Tamara Gutierrez Pardo - El árbol de los elfos

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El mundo ya había dejado de ser lo que era desde hacía muchos años. Eso es lo que siempre me decía mi tía, pues yo apenas tenía recuerdos de lo que era un árbol, el mundo que yo conocía era muy distinto. Incluso mi propia tía, ya en sus años jóvenes, había visto cómo los bosques, otrora frondosos y espléndidos ante nuestros antepasados, se habían ido extinguiendo a manos de los humanos. A pesar de los avisos, de las advertencias de la Tierra, de nuestros consejos,
ellos habían desafiado a la Madre Naturaleza con u modo de vida egoísta, inconsciente y egocéntrico, la habían herido de muerte. Los elfos habían hecho todo lo que había estado en nuestra mano, pero una vez iniciado el desastre, ni siquiera nuestra magia pudo hacer nada".Me llamo Jän, y este es el escenario en el que nos hallamos los elfos hoy día. Solo un árbol mágico, guardado y oculto por nuestros ancestros a lo largo de lo siglos, el Árbol de los Elfos, puede volver a repoblar el planeta de naturaleza y vida.
Soy la guerrera ciervo, una de los trece Guerreros Elfos encargada de custodiarlo. Ese árbol es la única llave capaz de abrir el cofre de la salvación, sin embargo, Rebast no nos lo pondrá nada fácil. Ese elfo ambicioso, ávido de poder, ha invertido mucho dinero en otro planeta para poblarlo y hará todo lo posible para impedir que la Tierra renazca.Mientras, yo tengo que enfrentarme a otra batalla. Una batalla que es tan vital para mí como la de salvar a la Tierra, porque si pierdo, yo misma me extinguiré.
Una batalla por el amor. Una batalla por Noram, el guerrero zorro, el híbrido medio humano, medio elfo que es el amor de mi vida, mi amor verdadero, mi alma gemela. Una batalla contra los prejuicios, contra el pasado, contra un sorprendente descubrimiento, contra una promesa, contra la lealtad, contra el propio Noram, e incluso contra la amistad.
Una batalla que se pelea con un excitante juego cargado de erotismo y sensualidad. Un juego secreto…¿Te vienes a esta misión conmigo?¿Quieres jugar?

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Me tiré junto a ella, y toda esa cólera volvió a mutar. Al verla ensangrentada, temblorosa, apenas respirando, me invadió el terror y la agonía. No podía creerlo, esto era un mal sueño, una pesadilla.

—¡Breth, Breth, mírame! —le supliqué, llorando, girando su azulado rostro hacia mí.

Ella intentó esbozar una sonrisa y, a duras penas, alzó la mano para posarla sobre mi mejilla.

—Lugh…, no… no soy yo… No soy… tu polo opuesto… —consiguió musitar con la mirada perdida.

—Claro que no, cielo, eres mi alma gemela —le ratifiqué, agónico.

—La… la simetría… Acuérdate… de… la simetría. —Ya deliraba. Un hilo de sangre resbaló por la comisura de su labio todavía sonriente, descendiendo hasta su barbilla—. Sé… feliz. Hazlo… por mí.

—No, ¡no! —Sollocé—. ¡No me digas eso, no vas a morir!

Pero su hermoso rostro se resbaló entre mis dedos, cayendo a un lado, inerte.

—¡NOOOOOO!

Me derrumbé sobre ella, muerto en vida. Sí, porque una parte de mí acababa de morirse con Breth, con mi alma gemela, dejándome desolado.

Escuché los pasos del Gobernador cuando se acercaron, pero mantuvo un silencio respetuoso y cauto, triste.

—¡Sálvala! —le supliqué.

—Ojalá pudiera, pero sabes que no puedo hacerlo —me respondió—. Mi magia solamente funciona con enfermedades o heridas, pero no con las que causan la muerte.

Mi llanto aumentó.

—Dejémosles a solas —oí que decía al resto. Sabía que nadie iba a ser capaz de separarme de ella, de su cuerpo.

Reparé en que todos los guerreros estaban a nuestro alrededor. Había un silencio sepulcral en ellos, en el estadio, el cual estaba vacío. Todos los elfos del público habían huido como ratas. Ninguno de mis compañeros se atrevió a moverse. Alcé el semblante y miré sus caras, una a una. Estaba buscando una en concreto.

Noram estaba pálido, a pesar de su tez oscura.

—¡Apártate, maldito híbrido! —le chillé, iracundo, empujándole. Noram se cayó en el suelo, de espaldas, destrozado. Pero no me importó. Lo único que importaba era que Breth estaba muerta. Estaba muerta por salvar a ese miserable medio humano. La rabia y el dolor se aunaron para salir despedidos de mi garganta con vida propia—. ¡Todo ha sido por tu culpa! ¡Tú tenías que haber muerto, no ella!

Me volví hacia Breth, ya arrepentido por mis propias palabras, y continué con mi duelo, llorando sobre su cuerpo sin vida.

—¡Noram, espera! —escuché que gritaba Jän mientras se alejaba.

—Vamos —oí que murmuraba el Gobernador al resto de nuevo, cabizbajo.

Y el silencio y la soledad se hicieron aún más desoladores en la propia negrura de mi corazón.

