Entiéndase que las palabras pierden parte de su significado al tratar de acercarnos a un estado tan elevado de consciencia como es el samadhi . Los budistas hablarían de lo Incondicionado o Vacuo. El propio Nirvana no es definible y de ahí que el Buda, el Mahayogui, dijera:
Hay, monjes, algo no nacido, no originado, no creado, no constituido. Si no hubiese, monjes, ese algo no nacido, no originado, no creado, no constituido, no cabría liberarse de todo lo nacido, originado, creado y constituido. Pero puesto que hay algo no nacido, no originado, no creado, no constituido, cabe liberarse de todo lo nacido, originado, creado y constituido.
Y también:
Hay, monjes, algo sin tierra, ni agua, ni fuego, ni aire, sin espacio, ilimitado, sin nada, sin estado de percepción ni ausencia de percepción; algo sin este mundo ni otro mundo, sin luna ni sol; esto, monjes, yo no lo llamo ni ir ni venir, ni estar, ni nacer ni morir; no tiene fundamento, duración, ni condición. Esto es el fin del sufrimiento.
En todas las tradiciones orientales, ese elevado estado de consciencia ( satori , nirvana, samadhi , iluminación) es tenido por una experiencia supramundana. Así, volviendo al Buda, este nos dice:
Eso es paz, eso es sublimidad, es decir, el fin de todo lo constituido, el abandono de los fundamentos de la existencia, el aniquilamiento del deseo, el desvanecimiento, la cesación, el Nirvana.
El samadhi o experiencia del despertar, origina que la persona trascienda toda polaridad, toda contradicción, toda discordancia; ella comprende y se comprende, ve las cosas como tales, se ha establecido en su propio eje (que es universal) y ha sido capaz de despertar a una intuición la clarividente y penetrante, inmaculada e imperturbable. Tal como uno se despoja de las prendas de vestir, él se libera de las categorías mentales. Ha finalizado el proceso encaminado a la conquista de uno mismo. Una nueva persona brota y reabsorbe a la anterior; eclosiona una psicología por completo diferente.
El samadhi es una inyección de energía universal, un despertar a una realidad inimaginable, un existir a través de la poderosa vitalidad del Cosmos. La persona se emancipa de su rutina interna condicionante, de su estrechez de miras, de sus sentimientos banales, de su consciencia de separatividad, de su sentimiento de soledad. La voz del Yo, atronadora y fantástica, se hace oír. Se supera lo que podríamos denominar una esclerosis neumática o pránica, las energías fluyen sin cortocircuitos. El liberado se hace uno con el instante prolongado, con el presente eterno y se convierte en la revelación misma en el cuerpo iniciático del yoga, alimentado por todos los grandes autorrealizados. Todas las impresiones subliminales ( vasanas y samskaras ) quedan incineradas, se abandona la mente antigua y condicionante y hay una explosión de entendimiento. De acuerdo con el enfoque hindú y con sus creencias, el acceso al samadhi permite la eliminación de muchos residuos kármicos, y en la medida en que las semillas kármicas se «queman» sobreviene un estado real de libertad interior. Esto es la unión del Atman con el Gran Espíritu.
El samadhi definitivo representa la imposibilidad de cualquier metamorfosis, porque no se puede ir más allá. Se ha llegado al límite de la evolución de la consciencia, a la meta. Representa la imposibilidad de toda regeneración, de toda enfermedad interior. Hay una reabsorción de los límites que permite que la fuerza de expansión del yogui no pueda ser contrariada, pues esta penetra definitivamente en la Totalidad. La persona corriente permanece en constante movimiento interior. Su contenido emocional y mental se modifica sin cesar. Por el contrario, la persona realizada ha encontrado un estado de quietud, de alejamiento de todo conflicto. El ego ha sido trascendido.
Como hemos dicho, por mucho que el yoga haya derivado en un método de mejoramiento psicofísico, su meta primaria siempre ha sido el samadhi , puesto que es esta experiencia la que disipa la ignorancia básica de la mente y permite un tipo muy especial de percepción que reporta un inmenso sentimiento de quietud y ecuanimidad. Durante la experiencia samádhica quedan en suspenso la memoria, la imaginación y el pensamiento y, por tanto, la noción de ego. Según el enfoque del samkhya-yoga , a esto se le conoce como el establecimiento en el Sí-mismo, debido a la total inhibición del pensamiento; según el vedanta, se denomina la inmersión en el Todo o Brahmán; para un budista, se trata de la captación supraconsciente de la Vacuidad; y para un jaina, es la Emancipación.
