Por ello, quería conocer la opinión de sus papas.
—No solo es Tenochtitlán. Llegan noticias de que también en Tlaxcala cada mañana se ve una claridad que sale del oriente antes de que se levante el sol, como una niebla blanca que sube hasta el cielo. Y se eleva un remolino de polvo desde encima de la sierra Matlalcueye y asciende tan alto que parece llegar al cielo.
»Necesito saber si todo esto tiene que ver con los hombres barbudos, los hijos de Quetzalcóatl, que recientemente han pasado de las islas al Mayab1.
Mientras los papas permanecían en silencio, se oyó a lo lejos la voz de una mujer sollozando lastimosamente:
—¡Hijitos, pues ya tenemos que irnos lejos! Hijitos, ¿adónde os llevaré?
¿Era un nuevo presagio?
Los papas se miraron incomodados. Hacía ya tres lustros que llegaban a los pueblos costeros noticias de extranjeros que, aparecidos en grandes casas de madera, mataban o sometían a los habitantes de las islas. Muchos las abandonaban y huían hacia el oeste, expandiendo, según pasaban noticias, aciagas.
También hacia el sur empezaba a saberse que por las junglas de la costa se desplazaban hombres barbudos con cascos plateados y truenos de hierro, cruzaban ríos y ciénagas, montes y sierras, por donde guerreaban con las tribus…
Y fue en una de estas orillas, en el extremo sur del golfo, cuando al interrogar los extranjeros a un cacique este mencionó el gran imperio del Inca que existía más al sur, bajando por el mar.
—¿Eso es seguro?
—Es el imperio de los Incas —se afirmó el cacique—, que veneran al Sol y construyen en piedra grandes edificios y calzadas. Mis hombres navegan costa abajo y se encuentran con gentes suyas, que van en balsas tan grandes como las vuestras.
El jefe de los barbudos, con ojos brillantes de interés, se volvió hacia su gente y el cacique entendió, por lo que se le traducía, que se alegraba de saber que existía un imperio tan grande y que bajaría navegando, en cuanto llegaran más casas de madera, en busca de la ciudad del Inca.
Sabedor de la importancia de la noticia, el cacique envió un mensajero hacia el sur…
Quería avisar a Huayna Cápac de la aparición de aquellos extranjeros tan interesados en las perlas y el oro, que en sus grandes casas de madera habían surgido de la selva y costeado el mar, acompañados de sus feroces perros.
—Advertid a Huayna Cápac que vienen de un lugar cuyo rey, según dicen, es más poderoso que el Inca y prometen visitarle pronto.
Así habían llegado a Cuzco las primeras noticias de los extranjeros. Y desde entonces, Huayna Cápac sospechaba que la profecía que decía que solo doce Incas reinarían sobre la tierra y que los expulsarían gentes venidas del mar, era cierta.
Pues él, Huayna Cápac, era el undécimo de su linaje.
