—Relajate —le digo, con una sonrisa pícara.
Nos sentamos los tres en una mesa en un lugar privilegiado para ver el concierto.
Hablan Fidel y Dai entre ellos, la cara de Fidel es de enamorado, ella le reprocha algunas cosas del pasado. Yo miro al escenario expectante, hoy es noche de jazz, género perfecto para la voz de Denise.
Me llega un vaso de boca ancha con bourbon, sin hielo.
—Cortesía —dice el camarero.
Me sudan un poco las manos mientras me dejo llevar por la música, la melodía se fusiona con la voz de Denise.
Sale de las sombras como por arte de magia, con un vestido rojo acampanado corto, zapatos color beige, las uñas a tono con los zapatos, los labios de un color rosa muy sutil, morena, el pelo negro totalmente recogido con bucles en las puntas, los ojos negros brillantes, con una sombra que resalta aún más su belleza.
Desaparece todo menos ella.
Termina el show y todo aparece de nuevo.
Giro la cabeza y veo a Fidel y Daiana hablando amenamente, me dirijo al baño, cuando vuelvo, Fidel y Daiana no están, Denise está en la barra sentada, con un shot de tequila.
Me acerco a la mesa, agarro el bourbon y me dirijo a ella.
—Sos fantástica —le digo con total sinceridad.
—Gracias —me dice y toma un trago.
Me cuenta que Fidel fue a llevar a la casa a Daiana, que no vuelve.
—Me contás algo de vos, ¿detective? —se reclina para mirarme a los ojos.
—Te puedo contar en primer lugar que no soy detective.
Nos reímos juntos.
—¿Qué y quién sos? —me pregunta con el codo apoyado en la barra, llevándose la mano cerrada y sosteniéndose el mentón.
—Yo me llamo Mateo Jesús Lobos, soy periodista de poca fama, tengo 36 años, y en mi otro trabajo, el que conocés, hago investigaciones sofisticadas para ayudar a la justicia.
—Un superhéroe —me sigue mirando con atención.
No puedo dejar de mirarla, creo que es mutuo.
—Tengo papá y mamá separados, dos hermanos que viven con mi mamá. Me gusta mucho la música.
Me freno un instante.
—Contame de vos.
Soy Denise Añez, tengo 29 años, trabajo en el Mediterráneo, soy cantante en las noches y estudio veterinaria durante todo el tiempo en el que no hago las otras tareas.
—Interesante.
Hablamos casi dos horas seguidas sin parar, hablamos de todo un poco, puedo notar cierto interés de parte de los dos de atraernos, una energía fuerte y cálida nos envuelve.
—Bueno, me voy a casa.
—Te llevo, por favor.
—No, gracias, me voy con mi grupo de amigas — me dice al tiempo que señala una mesa en donde están dos o tres mujeres—. Me gustó.
—A mí también.
Pega un salto del banco alto de la barra, me da un beso en la mejilla y se dirige a la mesa señalada. Me gusta ella.
En el momento en que me subo al auto, me llega un mensaje de Santiago, el compañero de Fidel, con los datos del falso testigo que incriminaba a Trejo. Datos, trabajos del pasado, foto de perfil, y demás.
Llego a casa y confecciono una ficha de él, trato de encontrarle un lugar en el cuadro de la pizarra.
Francisco Mansur, 43 años, hoy operario de la empresa Vieytes S. A. de transporte. Entre sus trabajos anteriores, hay dos que me llaman la atención. Su primer trabajo fue vinculado a las telecomunicaciones, y el segundo, un puesto muy alto en una empresa textil. Cargos de mucha mayor jerarquía que el actual, en el que se desempeña de chofer.
Tengo que saber a quién responde este hombre, si Trejo no tiene que ver con el crimen, es obvio que alguien lo mandó para desviar la investigación.
Es tarde, momento de descansar.
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