La Gloria de Cristo
John Owen
Publicado por:
Publicaciones Faro de Gracia
P.O. Box 1043
Graham, NC 27253
ISBN: 978-1-629461-66-3
Este libro fue traducido de una versión abreviada en inglés titulada: “The Glory of Christ”, publicado por Grace Publications Trust y en su versión original en inglés por Banner of Truth Trust. El título de la versión original en inglés es: Meditations on the Glory of Christ .
Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por Grace Baptist Mission (139 Grosvenor Avenue; London N52NH England) y The Banner of Truth Trust (3 Murrayfield Road; Edinburgh, EH12 6EL Scotland) para traducir e imprimir este libro al español.
Traducción realizada por Omar Ibáñez Negrete y Thomas R. Montgomery.
© Copyright. Derechos Reservados para la traducción al español.
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio – electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro – excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.
© Salvo que se indique lo contrario, las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
Contenido
INTRODUCCIÓN
CAPITULO 1 La Gloria de Cristo como la Única Manifestación de Dios para los Creyentes
CAPITULO 2 La Gloria de Cristo Manifestada por el Misterio de Sus Dos Naturalezas
CAPITULO 3 La Gloria de Cristo como Mediador: I. Su Humillación
CAPITULO 4 La Gloria de Cristo como Mediador: II. Su Amor
CAPITULO 5 La Gloria de Cristo como Mediador: III. Su Obediencia
CAPITULO 6 La Gloria de Cristo como Mediador: IV. Su Exaltación
CAPITULO 7 La Gloria de Cristo Ilustrada en el Antiguo Testamento
CAPITULO 8 La Gloria de Cristo en Su Unión con la Iglesia
CAPITULO 9 La Gloria de Cristo Mostrada en Darse a Sí Mismo a los Creyentes
CAPITULO 10 La Gloria de Cristo Manifestada en Reunir Todas las Cosas en Sí Mismo
CAPITULO 11 La Diferencia entre la Contemplación Presente por la Fe de la Gloria de Cristo y lo que Veremos en el Cielo
CAPITULO 12 Otra Diferencia entre la Contemplación Presente por la Fe de la Gloria de Cristo y lo que Veremos en el Cielo
CAPITULO 13 Más Diferencias entre la Contemplación Presente por la Fe de la Gloria de Cristo y lo que Veremos en el Cielo
CAPITULO 14 Un Llamado Urgente a Todos Aquellos que Todavía no son Creyentes Verdaderos en Cristo
CAPITULO 15 ¿Cómo Pueden los Cristianos Encontrar Gracia Fresca para Renovar sus Vidas Espirituales?
Otros títulos de esta serie
La Gloria de Cristo
John Owen
“Para que vean mi gloria” (John 17:24)
El sumo sacerdote bajo el Antiguo Testamento, habiendo hecho los sacrificios requeridos en el día de la propiciación, entró al lugar santísimo con sus manos llenas de incienso de un dulce olor, el cual puso en el fuego delante del Señor. Así, el gran sumo sacerdote de la Iglesia, nuestro Señor Jesucristo, habiéndose ofrecido por nuestros pecados, entró en el cielo con el dulce aroma de sus oraciones a favor de Su pueblo. Su deseo eterno por la salvación de Su pueblo se manifiesta en el versículo citado al principio: “Padre... quiero... que vean mi gloria” (John 17:24). José pidió a sus hermanos que contaran a Su padre acerca de su gloria en Egipto: “Haréis, pues, saber a mi padre toda mi gloria en Egipto...” (Génesis 45:13). Esto lo hizo José, no para vanagloriarse, sino para dar a su padre el gozo de saber acerca de su elevada posición en Egipto. Así Cristo deseaba que los discípulos vieran Su gloria, para que estuvieran satisfechos y disfrutaran de la plenitud de esta bendición para siempre.
