1 ...8 9 10 12 13 14 ...19 Sacudí la cabeza.
—Ya no. Pero sabe que sobrevivimos a la masacre en el templo. Y sabe que iremos a las islas del Clan de la Luna para detenerlo. Está tratando de retrasarnos o evitar que sigamos. Éste es el lugar más probable adonde vendríamos para buscar transporte.
—Entonces, esto es por nosotros —dijo Yumeko en voz baja.
—No —la doncella del santuario frunció el ceño y siguió con voz firme—: Esto es porque Genno es un demente sin respeto por la vida humana. Una razón más por la que debe ser detenido —echó un vistazo hacia la entrada y su oscura mirada se entrecerró—. Necesitamos llegar a los muelles. Tal vez todavía haya un barco que pueda llevarnos a las islas Tsuki.
—¿Se irán? —la mujer con la niña se movió hacia delante, su voz y sus ojos desesperados—. No, por favor, ¡no pueden dejarnos así! Nosotros no somos guerreros. Los muertos nos matarán a todos si nos encuentran aquí. Deben ayudarnos.
—Lo lamento —la miko sacudió la cabeza y añadió con voz comprensiva—: Pero sólo somos cinco y no tenemos tiempo. Rezaré a los kami por su seguridad, pero nosotros no podemos ofrecer ayuda.
—Tenemos que ayudarlos, Reika ojou-san.
Esto, por supuesto, provenía de Yumeko, quien se acercó a la doncella del santuario con expresión suplicante.
—Somos los responsables de este desastre —argumentó—. Genno desató este mal aquí para detenernos. No podemos abandonar a estas personas a su suerte.
—Yumeko —la voz de la miko ya no sonaba tan comprensiva cuando miró a la kitsune—. No podemos luchar contra un pueblo entero de muertos vivientes. Incluso si de alguna manera pudiéramos derrotarlos a todos, eso nos tomaría demasiado tiempo, y Genno ya tiene gran ventaja sobre nosotros.
—¿Qué pasaría si detenemos la fuente? —preguntó Yumeko, y me miró—. Esto es magia de sangre, ¿cierto? ¿Hay un hechizo o un talismán que esté causando que los muertos resuciten? ¿Podríamos terminar con la maldición de esa manera?
Una vez más, todos los ojos se volvieron hacia mí. Incómodo ante el escrutinio, me crucé de brazos.
—Esto es magia de sangre —confirmé—. Y con una maldición tan fuerte, el aquelarre tendría que estar cerca para mantener el hechizo activo. Elimina a los brujos, y el hechizo terminará. Los muertos volverán a estar muertos.
—Pero no sabemos dónde están los magos —dijo la doncella del santuario—. Podrían estar en cualquier parte de este pueblo.
—Sí —concedí—, pero la mayor concentración de magia de sangre es hacia dónde los muertos serán atraídos. Por lo tanto, el área repleta de cadáveres es donde los encontraremos.
—Los muelles —jadeó la campesina—. El almacén. Todos los muertos vienen de esa dirección. Los brujos deben estar allí. Por favor… —juntó las manos y nos miró con esperanza—. Por favor, ¿nos salvarán? Sálvennos de esta maldición. Se los ruego.
—Tenemos que ir allá de cualquier forma, Reika ojou-san —dijo Yumeko, negándose a perder el ánimo mientras la doncella del santuario la fulminaba con la mirada—. Tan sólo nos ocuparemos de un aquelarre de magos de sangre en el camino.
La miko dejó escapar un suspiro largo y exasperado.
—Supongo que no tenemos otra opción ahora —murmuró, y nos miró al resto—. Si todos los demás están de acuerdo…
—Por supuesto —confirmó el noble de inmediato—. Éstas no son mis tierras, pero lo que se ha hecho aquí es blasfemo y una afrenta al Imperio. La magia de sangre se castiga con la muerte, y aquéllos que se involucran en esa oscuridad pierden la vida. Con mucho gusto libraré al Imperio de tal maldad.
El ronin se encogió de hombros.
—Bueno, no tengo adónde más ir —dijo—. Luchar contra hordas de muertos parece una forma divertida de pasar una noche. A menos que votemos por quedarnos aquí para asegurarnos de que no se desperdicie el sake… ¿No? Bien, entonces iremos por los magos de sangre.
