Mi abuelo materno, Carlos Julio Forero Murcia era originario de Ubaté, un pueblito al norte del departamento de Cundinamarca en los límites con Boyacá y mi abuela materna María Portella Cabrera, nació en Fresno al norte del Tolima en los límites con el departamento de Caldas.
Mi abuelo era carpintero, hijo de familia adinerada y mi abuela era hija única. Por razones que desconozco la familia de mi abuela se trasladó de Fresno a Mariquita, en ese tiempo la gente hacía ese viaje a pie y antes de llegar al destino se quedaban en casa de las amistades que tenían. Cuando se trasladaron, mi abuela era tan solo una niña.
Como mi abuelo era carpintero, posiblemente atendiendo oportunidades de trabajo, viajó a Mariquita a laborar en el Ferrocarril, una empresa importante que tenía allí la base principal de mantenimiento de todas las máquinas y coches de pasajeros. Allá conoció a mi abuela, él veinte años mayor que ella y se casaron. Mi abuela leía muy bien, de forma perfecta y de aritmética sabía bastante. Ambos sabían leer y escribir perfectamente.
Mis tíos y mi mamá nunca conocieron a la familia de mi abuelo Carlos Forero, solo supieron que tenía una hermana llamada Soledad y que mucho tiempo después algunos familiares de mi abuelo vivieron en Guaduas, Cundinamarca.
En el centro: Mi Tío Alberto, a la izq. mi Mamá (Daisy) y mi Tía Bertha
Cuando comenzó a construirse la base de la Fuerza Aérea Colombiana en Palanquero municipio de Puerto Salgar Cundinamarca, mi abuelo renunció al ferrocarril de Mariquita y se fue a trabajar en la construcción de esa base aérea. Para la época la familia ya había crecido, habían nacido mi Mamá Daisy, la mayor, junto con sus hermanos Bertha, Alberto y Emita, y los seis se desplazaron hasta La Dorada donde pasaron un tiempo no muy largo.
Una vez finalizados los trabajos asignados a los carpinteros en la base aérea de Palanquero, mis abuelos y su familia se establecieron en Honda Tolima, porque vino la construcción del muelle de Caracolí, de gran importancia para la época por la navegación que tenía el Río Magdalena, ya que los barcos que venían de Barranquilla y Cartagena por el Canal del Dique llegaban hasta Honda. El gobierno de Alfonso López Pumarejo, Presidente colombiano nacido en Honda, hizo construir un muelle y mi abuelo fue uno de los trabajadores haciendo las obras de carpintería, las formaletas y posteriormente arreglando los barcos.
Al vivir en Mariquita mis abuelos fueron prósperos, tuvieron un almacén, un colmado como llamaban en la época a las tiendas de comestibles, donde vendían artículos y cosas para los campesinos. Mi abuela tenía una niñera que le ayudaba con mi tío Alberto y mi tía Emita recuerda que mi tía Bertha se comía los dulces y enseguida se metía debajo de una almohada. Aunque en Mariquita la familia pudo vivir muy bien, hubo un suceso que hizo que pasaran de la comodidad a la pobreza y tuvieran que irse a vivir a Honda. Allá pudieron reconocer la mano de Dios en la vida, en medio de las dificultades.
En Honda nació la quinta hija de mis abuelos que fue mi tía Mary y después nació mi tía Soledad. Hay distancia entre ellas porque mi abuelo, que era muy andariego se fue para Maracaibo Venezuela y después estuvo en la Guerra contra el Perú cuando Perú quería quitarle a Colombia lo que hoy es el trapecio amazónico. Hubo reclutamiento y donaciones de joyas, la gente se quitaba sus anillos para comprar armas y mi abuelo se fue para allá, él era aventurero y cuando regresó nació mi tía Soledad y luego mi tía Rafaela más conocida como mi tía Cookie. Estando así la familia, se quedó viviendo en Honda.
