Más específicamente, Mateo presenta a Jesús transmitiendo la autoridad a sus seguidores para hacer semejantes juicios: cualquier cosa que la iglesia ate en la tierra será atado en el cielo, y cualquier cosa que se desate en la tierra se desatará en el cielo (18:18). Su expectativa es que la iglesia ejerza esta autoridad con atención a los principios que Jesús articula en este Evangelio:
•Lealtad con cumplir las Escrituras, no con abolirlas (5:17-19).
•Compromiso de tratar a los demás «como quieren que ellos los traten a ustedes» (7:12).
•Reconocimiento de la preferencia divina por la misericordia por encima del sacrificio (9:13; 12:7).
•Rechazo a invalidar la palabra de Dios por la tradición humana (15:6).
•Priorización del amor a Dios y al prójimo (22:34-40).
•Atención a los «asuntos más importantes de la ley»: justicia, misericordia, fe (23:23).
Esos principios pueden dar ocasión a algo de discrepancia en la interpretación, pero Jesús indica que Dios responsabiliza a los creyentes por vivir de acuerdo a los juicios dictaminados por sus líderes autorizados (16:19) o por la comunidad como un todo (18:17-18).
Adoración y duda, fe y entendimiento
Mateo describe a los discípulos de Jesús como seguidores falibles que, a pesar de sus fracasos, están destinados a convertirse en apóstoles de la iglesia; en efecto, se sentarán en tronos y juzgarán a las tribus de Israel (19:28). El sobrenombre de Jesús para sus discípulos en este Evangelio es oligopistoi , «gente de poca fe» (6:30; 8:26; 14:31; 16:8; 17:20; se usa en otra parte solamente en Lucas 12:28). Ellos están llenos de dudas (14:31; 28:17) y miedo (8:24-26; 14:30; 17:6), y frecuentemente no logran satisfacer las altas expectativas que Jesús tiene para ellos (p. ej., 16:21-23; 17:14-17; 19:13-15). Aun así, Jesús indica que «poca fe» es todo lo que se requiere para que la gente logre lo que Dios espera de ellos (17:20). Además, las dudas y los temores de los discípulos están acompañados de adoración; en efecto, esos fenómenos aparentemente incongruentes están entrelazados en este Evangelio de manera que la adoración, la duda y el temor se dan juntos (14:30-33). Incluso al final de la historia, los testigos de la resurrección responden con una mezcla tanto de temor como de adoración (28:8-9), y la comunidad que recibe la Gran Comisión se distingue tanto por adoración como por duda (28:17).
Sin embargo, más allá de todos estos fenómenos hay un énfasis especial en el entendimiento. En este Evangelio, la semilla que cae en el buen terreno en la parábola del sembrador se identifica como «el que oye la palabra y la entiende» (13:23; cf. Mr. 4:20; Lc. 8:15). De los discípulos de Jesús, a pesar de su duda y poca fe, se dice que crecen en entendimiento a medida que la narración avanza (véase 13:11-15, 51; 16:12; 17:13). El Evangelio de Mateo sostiene que el entendimiento es algo que Dios debe dar (11:25; 13:11; 16:17), y frecuentemente se dice de los discípulos que no entienden a Jesús hasta que él les explica lo que tienen que saber. El propósito exacto de este hincapié en Mateo no es claro, pero él puede estar subrayando la importancia de lo que ahora llamamos «educación cristiana»: los grandes apóstoles de la iglesia eran personas comunes y corrientes que, cuando Jesús les enseñaba recibían el entendimiento que les permitiría producir fruto (13:23; cf. 13:19). En efecto, ellos pudieron ir al mundo y enseñar a otros (28:19-20).
Cuadro 6.4
Las Reglas de la comunidad
Compare estas pautas del Evangelio de Mateo con la Regla de la Comunidad , para la comunidad de Qumrán (uno de los Rollos del Mar Muerto).
•»Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazlo ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero, si no, lleva contigo a uno o dos más, para que “todo asunto se resuelva mediante el testimonio de dos o tres testigos”. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y, si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado» (Mt. 18:15-17).
•»[no] te dirigirás [a tu] compañero con ira, o mal humor, u obstinación, o con envidia impulsada por el espíritu de maldad. No lo odiarás por su corazón incircunciso, sino que lo reprenderás el mismo día para que no contraigas culpa por su causa. Y, además, que nadie acuse a su compañero ante la Congregación sin haberlo amonestado primero en la presencia de testigos» ( Regla de la Comunidad 5:25-6:1). *
* The Complete Dead Sea Scrolls in English [Los Rollos del Mar Muerto completos en inglés], 7 aed., trad. Geza Vermes, (Nueva York: Penguin, 2012).