1 »Necesito saber si todo esto tiene que ver con los hombres barbudos, los hijos de Quetzalcóatl, que recientemente han pasado de las islas al Mayab1. Mientras los papas permanecían en silencio, se oyó a lo lejos la voz de una mujer sollozando lastimosamente: —¡Hijitos, pues ya tenemos que irnos lejos! Hijitos, ¿adónde os llevaré? ¿Era un nuevo presagio? Los papas se miraron incomodados. Hacía ya tres lustros que llegaban a los pueblos costeros noticias de extranjeros que, aparecidos en grandes casas de madera, mataban o sometían a los habitantes de las islas. Muchos las abandonaban y huían hacia el oeste, expandiendo, según pasaban noticias, aciagas. También hacia el sur empezaba a saberse que por las junglas de la costa se desplazaban hombres barbudos con cascos plateados y truenos de hierro, cruzaban ríos y ciénagas, montes y sierras, por donde guerreaban con las tribus… Y fue en una de estas orillas, en el extremo sur del golfo, cuando al interrogar los extranjeros a un cacique este mencionó el gran imperio del Inca que existía más al sur, bajando por el mar. —¿Eso es seguro? —Es el imperio de los Incas —se afirmó el cacique—, que veneran al Sol y construyen en piedra grandes edificios y calzadas. Mis hombres navegan costa abajo y se encuentran con gentes suyas, que van en balsas tan grandes como las vuestras. El jefe de los barbudos, con ojos brillantes de interés, se volvió hacia su gente y el cacique entendió, por lo que se le traducía, que se alegraba de saber que existía un imperio tan grande y que bajaría navegando, en cuanto llegaran más casas de madera, en busca de la ciudad del Inca. Sabedor de la importancia de la noticia, el cacique envió un mensajero hacia el sur… Quería avisar a Huayna Cápac de la aparición de aquellos extranjeros tan interesados en las perlas y el oro, que en sus grandes casas de madera habían surgido de la selva y costeado el mar, acompañados de sus feroces perros. —Advertid a Huayna Cápac que vienen de un lugar cuyo rey, según dicen, es más poderoso que el Inca y prometen visitarle pronto. Así habían llegado a Cuzco las primeras noticias de los extranjeros. Y desde entonces, Huayna Cápac sospechaba que la profecía que decía que solo doce Incas reinarían sobre la tierra y que los expulsarían gentes venidas del mar, era cierta. Pues él, Huayna Cápac, era el undécimo de su linaje. 1 Nombre que daban los mayas al Yucatán.
Nombre que daban los mayas al Yucatán.
LIBRO PRIMERO Hernán Cortés Quemar los barcos
DRAMATIS PERSONAE
Cardenal Cisneros (1436-1517). Tras sustituir a Hernando de Talavera como confesor de la reina, se convirtió en la principal figura política de la corte. Fue regente de España desde la muerte de Fernando de Aragón hasta la llegada de Carlos I.
Fray Bartolomé de las Casas. Religioso dominico que llegaría a ser obispo de Chiapas. Fue el gran defensor de los indios y una de las conciencias intelectuales del siglo xvi.
Carlos V (1500-1558). Promocionó, desde España, la conquista, aunque sin entender nunca la importancia cabal de la empresa. Gastó el oro indiano en incesantes guerras europeas.
Hernán Cortés (1485-1547). El español más importante después de Cervantes. Su epopeya cambió la historia. Antes de su conquista, los españoles no hacían sino colonizar las Antillas. Con él, se abre la puerta del continente.
Pedro de Alvarado (1485-1541), alias Tonatiuh, el sol, para los nativos, por el color de su cabello. Alto, rubio y colérico. Una de las personalidades más destacadas de la conquista. Llevó a sus muchos hermanos y primos a América.
Diego Velázquez de Cuéllar (1465-1524). Obeso, voluble y celoso gobernador de Cuba. Protagonista de sonados desencuentros con Cortés, a quien tuvo como secretario durante años.
Jerónimo Aguilar (1489-1531). Hombre de iglesia que fue rescatado por Cortés en Yucatán tras sobrevivir a un naufragio y a ocho años de cautiverio con los mayas. Sirvió a Cortés de intérprete en lengua maya durante la conquista de México.
La Malinche. La Pocahontas mexicana. Vendida como esclava a los españoles. Intérprete y amante de Cortés. Fue uno de los personajes más enigmáticos de la conquista.
El Cacique Gordo. El orondo Xicomecóatl, cacique de Zempoala, alimentó y cobijó a Cortés y a sus hombres. Cuando Cortés le preguntó cómo podía pagarle la hospitalidad, suspiró y empezó a quejarse de Moctezuma…
Moctezuma (1466-1520). Más que una personalidad timorata y supersticiosa, como dicen algunos cronistas, fue un guerrero prudente, que jugó todas las bazas a su alcance para impedir que Cortés llevase a cabo su conquista. Pero los hados estaban contra él.
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