2. El listado de Buscadores con sus características se encuentra al final del libro.

— ESPERANZA —

SÎTRA

El horizonte era una línea desigual, angulosa y abrupta que separaba la zona de la ciudad con el cielo del atardecer. Ambos bandos eran de colores mortecinos, casi extintos. Los edificios y rascacielos, en tonos azulados y grises, algunas veces incluso rojizos moribundos, contrastaban con el color ceniza del firmamento. Una nube perpetua de un polvo arenoso cubría la atmósfera sobre la membrana élfica que cubría la urbe; aquí dentro, en la Ciudad Oxígeno de Krabul, el aire era seco y árido, pesado, apenas fluctuaba entre los rascacielos apagados y envejecidos. Me apoyé en la barandilla siempre pulcra de esta azotea de la Atalaya Élfica, el lugar donde los elfos celebrábamos ceremonias y ritos desde nuestra migración de los bosques, ritos en ocasiones demasiado tristes, como el de hoy.

—El funeral ha sido duro —suspiró Berrof.

Sí, lo había sido. Ver al pobre Lugh derrumbándose sobre el féretro, del que no se había despegado en ningún momento, en el Cementerio de los Elfos, llorando sin consuelo mientras se aferraba a él, había sido muy duro. Habían tenido que arrancarlo casi literalmente entre varios para poder realizar el sepulcro, y cuando habían terminado de colocar la pesada losa, habían tenido que convencerle para que no la levantara.

—Ha sido horrible —musitó Lu, al hilo de mi recuerdo.

—Lugh sigue en el cementerio, y creo que se quedará allí varios días —dijo Krombo.

—Habrá que vigilarlo —opinó Mherl—. Es capaz de no comer ni beber, puede que termine cometiendo una locura.

Hubo un suspiro general y la cúpula del silencio nos cubrió herméticamente.

Un cabello azul atrapó la zona más alejada de mi campo visual, pero fue suficiente para que girara el rostro. Zheoris, la guerrera caballo de mar, estaba sola, apoyada sobre la barandilla, observando el paisaje. Parecía bastante nostálgica. Me pregunté por qué siempre era tan solitaria, pues no era una chica tímida como yo; al contrario, Zheoris era una chica atrevida, decidida, además de inteligente y brillante. Pero solitaria.

Zheoris se percató de mi miraba absorta en ella. Cuando sesgó el semblante hacia mí y me clavó sus ojos naranjas, aparté los míos, apurada.

—¿Qué va a ser de nosotros ahora? —se preguntó Krombo en voz alta.

—Ya no hay esperanza —susurró Tôrprof.

—Siempre la hay —contradijo Ela con su voz optimista y risueña de siempre—. Tiene que haberla. —Observó a Jän, pero ella tenía la mirada perdida—. ¿Cómo está Noram? —le preguntó.

Aunque lo había hecho en voz baja, Rilam se puso tenso al instante y Jän se dio cuenta. Le observó con cautela, y respondió de la misma forma.

—No sé nada de él desde que se marchó del estadio, pero no lo está pasando bien con todo esto —le respondió con un timbre roto—. Y encima Rebast es su mentor, para él ha sido todo un mazazo.

—Debió ser más responsable —criticó Rilam de repente.

Jän se volvió hacia él.

—¿Tú también le echas la culpa? —exhaló, afligida.

—Debió dejármelo a mí —escupió él, rabioso—. Nada de esto hubiera ocurrido. —Y se alejó, empujándola con su hombro.

Me quedé mirando cómo se apoyaba en la barandilla, algunos metros más alejado que Zheoris. Sentí lástima por Rilam, era un buen chico, pero también podía sentir empatía por Jän y Noram. Estaba segura de que si Jän y Noram pudieran elegir, no hubieran escogido enamorarse, pero, por suerte o por desgracia, el amor no se elegía. Yo lo sabía muy bien.

La guerrera ciervo bajó la vista al suelo. Ela rodeó su brazo para consolarla.

—Solo está dolido, no le hagas caso. Ni siquiera él cree sus propias palabras.

—Pero tiene razón —intervino Lu, mirando a Jän con dureza—. Noram es un híbrido, no tenía que haberse enfrentado a Rebast, no está preparado para combatir contra un elfo completo. Ni siquiera goza de poderes totales.

Jän levantó la vista súbitamente, se deshizo del abrazo de su amiga y se encaró con el guerrero serpiente.

—Si es un Guerrero Elfo, es por algo. Noram es mitad humano, sí, pero también es un elfo, y goza de su don como guerrero, es tan válido como cualquiera de nosotros. Es muy ágil y astuto, más que algunos de los que presumen aquí con su don y toda su magia élfica incluida.

—¿Ah, sí? Ni siquiera gana un combate de la Competición Anual.

—Porque no quiere, estúpido.

Lu frunció el ceño.

—Vale, vale, vale —terció Ela, metiéndose entre los dos. Apartó a su amiga y la miró a los ojos—. Cálmate, todos estamos un poco tensos hoy. No es el mejor día para esto.

La guerrera ciervo tomó aire para tratar de relajarse.

—Sí, tienes razón.

De pronto, el Gobernador apareció por la puerta, llamando la atención de todos, incluida la de Zheoris y Rilam en la distancia. Su faz era indescriptible. Mezclaba a la vez prisa con inquietud y urgencia.

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