Hostilidad hacia los líderes judíos
El Evangelio de Mateo exhibe una hostilidad pronunciada hacia los líderes religiosos de Israel. En los cuatro Evangelios se presenta a estas personas como oponentes de Jesús, pero el nivel de antipatía es extraordinario en Mateo. Por un lado, el Evangelio de Mateo no parece dar lugar a excepciones. Los otros Evangelios contienen ejemplos positivos de líderes judíos que no se oponen a Jesús (p. ej., Mr. 5:22; 12:28-34; 15:43; Lc. 13:31; Jn. 3:1-2), pero parece que, en Mateo, los fariseos, los saduceos, los escribas, los sacerdotes y los ancianos forman un frente unido en contra de Jesús, y todo lo que ellos hacen, dicen, piensan o creen es incorrecto.
Mateo usa frecuentemente el término «malos» para describir a estos líderes religiosos: son gente mala incapaz de hablar o pensar algo bueno (12:34; cf. 9:4; 12:39, 45; 16:4; 22:18). Esta cualidad los identifica estrechamente con Satanás, el maligno (13:19, 38-39). En todo el Evangelio de Mateo se les identifica con epítetos como «camada de víboras» (3:7; 12:34; 23:33) e «hijo del infierno» (23:15), que los caracterizan como descendientes del diablo y no como hijos de Dios. El significado de semejante identificación queda claro en una parábola que Jesús cuenta: el mundo es como un campo en el que Dios ha colocado gente potencialmente buena y en el que el diablo ha colocado gente mala (13:24-30, 36-43). Jesús identifica explícitamente a los fariseos como que están entre estas plantas «que mi Padre celestial no plantó»; no son el pueblo de Dios y serán arrancados con el tiempo (15:13, RVR60). De esa manera, en el Evangelio de Mateo (a diferencia de los otros) Jesús nunca llama a los líderes religiosos al arrepentimiento; no hace el intento de ministrarlos más de lo que lo haría con los demonios que él exorciza. Más bien, aconseja a sus discípulos a que los dejen (15:14). Ellos dan un ejemplo paradigmático de la gente que nunca entrará en el reino de los cielos (5:20), y Jesús promete que ellos no escaparán a ser sentenciados al infierno (23:33).
Los eruditos se preguntan por qué Mateo trata a estos líderes religiosos tan severamente. A menudo, se propone que él los presenta de la peor forma posible, porque está enojado con los judíos contemporáneos por rehusarse a creer en Jesús y por actuar de manera abusiva en contra de los cristianos. De esta manera, la polémica se caracteriza no solo por las tensiones históricas entre Jesús y los líderes judíos ( ca . 30), sino también por las tensiones actuales entre la iglesia de Mateo y «la sinagoga de la cuadra ( ca . 85). Esto es definitivamente posible, pero otros eruditos piensan que Mateo está más interesado en anotar un punto teológico a través de la retórica literaria de su historia. Mateo presenta a los líderes religiosos como una personificación de todo lo que está opuesto a Dios, para poder presentar la victoria de Cristo como una conquista del mal. El argumento principal de la historia no es que Jesús superara a los fariseos en varias competencias ideológicas; lo más importante es que Dios, a través de Jesús, venció a los poderes principales del mal, incluso cuando ellos triunfaron en hacer lo peor de sí mismos. Antes de dejar este punto, debemos observar que al Evangelio de Mateo con frecuencia se le ha acusado de fomentar el antisemitismo. Jesús les dice a los líderes judíos que «el reino de Dios se les quitará a ustedes» (21:43), y le dice al centurión gentil que «a los súbditos del reino [¿los judíos?] se les echará afuera, a la oscuridad» (8:12). Finalmente, presenta al pueblo de Israel como un todo, que asume la responsabilidad del asesinato de Cristo, y grita: «¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!» (27:25). Es probable que Mateo quisiera que este último versículo se leyera irónicamente: la sangre de Cristo ocasiona perdón de pecados (26:28), por lo que el pueblo judío no evoca una maldición sobre sí mismos, sino más bien ora inconscientemente por salvación (probablemente con palabras tomadas de la liturgia cristiana). Sin embargo, el versículo generalmente no se ha leído de esta forma, y la gente antisemítica a lo largo de la historia lo ha usado, así como otros textos del Evangelio de Mateo, para justificar el odio y el abuso de los judíos, caracterizándolos como «matadores de Cristo» y como gente que Dios ha condenado.
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