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IGNORAMOS NUESTRA CARNE Y SANGRE
Sabemos que no debemos descuidar a los demás, sin embargo ignoramos a nuestra conciencia y lo hacemos de todos modos. Esta negligencia cobra su forma más peligrosa cuando conducimos de forma distraída.
Enviar mensajes de texto y conducir es un hábito muy común, las estadísticas se han vuelto canónicas. Hablar por teléfono mientras vas conduciendo te hace cuatro veces más propenso a tener un accidente, pero enviar mensajes mientras conduces aumenta las posibilidades de tener un accidente veintitrés veces. Si asumimos que un conductor no mira al frente en el tiempo promedio que le toma enviar un mensaje (4,6 segundos) a una velocidad de 90 kilómetros por hora, está recorriendo ciegamente la distancia de un campo de futbol. Enviar mensajes y conducir es tan irresponsable que cuarenta y seis de los cincuenta estados de los Estados Unidos lo han prohibido.
Pero ni siquiera estas estadísticas han parado esta distracción necia e imprudente. Apenas y rasguñan la superficie del problema. Así mismo, las leyes que condenan enviar mensajes y conducir han tenido poco impacto. Un estudio de la University of Michigan concluyó que las leyes en contra de enviar mensajes y conducir, en realidad pueden estar causando un aumento en los accidentes más serios ocasionados por enviar mensajes y conducir 83.
POR QUÉ LAS LEYES NO FUNCIONAN
¿Por qué no funcionan las leyes? ¿Y por qué los accidentes fatales por enviar mensajes y conducir han aumentado?
El periodista Matt Richtel escribió A Deadly Wandering [Una distracción mortal] para responder a estas preguntas después de investigar un accidente en 2006 ocasionado por un estudiante universitario que estaba enviando un mensaje mientras conducía cuando su auto se desvió y chocó con un vehículo que venía en la dirección contraria, matando a dos personas 84. Richtel recuenta el trágico accidente, sigue las consecuencias en el juicio y hace preguntas relevantes acerca de nuestras obligaciones legales por mantener una concentración integral en esta era digital.
Al final, Richtel apunta el dedo acusador por conducir distraídamente a las compañías en telecomunicaciones. Somos bombardeados con mensajes opuestos, dice. Por ejemplo, en el 2013, el gigante de las telecomunicaciones AT&T lanzó el comercial “Dizzy”, un corto publicitario de 30 segundos que presenta a cuatro niños pequeños sentados en una mesa respondiendo a la pregunta de un moderador. “¿Qué es mejor?” pregunta, “¿hacer una cosa a la vez o dos cosas a la vez?” Por supuesto, los niños gritan la respuesta obvia: “Dos”, No es complicado, nos dice el comercial. Incluso los niños saben que hacer dos cosas es mejor.
Al mismo tiempo, AT&T también estaba financiando al famoso documentalista Werner Herzog en su película en contra de enviar mensajes y conducir, From One Second to the Next [De un segundo a otro], como parte de la impresionante campaña y página web “Puede esperar” de AT&T. Cerca de ocho millones de conductores han hecho la promesa “de mantener los ojos al volante y no en el teléfono” 85.
Así que debemos preguntarnos: ¿Lograr hacer dos cosas a la vez es realmente una respuesta predeterminada que cualquier niño puede contestar? No, no es tan sencillo.
Pero creo que hay una explicación aún más sencilla de por qué las leyes no funcionan. Como cualquier profesor de preparatoria podrá decirte, somos criaturas creativas a la hora de ocultar el uso de nuestros teléfonos. Las leyes que prohíben enviar mensajes y conducir son casi inaplicables, pero los Estados que son más duros solo hacen la práctica más clandestina. En un auto puedes enviar un mensaje de texto con tu pulgar debajo del nivel de la ventana, fuera del alcance de la mirada de los que están afuera. Entre más duro reprime la policía enviar mensajes y conducir, más bajan los teléfonos, y entre más abajo están los teléfonos, más lejos está la atención del conductor al volante, necesita un poco más de tiempo para leer y enviar mensajes de texto, y más tiempo para reorientar su atención al conducir. Por lo tanto, entre más duro sea el intento por detener la práctica de enviar mensajes y conducir, más encubierto (y peligroso) resulta enviar mensajes, y más serios resultan los accidentes.