La mente se absorbe en el Vacío (o en el Todo, o ni lo uno ni lo otro) de tal manera que, durante unos minutos u horas se desdibujan los límites de la consciencia y ocurre una mutación profunda y gloriosa en lo más hondo de la psique. Allí, se desencadena una experiencia que permite aprehender dimensiones que escapan al pensamiento común. Esta tiene el poder de eliminar samskaras y vasanas , o sea, impregnaciones subconscientes, y sentar las bases para una libertad interior verdadera y perdurable. Llegados a este punto, cualquier palabra resulta aproximativa, pues la experiencia samádhica es inexpresable. Lo más oportuno es guardar silencio, porque definiciones tales como «un sentimiento de unidad», «un sublime arrobamiento», «una percepción cósmica» o «un destello de infinita plenitud» se quedan cortas para tan inefable suceso. Es intransmisible y, por tanto, como dijo un maestro: «No me hagáis hablar de eso que está por encima de todo». Cualquier cosa que se diga sobre el samadhi es una mera aproximación limitada por palabras y conceptos. Por eso, a veces se recurre a símiles, como en el Hatha-Yoga Pradipika , donde se lee:
Como el alcanfor desaparece en el fuego y la sal en el agua, la mente unida al Atman pierde su identidad.
También en el mismo texto:
Al igual que la sal que se disuelve en el agua se vuelve una con ella, así cuando el Atman y la mente se vuelven uno, se llama samadhi . Esta identificación del Sí-mismo y el Ser Absoluto, cuando todos los procesos mentales dejan de existir, se llama samadhi .
Nunca se ha dicho que fuera fácil la obtención de un estado tan elevado de consciencia. Alcanzar la experiencia samádhica requiere de intensa disciplina. Sin embargo, los distintos ejercicios yóguicos inducen a la paz interior y a una ecuanimidad consistente, y provocan modificaciones notables en la psique, la percepción y la forma de ser. Así, aunque solo se obtengan «golpes de luz», intuiciones transformativas o lo que podríamos llamar pre- samadhis , ya es sumamente importante, porque son vivencias que cambian el sentido de la vida y de la muerte.
Según las distintas tradiciones, la persona liberada recibe uno u otro nombre, sea jnani , jivanmukta , arahat , kevalin o cualquier otro. Al igual que con respecto al samadhi , todo lo que se puede decir sobre un liberado-viviente son meras aproximaciones, pues las experiencias supramundanas que lo convierten en un ser realizado están, por su propia naturaleza, más allá de las palabras y de los conceptos. Cada tradición puede definir esa liberación de una u otra manera, pero, a fin de cuentas, al liberado-viviente poco le importa si esa liberación se comprende como haber logrado la identidad del Atman con el Brahman o haberse establecido en su Sí-mismo o purusha (desligándose de la sustancia primordial o prakriti ) o haber conquistado el nirvana o la iluminación.
Un jivanmukta no se autoproclama. No es fácil conocer a una persona completamente liberada, pues esta nunca hará ostentación de su evolución espiritual ni se jactará de su condición. Ni siquiera se presentará como un autorrealizado. Es una persona que ha traspasado lo ilusorio y ha accedido a otra realidad más allá de las muselinas de lo aparente, conectando con un tipo de conocimiento o sabiduría que está muy lejos de la persona ordinaria. El jivanmukta ha escalado a niveles de consciencia donde no rigen los conceptos, ni las categorías como el tiempo, el espacio, la memoria o la imaginación. Las leyes ordinarias de pensamiento no son aplicables a su mente pura, inafectada e incorruptiblemente ecuánime. En él han implosionado energías que permanecían ocultas y larvadas, y que reportan un conocimiento realmente transformativo y liberador. El jivanmukta no percibe las cosas o sucesos como la persona ordinaria, pues para alcanzar su condición ha tenido que despojarse de muchas trabas internas. Es un proceso de destrucción que hace posible una reconstrucción en otro nivel de consciencia, una alquimia interna que cambia la psique de raíz y que le dota de una comprensión intuitiva, poniendo fin a tendencias insanas, sometiendo la personalidad para que pueda hacerse paso la esencia.
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