En primera instancia, el nuevo sujeto debe construir una idea provisional sobre todo el mundo social, incluyendo el trabajo que desarrolla. Esta idea provisional del mundo le obliga a pensar como relativo todo aquello que hace y construye, pues está destinado a la desaparición vertiginosa que imponen los cambios sociales. En este sentido, el individuo no tiene ya los cimientos firmes sobre los que generaciones anteriores construyeron su proyecto vital y dieron sentido a sus vidas. Lo anterior, crea un vacío de sentido en el ser humano que sólo es suplido por la sed de aventura y sentido del riesgo que construye para poder vivir.
En un mundo laboral constantemente cambiante, el individuo está destinado a circular de forma permanente entre uno y otro trabajo, entre uno y otro proyecto. Así, lo que hoy ha aprendido y acumulado en este empleo mañana tiende a volverse relativo, poco útil o hasta perjudicial para la nueva situación laboral. Es entonces cuando desaprender lo anteriormente aprendido cobra un valor mayor que el mismo aprendizaje dado que los conocimientos anteriores resultan incómodos para la nueva situación (sennet, 2000).
Asimismo, la diversidad y disimilitud de proyectos por los que circula el individuo hace que éste no sólo deba desaprender lo anterior, sino que además sea capaz de aprender a aprender por sí mismo. se hace cada vez más necesario que el nuevo sujeto posea las herramientas cognitivas que le permitan acceder por su propia cuenta a los nuevos conocimientos necesarios, apropiarlos adecuadamente y determinar en qué medida su autoaprendizaje ha tenido éxito o no. El sujeto del aprender a aprender necesita dosis mínimas de capacitación, pues ha construido las herramientas y estrategias necesarias y las porta consigo a cada proyecto.
sennett (2006) ha mostrado en varios trabajos la forma como el capitalismo mudó su estructura valorativa en las últimas décadas. La seguridad y estabilidad tan añorada antiguamente ha sido cambiada por el vértigo y la excitación que genera el desafío, la lealtad a la empresa premiada a mediano y largo plazo ha sido sustituida en los nuevos trabajadores por la búsqueda incesante de nuevos trabajos desafiantes, excitantes y mejor remunerados. Los esfuerzos que antes hacía el trabajador calificado por mantener su puesto de trabajo ahora han sido trasladados a la empresa para retenerlo. Éstos son, sin lugar a duda, contextos diferentes para la reflexión sobre la ética profesional.
DE LA MODERNIDAD A LA POSMODERNIDAD
La modernidad, esa forma de pensar que construyó Occidente desde el Renacimiento, fue hasta hace muy poco el sustrato cultural a partir del cual actuó la sociedad capitalista. Las ideas de los renacentistas, complementadas con la ilustración y los subsiguientes momentos de la modernidad, contribuyeron a la construcción de un mundo en el que los grandes metarrelatos orientaban al sujeto hacia la construcción de proyectos de vida con un sentido claro.
La ciencia, como herramienta para comprender e intervenir la realidad, fue constituyéndose en uno de los elementos centrales de esta forma de pensamiento. Asimismo, la consecución de la sociedad liberal en la cual la iniciativa y el progreso eran las herramientas de construcción de un mundo mejor animaron los proyectos de los seres humanos. Las religiones con su promesa salvadora y con la propuesta de una sociedad menos desigual continuaron ya sin tono hegemónico, pero otorgando un norte desde el cual organizar la existencia y la acción. El marxismo, con su relato de la sociedad sin clases, dotó de sentido la vida y la lucha de los menos favorecidos (Vattimo, 2003).
Pero, los sucesos de medio siglo han puesto todo entre comillas, han puesto una interrogación fuerte sobre su potencialidad total. Los descubrimientos de la física cuántica, a la vez que Austwitch, han sembrado la sospecha sobre la ciencia; el aumento de la pobreza y la marginación han generado el pesimismo sobre la utopía de un capitalismo con rostro humano. Por su parte, las religiones se han quedado cortas en las respuestas a sus angustiados feligreses y el marxismo realmente construido ha colapsado en medio de las revoluciones de terciopelo y la caída del muro.
