José Manuel Lucía Megías - Y se llamaban Mahmud y Ayaz

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Y se llamaban Mahmud y Ayaz: краткое содержание, описание и аннотация

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La historia trágica del amor de dos adolescentes, Mahmud y Ayaz, se cuenta en este extenso poema con una intensidad que, no solo recupera los destellos del deseo, las trampas del miedo y de la prohibición, sino el poder de ensalmo de la poesía. El ensalmador se planta ante nosotros y cada vez que recita, los convoca, no para que regresen, sino para que no olvidemos que fue también necesario nuestro silencio. Ensalmo que también tiene en su interior la cura de una herida que enfrentamos como humanidad, para que la belleza revelada en el poema nos convierta también en oración. Porque así, no los olvidamos…

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Lucía Megías, José Manuel, 1967-

Y se llamaban Mahmud y Ayaz: seis voces en el silencio / José Manuel

Lucía Megías. -- Medellín: Editorial EAFIT, 2019

96 p.; 19 cm. -- (Colección Otramina)

ISBN 978-958-720-573-2

1. Poesía española. I.Tít. II. Serie

861 cd 23 ed.

L937

Universidad EAFIT – Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas

Y se llamaban Mahmud y Ayaz

(Seis voces en el silencio)

Colección Otramina

A cargo de Darío Jaramillo Agudelo

Primera edición: abril de 2019

© José Manuel Lucía Megías

© Editorial EAFIT

Carrera 49 No. 7 sur - 50

Tel.: 261 95 23, Medellín

http://www.eafit.edu.co/fondoeditorial

Correo electrónico: fonedit@eafit.edu.co

ISBN: 978-958-720-573-2

Universidad EAFIT | Vigilada Mineducación. Reconocimiento como Universidad: Decreto Número 759, del 6 de mayo de 1971, de la Presidencia de la República de Colombia. Reconocimiento personería jurídica: Número 75, del 28 de junio de 1960, expedida por la Gobernación de Antioquia. Acreditada institucionalmente por el Ministerio de Educación Nacional hasta el 2026, mediante Resolución 2158 emitida el 13 de febrero de 2018.

Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio o con cualquier propósito, sin la autorización escrita de la editoral.

Diseño epub:

Hipertexto – Netizen Digital Solutions

Y se llamaban Mahmud y Ayaz

(Seis voces en el silencio)

Amigo, levántate,

hemos estado aquí ya mucho tiempo

y ¿vamos a dormir eternamente?

Ibn Šuhayd

(992-1035)

Entre muertos inmóviles, soy el único vivo,

el único despierto en un tiempo que duerme

Abū l-Aşbag Ibn al-Jatī´b

(Finales del siglo iv de la Hégira = siglo x)

No nos dejéis solos

Arsham Parsi

(2006, Director ejecutivo de

Iranian Queer Organization)

Contenido

Y se llamaban Mahmud y Ayaz Y tenían tan solo 17 años Y se llamaban Mahmud y Ayaz, y tenían tan solo 17 años, y fueron ahorcados un 19 de julio. No lo olvidemos. Su historia debía haberse escrito con otros titulares, con otras fotografías. Pero no fue así. Llegaron llorando a la plaza. En la furgoneta de su angustia, llorando las lágrimas que no derramarán de viejos. (Como tantos otros, yo he visto las fotografías). Y llegaron como dos cachorros asustados, temblando entre el frío de tantas miradas, ante el abismo del final de su vida, antes incluso de haber intentado imaginarla.

Y tú siempre me decías: Y tú siempre me decías: “Llegará un día en que nuestras manos no tengan que esconderse bajo las mesas, en que no sea necesario mentirse y quedar encadenados por anillos de bodas y por contratos forzados y por banquetes de hiel”.

Dos jóvenes Dos jóvenes. Perseguidos en sus miradas. Espiados en sus susurros. Asesinados por su deseo.

