Claro está, y repito el concepto volcado anteriormente, que toda emoción es la consecuencia directa de un pensamiento. Necesariamente para que cada una de las emociones descriptas tenga lugar, necesitamos alojar, con carácter previo, un pensamiento en nuestra mente que la dispare o que la convoque.
Los pensamientos que aparecen son de todos los colores, tamaños y gustos. Y generalmente tenemos la convicción de que no podemos controlarlos y que el estado en el que nos encontramos, es algo inevitable y no hay manera de vivirlo de otro modo. Estamos convencidos, de hecho, de que no hay manera de vivirlo sin ese sufrimiento que nos atraviesa el alma y que creemos viene obligatoriamente junto a la experiencia de separación.
Claro que una ruptura de pareja implica dolor y cuanto más intensa y significativa haya sido para mí la relación dicho dolor es directamente proporcional, pero creo también que no necesariamente conlleva un sufrimiento, a pesar de ser esto lo que habitualmente sucede y se vivencia. Porque sufrir, aunque no podamos apreciarlo en este momento, es una decisión que tomamos nosotros frente al dolor percibido. Pero existen muchas otras decisiones posibles que ya iremos descubriendo.
Frente a esta situación y a esta variedad de pensamientos y emociones, empezamos a actuar frente a nuestra realidad. Y muchas veces, casi impulsivamente creemos que la solución la podemos encontrar fuera de nosotros.
Esa sensación de vacío, que lo representamos como un agujero en nuestro interior, requiere urgentemente, de acuerdo a nuestra percepción, ser cubierto, ser tapado. Y en nuestra búsqueda externa, ensayamos librarnos de esa sensación de vacío con todo tipo de tapas o tapones exteriores.
Buscamos a otra persona que nos haga olvidarlo u olvidarla, nos aferramos a la disputa patrimonial con nuestro o nuestra ex para intentar complicarle su vida diaria y así vengarnos, dificultamos la relación de nuestra ex pareja con los hijos comunes, investigamos y perseguimos a nuestra ex pareja en redes sociales para “analizar” las que queremos entender como “verdaderas” causas de la ruptura, posteamos fotos en redes sociales dirigidas a nuestra ex pareja de modo indirecto para “mostrarle” que nos encontramos bien; en definitiva, nos escapamos, nos resistimos, nos mentimos, hacemos daño, pretendemos quitarnos toda responsabilidad por lo ocurrido, y hacemos de cuenta –y lo sabemos bien- que nada tuvimos que ver con la ruptura y que la decisión de nuestra ex pareja, al no elegirnos más, fue absolutamente errónea e injusta.
Todas estas, respuestas desde el ego que se siente herido y que necesita, como siempre hace el ego, echar “la culpa” de la situación sobre el otro. Entonces no tomamos la parte de responsabilidad que es nuestra y, mucho menos, tomamos la manija de nuestra reconstrucción personal.
El ego siempre se rige por el miedo de no ser suficientemente bueno como para ser amado y aceptado.
Sumado a estas conductas de escape y en la búsqueda en el exterior a uno mismo del modo de superar la situación, resulta muy habitual, generalmente por el integrante de la pareja que se sintió “dejado o abandonado” por el otro, que éste último se obsesione con la necesidad de recuperar la relación con su ex.
Esta necesidad de recuperar a un ex, se expresa de acuerdo al apego y la dependencia que hemos desarrollado para con el otro.
Intentamos solventar necesidades emocionales con otra persona, en este caso, la más cercana, la pareja. La dependencia emocional se sustenta en creencias distorsionadas acerca del amor, de la vida en pareja, por las que concluimos con facilidad que, ante la falta del otro, nos sentimos insatisfechos y frustrados.