En la guerra Colombo-Peruana a mi abuelo le dispararon en una pierna, por eso él decía que “es una estupidez meterse uno en esas revoluciones” y aunque no tenía nada más que dar como contribución a la guerra, además de su participación directa, ofreció el par de argollas de Matrimonio. A mi Mamá le quedo muy grabado el día que él se fue porque se lo encontró en el Puente Pearson, ella llevaba la leña en la espalda y decía que él la miró con tristeza y le dijo: “pobre la Daisyta, cómo le toca de duro” y se despidieron.
Durante la ausencia de mi abuelo, mientras él luchaba en la guerra contra el Perú, mi abuela luchaba en Honda por sostener a la familia. Para mantener a todos los hijos tuvo que apoyarse en las amistades y en sus comadres, quienes le ayudaban. Mi abuela entonces, vendía quesos en la plaza traídos de Ubaté a través de un Señor de apellido Laverde que se los mandaba a Don Antonio Rubio, hoy fallecido y padrino de una de mis tías. Por la amistad y el compadrazgo, Don Antonio les dijo a mi abuelita María y a mi Mamá que se encargaran de la venta al detal de los quesos, ya que él tenía un granero muy famoso en la plaza de mercado donde llegaban Señoras muy distinguidas a mercar y a dejar sus cosas.
Plaza de Mercado de Honda (Tolima)
La vida en Honda fue muy difícil, pues mis abuelos vivían en una calle sin pavimentar llamada “Calle Nueva” sin alcantarillado, con letrinas en lugar de sanitarios, llena de ranchos de paja y solares grandes con árboles de mango adentro. Mi abuelo ya estaba trabajando en el Puerto de Caracolí y les pidieron la casa que era arrendada; en ese tiempo pagaban unos tres pesos mensuales por el arriendo, pero era difícil conseguirlos.
Mi tío Alberto debía llevarle el almuerzo a mi abuelo hasta Caracolí, que queda yendo para La Dorada y todos los días le ponían un sombrero y un portacomidas, para que caminara los tres kilómetros de distancia hasta el puerto en construcción para que el abuelo pudiera almorzar, estudiaba en la escuela pública en tanto mi tía Bertha estudiaba con las Hermanas de La Presentación debido a la amistad de mi abuela con las Monjas. Mi tío Alberto, quien hoy tiene ochenta años, actualmente queda como el hermano mayor de la familia de mi Mamá,
Las Monjas eran propietarias de un terreno llamado Praga, que tenía una casa muy modesta en una loma ubicada junto al puente ferroviario Pearson en Honda, mi abuela consiguió que las Monjas le arrendaran la casa por muy poco dinero y la familia se fue a vivir allá en la Calle Madrid en el Alto del Rosario. La casa era pequeñita, tenía dos cuartos y una sala además de una estufa de leña en la cocina. Mi abuelita María hizo mucha amistad con las Monjas, tanto que a mi Mamá le gustaba estar con ellas y se iba para allá siempre después del colegio.
Hermanas de La Presentación de Honda
Mis abuelos eran muy bravos y de mal genio, sin embargo en la crianza mi abuelo nunca golpeó a mis tías aunque sí les halaba las orejas, él consentía mucho a mi tía Bertha, a quien le decía de cariño Tica, ella se disfrazaba de mendiga y le pedía plata y él le daba. A mi tío Alberto en cambio, lo ponía a ayudarle a sembrar yuca en la casa de las Hermanas trabajando con el azadón y en algún descuido del tío o cuando no hacía algo que le había ordenado el abuelo, este le decía “¡usted no sé qué carajos!” y lo castigaba.
Mi abuela era muy católica, muy religiosa, siempre se relacionaba con las Monjas del colegio y las del hospital en Honda hasta el punto que la gente no la llamaba por su nombre y apellido sino que le decían María La de Praga, porque así se llamaba la casa que las Hermanas le arrendaron para vivir con la familia.
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