UNA NUEVA EDICIÓN DE ALMAS MUERTAS
Tal como ha llegado hasta nosotros Almas muertas es algo más parecido a un mecano que a una obra como tal. Junto a una «primera parte» completa se ha publicado siempre una «segunda» que, a no ser por los enormes vacíos que uno se encuentra en el texto, presenta una apariencia externa equiparable a la anterior. No obstante, los criterios por los que se han regido innumerables ediciones de todo el mundo [35], aunque tienden a ser homogéneos, no dejan por ello de ser discutibles.
Por un lado, la mayoría pretende hacer primar el sentido de obra «entera». Por ejemplo, la edición inglesa de Guerney (véase Gogol, 1997), tan alabada por Nabokov, resulta un interesante trabajo de patchwork, que manipula el texto original a su gusto para ofrecer un «producto» lo más redondo, lo más «completo» posible. Ahora bien, Guerney no sólo reforma a su gusto la compleja e incompleta «segunda parte» llevando a cabo una fusión muy personal de los dos borradores conservados sino que su reconstrucción afecta incluso a la «primera parte», que acaba teniendo doce capítulos en lugar de once.
En la mayoría de esas ediciones tiende a incluirse: a) la «primera parte» completa, con la versión primigenia (no censurada) de La historia del capitán Kopieikin, y b) la denominada «segunda parte» o tomo II, en su versión última.
Lo que se suele editar como «segunda parte» no son otra cosa que restos de dos borradores: el más antiguo en el tiempo (incompleto) es el denominado «“Uno de los últimos capítulos”», que suele ir precedido en todas las ediciones por cuatro capítulos (también incompletos), que pertenecen a una redacción posterior.
Ahora bien, tanto del titulado «“Uno de los últimos capítulos”» como de los otros cuatro hay dos versiones: una primigenia, que sería la base del manuscrito, que recoge lo que posteriormente se tachó de él y elimina los añadidos ulteriores; y otra, lógicamente más tardía, recompuesta a partir del texto original no tachado o tan sólo algo alterado y los añadidos en los márgenes y en los espacios interlineares. Es decir, lo que a menudo se denomina «segunda parte» de Almas muertas son dos borradores con dos niveles de lectura cada uno. Las tachaduras son, por suerte, líneas tan sutiles que permiten por lo general la lectura perfecta del texto subyacente; ellas han permitido el establecimiento de las dos versiones de la «segunda parte», que a menudo se ofrecen en el mercado editorial según los gustos de editores y traductores.
Ante esto, cabe hacer algunas reflexiones. Dejando de lado los proyectos ideales y las versiones dejadas a la crítica de la lumbre, Almas muertas como tal, es SÓLO lo que suele conocerse como «Parte I». Los torsos (en dos versiones) conservados de un proyecto, seguramente temprano, de «Parte II» no pueden considerarse a la altura de la «Parte I», ni en cuanto al estilo (muy poco pulido, ¡menos de lo habitual!, con errores perdonables sólo por su condición de borrador [36]) ni en cuanto a la propia estructura: apenas son unos pocos capítulos, en los que la mayor parte de la acción ha de ser imaginada.
La forma más honesta de presentar este texto [37]es, para mí, la de ofrecer lo que se ha conocido como «primera parte» (con la versión primigenia original, luego censurada, del Kopieikin) e incluir el resto de los materiales en una serie de anexos: 1) la versión más antigua de la «segunda parte»; 2) la versión más moderna; y 3) la versión tolerada por la censura del Kopieikin (decisiva como síntoma de algunas de las derivas posteriores del autor). Esta solución vendría avalada por la opinión de una de las grandes especialistas gogolianas de la actualidad, Susanne Fusso. Para ella, son muchos los críticos que han suspirado por la continuación de la «primera parte» de Almas muertas; es más, esa continuación emprendida pero destruida y no conservada ha «poseído», en cierta medida, a la propia «primera parte» terminada.
Es mi propósito [...] demostrar que Almas muertas [se refiere a la «primera parte»] es un trabajo acabado según las leyes de la forma gogoliana. La promesa incumplida de completitud, cuando se lee no en términos biográficos sino en términos literarios, es un aparato que protege al texto frente a soluciones limpias y frente a interpretaciones fijas. No es sólo Chichikov el que escapa al final de Almas muertas; la propia novela escapa del deseo de los lectores (y del autor) de que se dé una última palabra. (Fusso, p. 102.)
De este modo, para mí también Almas muertas es lo que se ha conocido como «primera parte».
