En los años previos a la conquista, el territorio que ahora es México se hallaba dividido en dos grandes áreas geográficas bautizadas así por los historiadores del siglo XX: Aridoamérica y Mesoamérica. La primera de éstas se hallaba prácticamente despoblada con sólo algunas tribus nativas cuyo modo de vida era nómada, y resolvían sus necesidades mediante la caza y, de ser posible, la pesca. Así, el modo de supervivencia de estos grupos hacía de los transportes una actividad necesaria, a pesar de que eran los humanos quienes se desplazaban por su propio pie hacia las fuentes de alimentación.
Por otro lado, los antiguos habitantes de nuestro país no contaban con el beneficio de la rueda. Esto al parecer no era por falta de conocimientos tecnológicos, dado que se ha descubierto que se le daba otros usos, sino más bien a las ya descritas condiciones geográficas y a la falta de bestias de tiro. 1 Por lo tanto, antes de la conquista española los productos se transportaban sobre las espaldas de hombres llamados tamemes. 2 Estos individuos llevaban artículos en recipientes de bejuco entretejido llamados petlacalli (caja tejida de caña y cubierta de cuero), el cual era sostenido con mecapales. Al parecer, los tamemes formaban parte de un grupo que desde la niñez era entrenado para llevar bultos; su trabajo era hereditario, aunque había tamemes que cargaban como forma de tributo. El oficio de tameme era considerado honroso y lo desempeñaba gente de baja condición social. 3
El trabajo de los tamemes era terrible, ya que debían transportar sobre sus espaldas bultos de peso considerable (aproximadamente 25 kg) a distancias de 21 a 28 km sorteando caminos pedregosos y llenos de tropiezos. 4 Aunque las cifras anteriores, basadas en los testimonios de Bernal Díaz del Castillo, han sido cuestionadas, es indudable que los tamemes eran un grupo de trabajo especializado y muy necesario en la economía de su época.
Estos trabajadores estaban organizados en distritos políticos, de manera que debían transportar lo que los caciques locales les ordenaran. 5 En la mayoría de los casos, los tamemes recibían un pago por desempeñar su trabajo; sin embargo, había excepciones cuando se trataba de transportar el tributo a la cabecera del distrito; en este caso el porteo era parte de la contribución. 6
Esta organización garantizaba una red uniforme de transporte a lo largo de las tierras dominadas por los mexicas en el periodo inmediatamente previo a la conquista. Se desplazaban de la cabecera de su distrito a la del adyacente, lo cual permitía un trayecto más sencillo y centralizado que si se hubiera realizado de límite a límite de cada distrito: esto último habría implicado la necesidad de estacionar tamemes en los límites de los caminos principales, lo que significaba mayor costo y complicación. Cabe señalar que esta práctica de transporte local tenía sus excepciones, que se relacionaban al parecer con el uso de tamemes para el porteo en distancias largas. Estas excepciones se daban, por ejemplo, cuando se transportaba el tributo del centro de una provincia hasta Tenochtitlan; cuando se desplazaban materiales para obras públicas, o cuando se asistía al comercio de los pochtécatl (que eran los mercaderes aztecas). 7
La forma como se organizaba el trabajo de los tamemes obedecía al hecho físico de que el peso y la distancia guardan una relación inversa, de ahí que para cargas pesadas, la distancia obligaba el uso de varios porteadores. Así, mediante relevos, cada uno de ellos cubría un tramo similar de camino. Por otro lado, la organización exigía que se les abasteciera regularmente para evitar que cargaran con su propio alimento. En este sentido, los comerciantes (pochtécatl) se encargaban no sólo de mantener los caminos en buen estado sino también de establecer cortijos a lo largo de las rutas para el abastecimiento y relevo de los porteadores. 8 Con este esquema, es probable que la utilización de tamemes se extendiera de manera sorprendente a medida que creció el Imperio mexica y prueba de ello es la afirmación de Clavijero quien señalaba que: "había infinita gente destinada a la carga". 9
Si bien los antiguos mexicanos echaron mano de las pocas medidas con las que contaban para extender sus áreas de soporte alimentario, la falta de condiciones tecnológicas en materia de transporte terrestre, aunque no limitó las dimensiones de las ciudades, sí implicó una menor área de abastecimiento. 10 Quizá la única excepción fue la capital mexica, Tenochtitlan, la cual pudo agrandar su área de soporte alimentario por el sistema lacustre que la rodeaba, aprovechándolo tanto desde el punto de vista de la producción como de los transportes. En cuanto a la producción, los habitantes de Tenochtitlan supieron aprovechar los lagos de agua dulce, que eran los del sur del valle, desarrollando el sistema de chinampas. En materia de transporte acuático los mexicas se valieron del sistema de lagos, ante la imposibilidad de disponer de áreas de cultivo cercanas a su isla, haciendo uso de canoas para el transporte de productos desde la orilla hasta el centro mismo de la ciudad.
Por supuesto, también había calzadas que llevaban a la capital mexica o que comunicaban áreas cercanas. Eran nueve y de variada longitud; su altura era de cinco metros y medían alrededor de siete metros de ancho. 11 Cabe agregar que estas calzadas sirvieron tanto para el transporte de productos y agua como para separar las aguas dulces de las saladas y regular el nivel de cada uno de los lagos. 12
En vista de que no se contaba con bestias de carga, el modo de transporte terrestre prehispánico era tecnológicamente distinto al de los años posteriores. Se sabe, por ejemplo, que los antiguos mexicanos conocían la utilidad de la rueda como facilitadora del transporte, pues en la costa del Golfo se han hallado juguetes que utilizaban este invento. 13 Por otro lado, tampoco se puede suponer que, debido a la incapacidad tecnológica, las distintas regiones del espacio mesoamericano se hayan visto obligadas a ser autosuficientes. Tanto el Imperio azteca como otros de épocas anteriores y contemporáneas, tenían acceso a productos originados en otras regiones gracias al comercio y al tributo, siendo ambos sistemas de una complejidad tal que garantizaba el flujo regular de bienes. 14 Por supuesto, el abasto de estos productos obedecía a las condiciones de transporte, de forma que los de menor peso y mayor valor (conchas, plumas, joyas y algunas pieles) provenían de regiones más apartadas que los de menor valor y densidad. Sin embargo, el abasto no siempre dependía exclusivamente de las condiciones de transporte; más importante aún era la satisfacción a toda costa de las necesidades básicas de la población. Por ejemplo, se ha descubierto que en el Soconusco, dada la incapacidad de las tierras para la agricultura, las producciones económicas predominantes fueron la manufactura de piezas de cerámica y la pesca; esto obligaba a los habitantes de esa región al intercambio y, por lo tanto, al transporte. 15
Pero a pesar de las necesidades, es probable que sin el contacto con el Viejo Mundo las civilizaciones mesoamericanas pronto se hubieran visto económicamente estranguladas por las limitaciones naturales de sus medios de transporte terrestre. Quizás esto no ocupara la mente de los hombres y mujeres de la época, dadas sus propias formas de percibir el progreso económico. Desde el punto de vista actual, empero, en 1521 la civilización prehispánica se hallaba cercana a sus límites de crecimiento.
Dado que desde hace varios milenios el territorio que ahora ocupa la república mexicana carece de cuerpos de agua capaces de soportar embarcaciones de siquiera mediana envergadura, el desarrollo de los medios acuáticos de transporte en el México prehispánico obedeció a dos factores. Por una parte, al hecho de que la capital mexica se hallaba sobre un lago, y por la otra a las necesidades de diversos grupos sociales prehispánicos de intercambiar sus productos mediante el uso de las costas mesoamericanas.
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