¿Por qué se ha detenido nuestro tiempo? ¿Por qué se ha detenido nuestro tiempo? ¿Por qué el polvo de las aceras llena de dudas mis pasos, esos en los que busco tus huellas, esas que se evaporan con el soplo cotidiano de las citas y de los atascos? Desierto con semáforos y pasos de cebra. Ciudad sin fronteras ni horizontes. Semilla sin tierra y tierra sin el mar de tu sonrisa.

Fueron necesarios cuatro brazos Fueron necesarios cuatro brazos y una soga ajena a su cobardía. Fueron necesarios dos hombres que escondieran sus corrompidos gestos tras el anonimato de un pañuelo. Fue necesario un juicio y la rápida sentencia de muerte. Y nuestro silencio, no lo olvidemos. Fue también necesario nuestro silencio.

Caen las llaves Caen las llaves. Caen mientras la puerta se abre. Lenta. Lenta. Lentamente… … en caída libre. Y el estallido metálico resuena por toda la casa. No hay nadie. No hay nada. Los pocos muebles no ahogan el eco y en el abismo de las paredes cuelgan las huellas de otras vidas, de otros cuadros, la geografía geométrica del polvo y de la miseria compartida. En esta misma habitación vivieron mis padres y mi hermana mayor, la hermana que nunca encontró marido. En esta misma habitación te amé una noche, siempre desde aquella única noche. En esta misma habitación te perdí. Para siempre.

Y se llamaban Mahmud y Ayaz Y se llamaban Mahmud y Ayaz. Repitamos sus nombres hasta quedarnos sin labios. Mahmud, Ayaz. Mahmud, Ayaz… Recordemos su edad: esos 17 años que no serán jamás la sombra de un recuerdo, esos 18 que no les dejaron celebrar. Su historia tenía que haberse escrito con la tinta anónima de tantas otras vidas, con el guion ambicioso de la felicidad que vamos escribiendo en las esquinas interrogantes con las sorpresas cotidianas. Pero no fue así.

Y tú siempre me decías: Y tú siempre me decías: “Algún día veremos amanecer juntos. Tu cabeza sobre mi pecho y mis dedos acariciando tu frente, y mis labios sobre tus labios, y los primeros rayos de la mañana resucitando la silueta de nuestros cuerpos”.

¿Por qué amarte es siempre perderte

Fueron necesarias dos grúas

¿Dónde encontrarte ahora, corazón mío,

Y tú siempre me decías:

Dos jóvenes

Irán se ha llenado de grúas

¿Por qué no recordar nuestras sonrisas

Y se caen las llaves una vez más

Y se llamaban Mahmud y Ayaz Y tenían tan solo 17 años

Fueron necesarias declaraciones en el altar

Y tú siempre me decías:

¿Cuántas veces habías pasado antes por mi lado?

¿Por qué, siendo tú todo, solo tú,

Dos verdugos. Dos infames verdugos

Hoy han levantado una nueva grúa

Y tú siempre me decías:

Fue necesario que se mirara a otro lado,

Morir. Morir. Morir

¿Por qué aceptar que nuestra habitación

Hoy me ha detenido la policía

Y tú siempre me decías:

¿Para qué seguir viviendo

Morir. Morir. Morir

Dos jóvenes

Y se llamaban Mahmud y Ayaz Y tenían tan solo 17 años

¿A dónde debería ir a buscarte, a salvarte, corazón mío,

Fue necesario que los dedos asesinos

Y tú siempre me decías:

¿Por qué se ha detenido nuestro tiempo,

Morir. Morir. Morir

Y mi silencio es vuestra soga

Me dijeron que te fuiste lejos

Y tú siempre me decías:

Morir. Morir. Morir

¿Dónde recuperarte el gesto justo que yo te negué,

Conservo una de tus camisetas,

Fue necesario que olvidáramos,

Y tú siempre me decías:

Morir. Morir. Morir

Dos jóvenes

Me encuentro sin fuerzas

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