Si las leyes, la policía, y las multas no pueden detener la práctica de enviar mensajes y conducir, la solución debe ser sangrienta – y lo es. Campañas publicitarias gráficas muestran qué tan rápido un conductor descuidado puede escribir y conducir hacia una destrucción sin palabras en la vida de otros conductores. Anuncios del servicio público recrean las colisiones en cámara lenta, con el vidrio quebrándose, el metal crujiendo y el sacudimiento de cuerpos humanos. Esos anuncios reflejan la verdadera causa de enviar mensajes y conducir – una falta de conciencia de la sangre y carne que rebasamos en las calles cada día.
UNA PERSPECTIVA CRISTIANA
Conducir un vehículo junto a otros vehículos que vienen en dirección contraria siempre es peligroso. Conducimos un bloque de acero y vidrio de 1,5 toneladas (o un todoterreno de 2,25 toneladas) a velocidades muy altas, casi siempre con muy poca separación a excepción de la raya pintada en el pavimento. Errores de milésimas de segundo se convierten rápidamente en tragedias irreversibles y remordimientos de por vida. Las herramientas que usamos en nuestra vida diaria ponen a los demás en un camino peligroso, y una distracción puede cambiar la vida de los demás para siempre 86. Enviar mensajes mientras conducimos y vivir el resto de nuestras vidas con la sangre de inocentes en nuestras manos está más estrechamente ligado de lo que nos gusta pensar.
Aquello que la ley no puede evitar, la Sagrada Escritura lo describe como asuntos del corazón. Jesús redujo la vida cristiana a dos preguntas básicas: “¿Cómo amo a Dios?” Y ”¿Cómo amo a mi prójimo?” 87. Y cuando le pidieron a Jesús que definiera “prójimo” apuntó al camino 88. En la era digital (así como fue verdad en la era no digital) las personas y las preocupaciones remotas pueden distraer nuestra atención de forma indebida, cegándonos a las necesidades inmediatas alrededor de nosotros. Mientras conducimos, nuestros teléfonos suenan, nuestros cerebros reciben una inyección de dopamina, y en muchas ocasiones nuestras decisiones expresan nuestra indiferencia hacia nuestro prójimo. Asumimos que podemos ignorar a las personas que sí vemos para preocuparnos por las personas que no vemos, pero esa idea es perturbadora 89.
Pecamos con nuestros teléfonos cuando ignoramos a nuestro prójimo en la calle, los extraños con quienes compartimos el pavimento.
IRA VIRAL
Enviar mensajes y conducir es un ejemplo del punto principal de este capítulo. Somos muy rápidos en creer la mentira de que podemos vivir una existencia dividida, dedicándonos a nuestros teléfonos mientras ignoramos a los demás.
Un segundo ejemplo de esta fractura son nuestros conflictos en línea.
Nuestros cuerpos nos distinguen los unos de los otros y marcan nuestra existencia en el mundo. En el mundo digital perdemos este importante punto de referencia 90. Perdemos de vista al otro y cuando lo hacemos, la ira surge con mayor rapidez.
Somos más propensos a arder de ira contra otros pantalla a pantalla que cara a cara, y los investigadores le llaman a este comportamiento “ira anónima”. El vapor de la ira encuentra una salida fácil en las palabras tecleadas en nuestros teléfonos. Ahora resulta muy conveniente dejar escapar la ira en público. Por encima de esto, existen otros tres culpables: “anonimato relativo, una falta de autoridad y consecuencias, e introyección de solipsismo – la teoría que dice que, subconscientemente, hablar a través de computadora puede hacernos pensar que estamos hablando más con nosotros mismos que con personas reales”. En otras palabras, “Resulta muy difícil ligar las palabras en una pantalla con la realidad de que existe un ser humano que vive y respira del otro lado de la conexión.” 91La ira en línea es una consecuencia de la división en nuestras vidas – nuestra atención está dividida, nuestras mentes están divididas, y nuestras identidades digitales están separadas de nuestra carne y sangre.
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