No obstante, alguien podrá preguntarse por qué incluir los dos torsos de la «segunda parte». En mi opinión, hacerlo: 1) permite ver la evolución creativa, ideológica y mental del autor; en ese sentido, se trata de unos materiales imprescindibles para el conocimiento y el análisis de una de las experiencias decisivas de la literatura universal; 2) permite no privilegiar a ninguno de los dos torsos, puesto que el autor acabó por desechar los dos y, lo que es más definitivo, por dos veces (1845 y 1852) arrojó al fuego sendas versiones completas de esa «segunda parte»; y 3) el lector español tiene un amplio material gogoliano para conocer y disfrutar.
Frente a la publicación ordinaria en nuestro país del último torso como «segunda parte» de Almas muertas, acceder al torso más antiguo conservado supone rellenar algunos de los huecos que deja el otro torso y resolver ciertos problemas temáticos de la versión posterior.
La composición final de la «segunda parte» en nuestra edición será la siguiente:
1. Anexo 1
a. -Borrador I de los cuatro primeros capítulos sobre el que se hicieron las correcciones que originaron el Anexo 2.
b. -Borrador I del titulado «Uno de los últimos capítulos», que pertenecería a una redacción anterior al borrador de los otros cuatro (véase el apartado siguiente). Si se yuxtapone (como el correspondiente en el Anexo 2) a los otros cuatro capítulos, es para no complicar aún más el puzle gogoliano de Almas muertas [38].
2. Anexo 2
a. -Borrador II de los cuatro primeros capítulos, realizado sobre el borrador del Anexo 1.
b. -Borrador II del titulado «Uno de los últimos capítulos», realizado sobre el borrador correspondiente del Anexo 1.
3. Anexo 3
a. -Versión de La historia del capitán Kopieikin, reescrita por el propio autor con el fin de sortear la censura petersburguesa y, a la sazón, versión que apareció de ese fragmento en la primera edición de la obra [39].
Con esta edición, queremos acercarnos a una suerte de edición ideal del texto de Gogol, decisivo en la historia de la literatura de los dos últimos siglos pero editado de forma vacilante e imprecisa.
Cronología de los borradores de la «segunda parte»
Una de las pistas para determinar a qué época de la creación gogoliana pertenecen los borradores de la «segunda parte» es el nombre del terrateniente que, en nuestra edición (y en la mayoría), queda unificado bajo el nombre de Kostansoglo. En el primer borrador de los cuatro primeros capítulos, aparece como Skudronsoglo y luego, en la corrección (más tardía) como Kostansoglo. En la redacción base de «Uno de los últimos capítulos», aparecerá como Poponsoglo y como Gobrosoglo, para luego aparecer en la corrección posterior, de forma idéntica a los otros cuatro capítulos, como Kostansoglo. Hay que hacer notar que, en esa misma versión del capítulo final, a otro personaje, Tientietnikov (nombre definitivo en los cuatro capítulos anteriores) se lo denomina como Dierpiennikov; de ahí, se deduce que «Uno de los últimos capítulos» pertenece a una redacción previa a los otros cuatro capítulos). Los editores soviéticos de las Obras Completas, Chulkov y Danilov, sostienen también esta hipótesis, pese a plantear que, en ello, existe discrepancia (véase Собранuе сочuненuŭ, 5, p. 612). Para M. B. Jrapchienko, por su parte, los testimonios de los íntimos del autor, Alieksandra Smirnova y Liev Arnoldi, demostrarían que habría muchas diferencias entre los borradores publicados y la versión final de la «segunda parte» que conocieron directamente, luego quemada por el autor poco antes de su muerte en 1852; incluso propone que el bloque de cuatro capítulos (y sus correcciones) sería anterior al titulado «Uno de los últimos capítulos». Esos cuatro primeros capítulos datarían del último periodo de la redacción de la «primera parte» de Almas muertas [40], mientras que el restante sería del periodo que va entre 1843 y 1845. Jrapchienko funda su afirmación ante todo en el análisis del contenido ideológico y de las particularidades literarias del texto, aunque también dice ampararse en los testimonios de coetáneos de Gogol que escucharon su lectura tardía de algunos capítulos de la «segunda parte»: Smirnova, Arnoldi o Aksakov. Lo cierto es que en los recuerdos de Alieksandra Smirnova, ¡de 1849!, tras una lectura de Gogol en Kaluga, aparecen reflexiones sobre Tientietnikov, Kostansoglo y Murasov (nombres más definitivos que se conservan para esos personajes; véase Собранuе сочuненuŭ, 5, p. 613). Resulta difícil pensar que el titulado «Uno de los últimos capítulos» sea posterior a 1849, variando hacia Dierpiennikov... ni siquiera Jrapchienko lo admitiría pues, como se ha visto, data el manuscrito entre 1843 y 1845.
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