Ante la crisis de los metarrelatos, han emergido voces que pregonan la muerte de dios, la del hombre, la de la ciencia, etc. Estos sepultureros de la modernidad argumentan la imposibilidad de un mundo con sentido, más allá de que en el tiempo y el espacio determinado puedan construirse. Son los hombres de la posmodernidad que fundan una nueva forma de pensar que dicen contiene a la modernidad o por lo menos a su proyecto irrealizado (Baudrillard, 1985).
La unicidad del sujeto moderno ha sido disparada en miles de átomos; podríamos hablar no sólo de un sujeto, sino también de múltiples sujetos que conviven en él, pues no contiene un metarrelato que los articule y les otorgue sentido y dirección. Este sujeto múltiple toma de cada relato lo que pueda gustarle o convenirle, según la ocasión y el momento, y con ello construir los discursos necesarios para su accionar. La coherencia entre uno y otro sujeto no es ya un problema, pues acepta que para sobrevivir necesita multiplicarse.
Por esta misma razón este sujeto no aspira a unas máximas morales que había extraído de los metarelatos a los que se encontraba adherido. Los grandes imperativos exigibles otrora han sido reconsiderados y en su lugar se ha puesto un mecanismo de concertación valorativa y moral de carácter mínimo que le permite al individuo globalizado construir acuerdos personales y grupales para asegurar las condiciones básicas para la realización del proyecto productivo. Una ética consensuada entre los actores sin mediación de los metarrelatos se ha presentado como el esquema hegemónico (Cortina, 1995).
La inoperancia de un sujeto totalmente coherente ha traído cambios sustanciales en las relaciones humanas, a la vez que ha deshomogenizado las prácticas culturales, ha ido construyendo formas culturales de carácter híbrido que se asumen utilizando ya no el metarrelato, sino los informes de los mass media. De esta forma, el mediorrelato orienta hoy por hoy las formas culturales que asume el sujeto. En este sentido, el sujeto posmoderno no sólo es construido desde los medios, sino que también su construcción y mutación adquieren sentidos permanentes.
Sin duda, el mundo profesional se ve afectado por todo esto. Los valores antes fundantes del comportamiento humano, que derivaban de la adopción de ciertos metarrelatos, ha sufrido un proceso de relativización y en el mundo posmoderno se hace cada vez más importante acudir a ellos como fuente del comportamiento ético en la empresa. Cada día el acuerdo y el consenso de los valores y las normas de comportamiento van sustituyendo los ideales que la modernidad establecía tan claramente. Las ideas, actitudes y prácticas posmodernas van copando cada vez más los espacios sociales, la vida profesional no tendría por qué ser una excepción.
REFERENCIAS
Ahumada, C. (1996). El modelo neoliberal y su impacto en la sociedad colombiana. Buenos Aires: El Ancora.
Baudrillard, J.E. (1985). La post modernidad. Barcelona: Kayros.
Bauman, Z. (1999). La globalización: consecuencias humanas. Barcelona: Fondo de Cultura Económica.
Bell, D. (1973). El advenimiento de la Sociedad Post industrial. Madrid: Alizanza Universidad.
Blazquez, N. (2000). El desafío ético de la información. salamanca: san Esteban.
Carretero, M.E. (1994). Cognitivean instruccionalproccesesin Historyand thesocial sciences. Hillsdale, New Jersey: Lawrwence Eralbawn.
Castells, M. (1995). La ciudad informacional: tecnologías de la información, reestructuración económica y el proceso urbano-regional. Madrid: Alianza.
Coriat, B. (1992). El talle y el robot: ensayos sobre el fordismo y la producción en masa en la era de la electrónica. México: Siglo XXI Editores.
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