—Confiemos en nosotras.
—Gracias, Vacas, gracias por haberse quedado a mi lado.
—Ambi, no existe otro lado –dijo Ceci, emocionada.
Se abrazaron un largo rato y les hizo bien, porque los abrazos anestesian los dolores, y las tres estaban sufriendo, aunque por distintas razones y con distinta intensidad, pero con un denominador común: el grupo se había quebrado. Ámbar estaba particularmente impasible y desorientada y sus amigas lo notaban, por eso Vicky intentaba divertirla haciendo payasadas y recordando historias graciosas.
Cuando se ponían de acuerdo, eran imparables. No importaba qué fuera, cuando las tres querían algo, ese algo se concretaba. En este caso, ese objetivo estaba muy claro: necesitaban dar vuelta la página, sea como fuera, para volver a la normalidad de las salidas y los helados en el parque, a las noches interminables de charlas y chocolates en la casa de alguna. Reconstruir el grupo, que se había quedado sin un pilar fundamental, sin una líder. Sabían bien que no iba a ser tarea fácil, pero eso no las iba a detener.
Cuando lograron dejar de hablar de los problemas y los miedos que tenían, y se concentraron, por fin, en alguna trivialidad que las hizo reír y olvidar por unos minutos, un fuerte portazo llamó la atención de todos. Detrás del ruido de la puerta chocando violentamente contra la pared, apareció Lola, con los ojos rodeados de espesas ojeras, hecha un desastre.
Un silencio de misa invadió en el aula.
Capítulo 2
—¿Qué lees? –Flopi lo sorprendió por la espalda con un suave pellizco en la cintura.
—Eeeh, nada, nada. Anoche empecé a escribir un texto y lo estaba releyendo –decía mientras guardaba rápidamente un papel en su bolsillo–, pero no me gusta mucho como quedó, lo tengo que seguir trabajando.
—¡Ay, qué lindo! ¡Mostrame!
—No, no, ya te dije, no me gusta mucho, me da vergüenza.
—¿Vergüenza conmigo? Qué tonto.
—No, no con vos, es que prefiero que lo leas cuando esté terminado. Dame un abrazo, te extrañé.
—Qué facilidad tenés para cambiar de tema –decía mientras se dejaba abrazar sin responder.
—¿Viste? Es una de mis mayores virtudes.
—¡Thiago! Me vas a hacer enojar.
—Ay, Flor, te digo que no es nada, es un borrador de un texto, nada más.
—Lo que más me molesta es que ya te di tres oportunidades para decirme la verdad y seguís eligiendo mentirme –se alejó y puso gesto de enojo. Thiago la miró en silencio unos segundos.
—Está bien, tenés razón. No quería decirte nada porque era obvio que te ibas a enojar.
—Ya te dije mil veces que a mí lo único que me enoja es que me tomen por tonta.
—¡Yo nunca te tomaría por tonta!
—Vos, no; la tarada esa, sí –Flopi giró la vista hacia donde estaba sentada Ámbar, con sus amigas, en la otra punta del aula.
—¿Cómo sabés que se trata de ella?
—Porque me dijo Male que la vio dándote algo en la puerta, antes de entrar. ¿Es eso?
—Sí, me escribió una carta.
—¿Una carta? ¿Qué tipo de carta?
—No sé, una carta, Flor.
—¿Puedo verla?
—¿Para qué querés verla? Te va a caer mal.
—Con más razón, entonces. Quiero ver qué dice.
—Pará, entiendo que quieras saber la verdad, y te la acabo de decir, pero de ahí a que la leas, me parece innecesario.
—¡A mí me parece renecesario!
—Por favor, Flor, lo que falta es que tengamos problemas por esto –le decía mientras la tomaba de las manos y Flopi lo miraba con cara de furia–. Ya te dije, es una carta que, sí, quizás es medio desubicada porque yo ahora estoy con vos, pero me dijo que no sabía que estábamos de novios.
—¿Que no sabía? ¿Dónde vive esa piba? ¿En un termo? No sabe lo que no le conviene me parece.