Y entre medio de todas las emociones que describimos previamente, comienza a aparecer una emoción que potencia todas las otras y aumenta su negatividad y daño. La ansiedad por resolver ese futuro incierto que nos exhibe la ausencia fatal del otro. Incorporamos una dosis letal de ansiedad a éste cúmulo de vivencias, y la necesidad de recuperar a nuestra ex pareja se vuelve una obsesión.
Quiero dedicarle unas líneas a este caso puntual porque es de los más habituales y con un alto poder de daño sobre la autoestima y la autoconfianza. Además de ello, nos ubica en un estado de victimismo, donde entendemos que la única forma de trascender la situación con la que estamos lidiando, vendrá de un tercero. De un cambio de postura de un tercero más precisamente.
De la mano de ese pensamiento, y como si nos faltara combustible para activar aún más nuestro estado, nos encontramos frente a un sinnúmero de gurúes, que en redes sociales pretenden darnos una estrategia infalible para recuperar al supuesto amor de nuestra vida, que nos dejó.
Nos aconsejan cómo dirigirnos a ellos, cómo escribirles mensajes de texto, cómo tratarlos en redes sociales, cómo captar su interés, cómo hacerlos sufrir, y la lista sigue, nutriendo un campo vastísimo de eventuales soluciones externas a problemas reales o a problemas autogestados y sustentados en una obsesión.
Ante nuestra fragilidad, propia de un estado como el post ruptura, nos entregamos a ese juego, y empezamos a analizar qué cosas que hice o no hice pudieron haberle disgustado al otro, qué tipo de conductas tuve para con el otro durante el vínculo, cuándo fui justo o injusto, cuándo fui bueno o malo, qué tipo de conductas debo llevar a cabo para lograr que el otro perciba que se equivocó, que tomó una decisión pésima dejándome, y cómo hacer para que mi ex pareja se desespere por volver a mi lado.
Claro que todo se vuelve una suerte de competencia, de blanco o negro, de marcada dualidad.
Difícilmente podamos comprender en ese momento, que todos los aspectos barajados son también parte de la verdad completa de la situación.
Esta mecánica obsesiva, me priva la posibilidad de contemplar con amor y cuidado a mi ser interior, con el afán de crecer y aprender, de enfrentarme a mí mismo con humildad para detectar qué aspectos personales necesitan de mi atención y cuidado, qué aspectos debo reparar y trascender. Focalizo en el otro y dejo de atender qué pasa conmigo. Busco en ese otro la única solución para superar el sufrimiento que estoy experimentando.
Lamentablemente en este momento de desesperación por recuperar al otro, por acto reflejo, realizamos una suerte de check list a vuelo de pájaro de nuestras actitudes para con nuestra ex pareja, de nuestras conductas y “errores”, para desde allí, establecer una estrategia, basada claramente en manipular al otro, para así reconquistarlo.
Creo que podemos claramente apreciar cómo estamos depositando fuera de nosotros, una supuesta solución al vacío que sentimos dentro.
Pensemos juntos. Si dejamos en manos de otro (ahora ex pareja) la decisión que nos devolvería, o quitaría la felicidad eterna, difícilmente logremos la calma ¿No te parece? Porque estaríamos siempre como observadores de nuestra propia realidad. Observadores y expectantes de que un tercero aparezca y haga y deshaga con nuestra vida lo que decida. No seremos motores activadores de cambio alguno. No seremos constructores de nuestra vida. No seremos capaces de hacernos cargo de nosotros y en suma de brindarnos esa tranquilidad y confianza de un capitán de barco que pilotea una nave, de la que es responsable, en medio de la tormenta.
¿Qué preferirías en medio de la tormenta? Ser ese capitán que analizando el entorno y con base a su percepción y conocimientos pilotea la situación dejando todo de sí porque se le va la vida en ello, o simplemente un capitán que, sin dejar de padecer y sufrir la cruda tormenta que lo circunda, espera las instrucciones que por radio le indican, o espera ese helicóptero de rescate que no sabemos si llegará, o incluso espera rendido que la tormenta desaparezca.
Читать дальше