Habiendo conocido Su amor, el corazón del creyente siempre estará inquieto hasta que vea la gloria de Cristo. El punto culminante de todas las peticiones que Cristo hace a favor de sus discípulos (en este capítulo 17) es que vean Su gloria. Entonces yo afirmo que uno de los beneficios más grandes para el creyente en este mundo y en el venidero es la consideración de la gloria de Cristo.
Desde el comienzo del cristianismo, nunca ha habido tanta oposición directa hacia la naturaleza (divina y humana) y la gloria de Cristo como la que existe actualmente. Es el deber de todos aquellos que aman al Señor Jesús dar testimonio (según su capacidad) de Su naturaleza única y de Su gloria. Por lo tanto, quisiera fortalecer la fe de los creyentes verdaderos demostrando que el ver la gloria de Cristo es una de las experiencias y uno de los más grandes privilegios posibles en este mundo y en el venidero. Ahora en esta vida al contemplar la gloria de Cristo, somos transformados en Su semejanza (vea 2 Corintios 3:18). En la vida venidera, seremos semejantes a El porque le veremos tal como El es (vea 1 John 3:2). Este conocimiento continuo de Cristo es la vida y la recompensa para nuestras almas. Aquel que ha visto a Cristo, ha visto al Padre; la luz del conocimiento de la gloria de Dios es vista solamente en la faz de Jesucristo (vea John 14:9 y 2 Corintios 4:6).
Hay dos maneras para ver la gloria de Cristo: Ahora en este mundo por medio de la fe, y en el cielo por la vista para toda la eternidad. Es de la segunda manera a la que Cristo se refiere en Su oración (la oración registrada en Juan 17). Cristo pide que sus discípulos estén con El (en el cielo) y que vean Su gloria. Pero una visión de Su gloria en este mundo por medio de la fe también está implícita, y expongo las siguientes razones por las cuales enfatizo esto:
1. En la vida venidera, ningún hombre verá la gloria de Cristo, a menos que la haya visto por la fe en esta vida. Es necesario que seamos preparados para la gloria por medio de la gracia, y que por medio de la fe seamos preparados para ver a Cristo con nuestra vista. Algunas personas que no tienen la fe verdadera se imaginan que verán la gloria de Cristo en el cielo, pero se están engañando a sí mismas. Los apóstoles vieron esta gloria, “Gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (John 1:14). Esta no fue una gloria mundana como la que poseen los reyes o el papa. Aunque Cristo creó todas las cosas, Él no tuvo donde reclinar Su cabeza. No había ninguna gloria inusual o hermosura en Su apariencia como hombre. Su rostro y Su apariencia fueron desfiguradas más que la de los hijos de los hombres (Isaías 52:14 y 53:2). Tampoco se podía ver en este mundo la plena manifestación de la gloria de Su naturaleza divina. Entonces ¿Cómo pudieron ver los apóstoles Su gloria? La vieron por medio del entendimiento espiritual de la fe. Al verlo como lleno de gracia y de verdad, y al ver lo que hizo y lo que habló, “le recibieron y creyeron en su nombre” (John 1:12). Aquellos que no poseían esta fe no vieron ninguna gloria en Cristo.
2. La gloria de Cristo está mucho más allá del alcance de nuestro presente entendimiento humano. No podemos mirar directamente al sol sin quedar ciegos y no podemos con nuestros ojos naturales tener ninguna visión verdadera de Cristo en el cielo; esa gloria sólo puede ser conocida por medio de la fe. Aquellos que hablan o escriben acerca de la inmortalidad del alma pero que no tienen ningún conocimiento de la vida de fe, en realidad no saben de lo que están hablando. Hay aquellos también que usan imágenes, crucifijos, ídolos y música, en un vano intento por adorar algo que se imaginan como la gloria de Dios, debido a que no tienen ningún entendimiento espiritual de la verdadera gloria de Cristo. Solamente el entendimiento por medio de la fe nos dará una idea verdadera de la gloria de Cristo y creará en nosotros el deseo por disfrutarla plenamente en el cielo.
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