Iván Fernando Mejía Correa - La compasión en la antropología teológica.

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La compasión en la antropología teológica.: краткое содержание, описание и аннотация

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Este libro busca profundizar en el estudio de la compasión a partir de los conceptos de imagen y semejanza. Muestra cómo este tema dinamiza tales conceptos y posibilita un diálogo iluminador en el interior del discurso teológico. A través del método genético evolutivo o progresivo, se analiza la compasión, que se constituye en una realidad poliédrica que permea toda la teología.

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Si el mundo es un receptáculo de las almas y el hombre ha mudado por todo lo que en él hay, lógicamente, no será la de Empédocles la mirada fría de los fisiólogos griegos la forma en la que este se relaciona con el cosmos. Al contrario, una mirada que hermana al hombre con cuanto está en la tierra, sabiendo que lo que ve el hombre es, fue y ha sido él55.

La línea de la filosofía griega que ha desarrollado algún tipo de reflexión, o mención al menos, acerca de la compasión conduce a Platón y Aristóteles. No ocupa esta categoría un espacio nuclear, determinante, como ocurre con otros conceptos e ideas de estos filósofos, pero —como sucede con los temas sobre los que ha versado su reflexión— sus ideas siempre resultan iluminadoras, además de ser la fuente primaria de la que emana casi toda reflexión especulativa.

La parquedad con que abordaron la compasión no pasó inadvertida al cardenal Kasper:

La filosofía antigua se ocupó ya pronto del tema de la compasión. La valoración de la compasión fue controvertida desde el principio. Ya Platón anticipó en gran parte críticas posteriores. Al enternecimiento por compasión contrapuso la conducta determinada por la razón y justicia. (…) Aristóteles sostiene, por el contrario, una visión positiva de la compasión. Es probable el primero que ofrece una especie de definición de ella. Explica que la experiencia del sufrimiento inmerecido de otra persona nos afecta porque ese mismo mal podría advertirnos a nosotros. Por tanto, en la compasión del sufrimiento ajeno resuena la simpatía en su sentido originario56.

En todo caso, resulta mucho más cercana a nuestros días la posición que asumió Aristóteles sobre la compasión. El Estagirita habla de esta en varios de sus escritos, uno de ellos el libro II de la Poética. En este tratado, la compasión es descrita como aquello trágico, como un mal destructivo que se reconoce como posible en la vida propia. En otras palabras, la condición falible del otro prójimo que tropieza y que soporta penalidades cuando no las merece, hace emerger un sentimiento de identificación, pues se reconoce que los mismos peligros manifiestos pueden en cualquier momento posarse sobre quien actúa como espectador:

Sea, pues, la compasión un cierto pesar por la aparición de un mal destructivo y penoso en quien no lo merece, que también cabría esperar que lo padeciera uno mismo o alguno de nuestros allegados, y ello además cuando se muestra próximo; porque es claro que el que está a punto de sentir compasión necesariamente ha de estar en la situación de creer que él mismo o alguno de sus allegados van a sufrir un mal y un mal como el que se ha dicho en la definición, o semejante, o muy parecido57.

Valga decir que no todo hecho que manifieste penalidad conduce a un sentimiento compasivo, pero sí que todo sentimiento compasivo surge de un hecho calamitoso que padece quien no ha hecho nada para soportarlo y que pone a prueba las posibilidades que ofrece la condición propia. Con todo, líneas más adelante aclarará Aristóteles que no todos los hombres son capaces de tal sentimiento: excluye a los que piensan que ya lo han sufrido todo, y a los soberbios, que identifica como hombres henchidos de orgullo (hybris).

Más aún: el hecho de que para que exista en el ser humano un temor hacia lo que puede dañar o causar un profundo malestar en la propia vida necesite primero de un reconocimiento de cierto tipo de virtudes que se denominan como deseables y buenas, deja ver que ha de existir una valoración positiva del hombre para luego crear un juicio sobre la compasión:

Se es compasivo, además, sólo si se cree que existen personas honradas, porque el que a nadie considere así pensará que todos son dignos de sufrir un daño. Y también, en general, cuando uno se halla en la disposición de acordarse de que a él mismo o a ‘alguno’ de los suyos les han acontecido cosas de la misma naturaleza, o en la de esperar que, igualmente a él, o a alguno de los suyos, les pueden llegar a suceder58.