—Bueno, lo que sea, la leí por una cuestión de respeto a todos los años de amistad que tenemos y porque me daba curiosidad saber qué decía, pero no cambia nada en mí.
—Esa piba es una desubicada, Thiago. Ahora que cortó con el tonto ese que le metió los cuernos con la mejor amiga, vuelve arrepentida.
—¿Cómo?
—Lo que escuchás, todo el mundo está hablando de eso. Descubrió que Julián la engañaba con Lola.
—Pobrecita, debe estar destruida.
Thiago miro con preocupación hacia el banco de Ámbar, que en ese momento estaba en brazos de sus amigas.
—¿Pobrecita decís? ¿Me estás cargando?
—Es que me da pena, no sabía nada y me imagino que debe estar hecha pelota.
—¿Y tanto te importa cómo debe estar? ¿Te das cuenta de lo que pasa?
—¡Flopi, por favor! Ámbar es mi amiga desde que tenemos cinco años, no podés enojarte porque le tengo cariño.
—Está bien, tenés razón.
—Dale, ya fue, no te enrosques más.
—Por favor, por lo menos prometeme que la vas a tirar.
—¿Qué cosa?
—¿Cómo “qué cosa”? La carta.
—Bueno, después veo qué hago.
—No, después veo, no. Tirala o me vas a conocer enojada en serio.
—Calmate.
—¡No me calmo hasta que no me prometas que vas a tirar esa carta de mierda! –aunque intentaban que no se escuchara, más de uno advirtió lo que sucedía.
—Pará de gritar, te lo digo en serio, estamos haciendo un papelón.
—Te importa más defender a esa estúpida que evitar tener problemas conmigo. Listo, vos lo elegís.
—Pensá en lo que acabás de decir.
—Sé muy bien lo que dije.
—¿Y te parece que me lo merezco?
—¡No soporto que esa mina este metida entre nosotros, Thiago! –Flopi rompió en llanto–. Tengo que vivir con su fantasma, verla en tus ojos todo el tiempo. Está ahí, siempre está ahí, de una forma u otra.
—No llores, por favor –la abrazó fuerte–. Es cierto que la quiero y también es cierto que estuve mucho tiempo enamorado de ella, pero yo ahora estoy con vos, y no quiero que esto se arruine –Flopi lloraba desconsoladamente entre sus brazos–. Voy a tirar la carta, quedate tranquila, y te prometo que Ámbar no va a estar más entre nosotros.
—Es que no lo hacés a propósito, Thi –decía mientras se secaba las lágrimas con la manga del buzo–. Solo que hay cosas que no se eligen ni se disimulan. Las cosas que salen del corazón son o no son. No se puede elegir la mirada embobada que se nos cae de los ojos cuando vemos pasar a quien nos gusta delante nuestro. No se puede elegir que no se nos ponga la piel de gallina cuando vemos una foto en donde aparece, cuando escuchamos una canción que nos trae recuerdos suyos, ¿me entendes? En mi caso, ese amor sos vos, pero en el tuyo sé muy bien que no soy yo, al menos no todavía. Todo eso a vos te sigue pasando con ella.
—No, pará, no es así.
—Sí, es así, Thiagui. Y yo confío en que mi amor es tan grande que algún día voy a poder contagiarte y borrarte a esa flaca de la cabeza, voy a hacer todo lo posible, pero necesito que me ayudes.
—Lo que sea con tal de no volver a verte así nunca más.
Se fundieron en un abrazo que duró varios suspiros y caricias en el pelo, pero que se interrumpió por el fuertísimo ruido que hizo la puerta cuando golpeó la pared.
—¿Qué miran, boludos? –Lola gritaba y se reía– ¿nunca vinieron a la escuela con resaca? –un nuevo portazo los estremeció.
Nadie tenía en claro si efectivamente estaba en ese estado o todo era una puesta en escena para llamar la atención. Cualquier cosa que viniese de Lola enojada era posible. Se paró frente a todo el curso como si estuviera a punto de dar un espectáculo y sus compañeros fuesen el público.
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