El autor de la «segunda parte», que se identifica por completo con su «santo» país, llega a proponer a Rusia (por no proponerse a sí mismo) como medicina del espíritu; así, Chichikov le propone a Platon Platonov viajar por la Santa Rusia como remedio contra el hastío y la melancolía.
Tal vez las altas expectativas patrióticas que Gogol proyectó en la continuación de su obra le llevaran a sentir al final de su vida que su «gran obra sobre Rusia» se iba a quedar, como la de Tientietnikov, en un fragmento inconcluso. Poco podría haberse imaginado que, en perspectiva, la llamada «primera parte» de Almas muertas, precisamente en razón de su carácter inconcluso, iba a marcar en buena medida el comienzo de la «gran canción» que sería la novelística rusa de los siglos XIX y XX.
GOGOL, TEÓRICO DE LA HISTORIA
La lectura de Almas muertas suscita en el lector una inmediata asociación entre la tarea de Chichikov y la tarea del historiador. Chichikov busca almas muertas, restos textuales de existencias pasadas, que cobrarán un valor nuevo desde el momento en que se viertan sobre el papel. De igual modo, el historiador centrará su labor en la recuperación de una existencia pasada, de un mundo y unas gentes ya muertas para hacerlas vivir en el papel bajo las formas de su propia imaginación.
En este sentido, en el capítulo 5, con la visita al terrateniente Sobakievich la «cuestión de la historia» pasa a primer plano. Desde las paredes del salón de Sobakievich les observan cuadros a tamaño natural en los que aparecen personajes históricos, héroes de la Guerra de Independencia griega, cuya mera visión daba miedo: «un temblor recorría el cuerpo”» (p. 183). Sobakievich, que, como dice Morson, parece respetar únicamente a los muertos (véase Morson, p. 213) [30], pues denigra a las autoridades de la ciudad mientras elogia a sus campesinos muertos, es a la vez que un adorador del pasado glorioso, un personaje que destaca por su desarrollado sentido de la memoria. Es más, parecería que su mordaz crítica del presente vendría estimulada por su ferviente adoración del pasado. Con ello, implícitamente, Gogol estaría posicionándose frente a una cierta corriente del Romanticismo obsesionada por el pasado. Sin embargo, las grietas en el personaje aparecen desde la propia descripción de los cuadros del salón, cuando «no se sabe de qué modo ni con qué objeto» aparece entre ellos uno en el que se representa a Bagration, general ruso herido en Borodino. ¿Por qué entra Bagration en medio de los héroes griegos? ¿Está recurriendo otra vez al detalle ilógico (véase Mann, pp. 485-487) que desenmascara el supuesto orden del mundo, la supuesta racionalidad del cosmos? ¿Está, tal vez, Gogol aludiendo a la arbitrariedad de las asociaciones historicistas y a la endeblez de la proyección de unos relatos históricos en otros? ¿O se trata quizá, como he dicho antes, de que en realidad Bagration es el espejo en el que el Sobakievich-historiador se proyecta [como un intruso] junto a los héroes griegos? Todas las opciones resultan plausibles e incluso complementarias. En todo caso, Chichikov acude a Sobakievich, igual que al resto de los terratenientes, con el único propósito de «sacar partido» de sus pesquisas históricas. Aunque oculto hasta el último capítulo para el lector, éste ha de presuponer que los desvelos del héroe por conseguir las almas muertas se deben a algún oscuro fin económico que, aún a esas alturas de la obra no se acierta a vislumbrar. De igual modo, el fin auténtico (íntimo) de la búsqueda del historiador es la parte menos visible de su trabajo. Ello se ve acentuado por el hecho de que la búsqueda de almas muertas le resulta al lector tan inexplicable como a los propios terratenientes con los que se entrevista (véase Morson, pp. 215-216). Ahora bien, en este sentido, el punto culminante de la obra viene cuando los interrogantes que se plantea el lector son puestos en boca de uno de los personajes: Nosdriov. En el capítulo 8, el Chichikov-historiador tendrá un encuentro fatal con el que lo dejará por completo en evidencia. «—Tú, hermano, tú, tú... no me separaré de ti hasta que no sepa para qué has comprado almas muertas» (p. 256).