Yumeko me miró.
—¿Tatsumi?
—Estoy contigo, Yumeko —respondí simplemente—. Sólo apunta en qué dirección y me aseguraré de que mueran.
La doncella del santuario sacudió la cabeza y luego se volvió hacia los campesinos.
—¿Tal vez hay una puerta trasera por la que podamos colarnos? —preguntó—. ¿Para evitar atraer la atención de los muertos afuera?
Algunos de ellos asintieron.
—Por aquí —dijo la mujer, y nos condujo a través de la casa de sake hasta una puerta al final de un almacén—. Esto conduce al callejón entre la casa de sake y el restaurante de al lado —nos dijo en voz baja—. Desde aquí, los muelles están al oeste, y el almacén se encuentra en el extremo sur del muelle. Tengan cuidado.
—Haremos todo lo posible —dijo Yumeko.
La mujer agarró la manga de Yumeko.
—Gracias —susurró—. Gracias. Que los kami los protejan a todos.
Ella se alejó con rapidez y nos dejó solos en la oscura habitación. La miko dejó escapar otro suspiro.
—Bueno —dijo en voz baja, mirándonos—, ¿alguna idea de cómo vamos a pasar entre un ejército de muertos resucitados?
—¿Cortando un camino justo a través de ellos? —sugerí.
—Eso no es muy sutil, Kage-san —la doncella del santuario frunció el ceño—. Y no sabemos a cuántos tendremos que enfrentar. Podría haber cientos allá afuera, tal vez miles. Dejaríamos que los magos de sangre supieran exactamente dónde estamos.
—No veo otra manera —la mandíbula de la miko se tensó y me encogí de hombros—. A menos que quieras que vaya yo solo. Puedo pasar entre ellos sin ser visto, dirigirme al almacén y enfrentarme a los magos.
—No —de inmediato, el noble sacudió la cabeza—. Nadie aquí pelea solo, Kage-san. No es que dude de tus habilidades, pero no podemos perderte. Ésta es nuestra guerra. La pelearemos juntos.
—Bien —el ronin echó los hombros hacia atrás—. Entonces, aplicaremos la vieja patada en la puerta para matar todo aquello que se acerque, ¿cierto? Parece ser nuestro método favorito. No estoy seguro de cuántas cosas muertas puedo matar con un puñado de flechas, pero al menos seré un objetivo jugoso.
—Aguarden —llegó la voz de Yumeko, y una onda de magia de zorro se elevó por el aire. Se volvió y se llevó algo a la cara: una máscara pálida y sonriente que parecía brillar en la oscuridad—. Tengo una idea.
5
ENGAÑAR A LOS MUERTOS
Yumeko
Abrí la puerta con cautela y me asomé a través de la pequeña abertura. Un callejón tranquilo me saludó. Por el momento, estaba vacío. Tomé una respiración furtiva para calmar mi corazón.
Espero que esto funcione.
—Por los kami, no puedo creer que estemos haciendo esto —susurró Reika ojou-san a mis espaldas—. ¿Qué te hace pensar que esto va a funcionar, kitsune?
Eché un vistazo por encima de mi hombro. La cara de Reiko ojou-san estaba oculta detrás de la máscara blanca de cadáver, pero no tenía dudas de que me estaba frunciendo el ceño. Los otros estaban presionados detrás de ella, usando las mismas máscaras blancas, y parecían bastante muertos. Su piel lucía gris e hinchada, y sus ropas estaban desgarradas y ensangrentadas. Okame-san tenía incluso una flecha sobresaliendo de su espalda, y un perfil del largo cabello blanco de Daisuke-san estaba manchado de rojo. Un grupo de cadáveres enmascarados era tal vez la ilusión más sombría que había tenido que crear, y la tensión de mantener activa tanta magia de zorro a la vez comenzaba a desgastarme, pero era la mejor solución que se me había ocurrido.
Le dediqué a la doncella del santuario una sonrisa débil, a pesar de que mi rostro también estaba oculto detrás de una máscara.
—Bueno, no parecían saber la diferencia entre una ilusión y la realidad cuando nos encontramos por primera vez —dije—. Espero que no puedan ver a través de la magia de zorro y que podamos caminar hasta el almacén.
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