Iluminado menor; 5.º) Aprendiz; 6.º) Compañero; 7.º) Maestro; 8.º) Iluminado mayor; 9.º) Iluminado dirigente; 10.º) Sacerdote; 11.º) Regente; 12.º) Mago; 13.º) Rey. Si un miembro llegaba al grado de sacerdote podía asumir los poderes del Estado y debía actuar en consecuencia.
Hoy es ampliamente aceptado que el sistema interno de los Illuminati de Baviera, copiaba las técnicas jesuíticas de espiar a otros miembros para probarlos y conocer sus debilidades. Denunciarse unos a otros era también otra técnica para asegurarse de que nadie del último escalafón de la orden trabajaría en contra de los demás. En muy poco tiempo, Weishaupt reclutó para su sociedad secreta, a las mejores cabezas de las finanzas, la industria, la educación y la literatura. Utilizó el soborno y el sexo para controlar a los que iban alcanzando posiciones superiores; posteriormente, el chantaje le garantizaba el mantenimiento de este control. En esta etapa, los Illuminati empiezan a utilizar a sus adeptos (los iniciados de grados superiores) como consejeros de políticos, pero siempre desde una posición discreta sin salir de su anonimato. De esta manera, las medidas adoptadas por aquellos beneficiaban a los Illuminati, que pretendían erradicar las condiciones sociales que fueran un obstáculo para conducir a los hombres hacía lo que consideraban su estado natural y de felicidad. Este «sueño» significaba eliminar a las monarquías y a la Igle-sia, por lo tanto la orden pronto tuvo enemigos muy poderosos.
Infiltraciones, expansión y ocaso de los Illuminati en Alemania
El «Nuevo Testamento de Satanás», que se trata en el capítulo 6, es un calco de la ideología de los Illuminati, cuyo gran objetivo era y sigue siendo crear un Nuevo Orden Mundial. Este plan exigía que el grupo se expandiera haciendo ostensible su presencia en otros lugares. En julio de 1782, varias logias masónicas se reunieron con un grupo dirigente de los Illuminati en el convento de Wilhelmsbad. Weishaupt, considerado su conocimiento y prestigio, aprovechó la ocasión para unificar y controlar todas las ramas europeas de la organización masónica. Hay que decir que sólo obtuvo un éxito parcial, ya que ni la Gran Logia de Inglaterra, ni el Gran Oriente de Francia, ni los teósofos del sueco Emmanuel Swedenborg le apoyaron. Frustrado por este resultado, uno de los seguidores más fieles de Weishaupt, el barón Von Knigge, dimitió, retirándose a Bremen, donde murió en 1796. El fundador de los Illuminati se sentía entre la espada y la pared; por una parte estaba acosado por los masones ingleses y por la otra, tuvo que soportar la traición de un tal Joseph Utzschneider, que, después de salirse de los Illuminati, envió un documento a la gran duquesa Maria Anna de Baviera, advirtiéndola de que los Illuminati eran responsables de organizar una conspiración, con el fin de extinguir el cristianismo y las monarquías europeas.
El resultado de esta grave denuncia fue que, en 1784, el elector de Baviera, el duque Karl Theodor Dalberg prohibió el establecimiento de cualquier sociedad, fraternidad o grupo secreto no autorizado. La situación se hizo tan delicada que, en palabras de Paul Koch, en su libro Illuminati:
Poco después, Weishaupt fue destituido de su cátedra y desterrado, aunque encontró refugio en la corte de uno de sus adeptos, el duque de Saxe, que le nombró consejero oficial y le encargó la educación de su hijo. El resto de los dirigentes de la orden se puso a salvo, refugiándose en la actividad de las logias masónicas europeas y americanas, antes de que, en mayo de 1785, comenzaran las persecuciones, detenciones y torturas de los miembros inferiores de la organización.
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