Nosdriov ha sido quizás un personaje no demasiado tratado por la crítica; en cambio, como ya he señalado, contiene en sí una verdadera amalgama de papeles; es (una vez más) el autor, aunque también el lector... tal vez corrupto como él pero que no aguanta la falta de explicación de la empresa de Chichikov; a su vez, es el teórico de la historia... aquel que le plantea al historiador las cuestiones teóricas decisivas, que como señala Terry Eagleton son a menudo preguntas sencillas, directas, como las que hacen los niños («Mamá, ¿de dónde ha salido el capitalismo?»; véase p. 34). Nosdriov, personaje antipático donde los haya, desecho humano que alberga todas las corrupciones posibles, y frente al que está prevenida una sociedad (por otro lado, no mucho menos corrupta) es no obstante quien plantea directamente la cuestión más decisiva al que busca en el pasado, la cuestión por otro lado más deseada por el lector-espectador de la acción: «[...] para qué has comprado almas muertas». La pregunta de Nosdriov será el punto de inflexión de la trama. El teórico ha cuestionado el porqué de una actividad, la del historiador, cuyo sentido no se explicita en ningún momento, ni –es obligado recordar– se va a explicitar en la acción; habrá de ser el narrador cuasi-omnisciente de Gogol quien le desvele al lector la naturaleza de la búsqueda de Chichikov. Las razones, en todo caso, resultan tan mezquinas que sería imposible explicitarlas para justificar su tarea... sólo el historiador conoce las inconfesables razones de su actividad...
Si Gogol no hubiera sido un historiador y un teórico de la historia frustrado, tal vez sería exagerado plantear algunas de estas interpretaciones, pero dadas las experiencias del autor en tales campos, esta lectura parece por completo plausible. Para Fusso, es bien conocido que Gogol fracasó como historiador. Lo que no se aprecia tan a menudo es que este fracaso se halla en el centro de sus logros artísticos en Almas muertas. Esta autora plantea que, para rastrear las cuestiones históricas de la obra de Gogol, hay que indagar en su ficción (particularmente en Almas muertas), en su no-ficción (ensayos teóricos), y en el diálogo que se establece entre ambos (sobre todo en Arabescos; Арабескu, 1834-1835). Así, ella tratará de explicitar los principios fundamentales de la historiografía de Gogol y de aplicarlos al estudio de Almas muertas; tales principios no interesarán tanto como herramientas que luego aplicará a ensayos historiográficos sino como estructuras formales que desplegará en sus trabajos literarios. Gogol será uno de los pocos escritores en los que sus investigaciones historiográficas den unos frutos notables en literatura, «pues hay una profunda conexión entre los principios de su historiografía y las estrategias estéticas de su ficción» (1993, p. 5) [31].
Las lecturas de los filósofos de la historia de los siglos XVIII-XIX le aportarán a Gogol ideas decisivas de sus Almas muertas. Siguiendo a Herder, opinará que la historia sigue un plan providencial que da sentido a todos los elementos aparentemente dispersos o que la geografía es clave para explicar muchas cosas de las que la historia no puede dar cuenta, pues determina el carácter de las gentes y, por tanto, sus costumbres, sus gobiernos y sus leyes... [32]. Como quien ha fijado a cada pueblo en su sitio es la Providencia, lo que tienen que hacer los profesores de Historia es contribuir a preservar el orden político establecido en cada geografía, pues es obra de Dios. De ese modo, si el gobierno es algo sagrado, el patriotismo es también un resultado de la visión providencialista del mundo. Ésa es también la concepción de Almas muertas, donde la vasta geografía rusa transmite su gigantismo a las personas y cosas que la habitan y a sus expectativas (veáse Fusso, p. 9).
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