Ahora bien, como señaló Kasper, el tratamiento que dio Platón a la compasión difiere de la posición de Aristóteles. Para empezar, la compasión se entiende desde el modelo de gobierno que Platón propone en La república. Allí asume como modelo predilecto de las sociedades aquella donde la justicia ocupa un lugar primordial, es decir, donde el individuo puede trabajar en la perfección de su virtud al mismo tiempo que cada clase social se ejercita en la misma práctica59, y cada quien recibe lo que merece.

De todo ello resulta una sociedad equilibrada, una sociedad donde todos pueden realizar la plenitud de su ser. De manera lógica, si el Estado encuentra su equilibrio en la perfección de la virtud de cada individuo y si la sociedad mantiene su equilibrio en la disposición de cada clase a realizar lo que le corresponde, el desorden o incumplimiento de una clase o de un individuo desarmonizará la unidad orgánica de la sociedad: “Lo equitativo y lo indulgente respecto de lo perfecto y exacto son infracciones contra la recta justicia, cuando suceden”60. Queda claro, pues, que el obrar en contra de lo que mantiene cohesionada a la sociedad es un grave oprobio contra el establecimiento, por lo cual para Platón no deben permitirse acciones que violen ni transgredan el imperio de esta virtud suprema.

Es justamente en este punto donde la compasión toma forma como un tema de problemática social en la más estricta observancia platónica. Ante la desarticulación producida por la ruptura del orden, vendrá a ser la condena o el castigo el medio a través del cual se busca enmendar y rectificar el orden de la sociedad. Pero no se trata de un castigo impuesto sin ningún tipo de reflexión ni a salvo de varias problemáticas. Debatiendo Sócrates en el Gorgias sobre si el mal que hace el hombre es voluntario o involuntario, recuerda a Calicles la posición que él y Polo habían asumido: “¿Crees o no que nos hemos visto forzados por la razón Polo y yo en la conversación anterior, cuando nos pusimos de acuerdo en que nadie obra mal voluntariamente, sino que todos los que obran injustamente lo hacen contra su voluntad?”61.

Llevaría esta posición a la idea de que no podría caer pena ni castigo sobre un hombre, ya que la falta que comete no ha nacido de su voluntad, pero nada más alejado de la idea de Platón. La compasión, en efecto, no es el medio de escape de quien ha sobrepasado los límites fijados por la justicia:

El injusto y el que sufre algún mal son completamente dignos de compasión. Es posible apiadarse del que tiene males curables y, refrenando el ánimo, suavizarlo y despojarlo de su apasionamiento y exasperación femenina, pero hay que descargar la ira con el completa e incorregiblemente vicioso y malo62.

Así pues, la compasión no es vista por Platón como una acción deseable, dado que su ejecución nace como menoscabo a la integración social que funda todo su engranaje en la justicia. Esta supremacía de la justicia no sería producto solo del tratamiento reflexivo que merecen todos los asuntos relacionados con la polis, sino que aparece expresada en la vida de Sócrates, tal y como puede leerse en la Apología:

Aparte de la reputación, atenienses, tampoco me parece justo suplicar a los jueces y quedar absuelto por haber suplicado, sino que lo justo es informarlos y persuadirlos. Pues no está sentado el juez para conceder por favor lo justo, sino para juzgar; además, ha jurado no hacer favor a los que le parezca, sino juzgar con arreglo a las leyes. Por tanto, es necesario que nosotros no nos acostumbremos a jurar en falso y que vosotros no os acostumbréis, pues ni unos ni otros obraríamos piadosamente.63

De este modo, es digno de una estima más alta quien asume su defensa mediante el recurso a la defensa racional, que aquel que busca despertar compasión en quienes lo juzgan. La misma dinámica que ha tomado Platón se observa en el estoicismo64. Allí sospecha de la actitud de la compasión y de los sentimientos derivados de esta. No obstante, la mera afirmación no basta para entender la visión que el estoicismo tiene de esta categoría; es imperativo entender la visión que esta filosofía asume sobre las pasiones65.

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