Alberto, tenemos un problema. ¿Ysi reseteamos la economía?
Fecha de Edición: Agosto 2020
@2020, Giarrizzo, Victoria
Derechos exclusivos de edición digital reservados para todo el mundo.
Editado por:
ISBN: 978-987-47549-4-3
Diseño gráfico e ilustraciones de tapa: Natalia González Ferrari.
Editado en Argentina
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Índice
Introducción
Cumbres borrascosas
C.1 País rico, economía pobre
El cometa y su vuelo contra el viento
El cometa a la deriva
Al final, ¿ricos o pobres?
El fin de la nostalgia de los recursos
La Pachamama ya no importa
Crecimiento sin calidad de vida
Las crisis tienen nombres y apellidos
C.2 Pancrisis
El Invitado de piedra y la moraleja del desarrollo social
Concubinos molestos
Vuelo de China a América
Alberto vio el peligro
Salud, economía y la balanza inclinada
Golpe a golpe en la pobreza
Ingreso universal y la heladera ausente
La eficiencia del gasto ineficiente
Egoísmo y polarización
Proteger a uno es proteger a todos
C.3 Para la economía, salud
Esperar lo mejor y prevenir lo peor
Traumas y sombras del pasado
Ni tan lejos ni tan cerca, sí evitable
Ideas para volver a crecer
Inversión, la estrella ausente
Perfil inversor del empresario argentino
Modificar la actitud inversora
Miranos a los ojos
Economía de bajo consumo
C.4 Recaudar y racaudar,
modelo para desarmar
Robin Hood y los Hombres Felices
Robin Hood, el justiciero marginal
Un sistema de pocos amigos
Todos los caminos conducen a evadir
Los primeros impuestos
Batman el evasor
Acorralados
Desarmar para armar
C.5 Qué herencia vamos a dejar
La represa, el relato y ¿Alberto el constructor?
La represa y un pueblo futurista
Gracias, pero no nos presten más
Muchos fugadores en un mismo equipo
Matemagia, educación y producción
Bajar costos o bajar costos
Exportaciones: miradas engañosas
Amiguismo y derecho adquirido
Estamos preparados para el desarrollo
Bibliografía
Introducción
Cumbres borrascosas
Alberto. Tenemos un problema. Muchos problemas. Problemas viejos y problemas nuevos. Sabemos que heredaste un país en crisis, endeudado, en recesión, semi fundido. No importa. No te elegimos para que nos recuerdes el pasado lastimoso. Te elegimos para que nos ayudes a salir de este charco barroso en el que vivimos sumergidos hace décadas. Mira a Mauricio. También heredó un país crítico. Y ahí quedó, paralizado en una herencia pesada que le pesó. Nos abrumó con el recuerdo, con sus certezas, y convirtió el charco en pantano. Ya lo dice un viejo refrán: “si vives en el pasado te perderás en el presente”.
Por derecha, por el centro, por izquierda, todos los gobiernos desde la dictadura militar nos confiscaron el futuro. Crisis, recesión, pobreza, inflación, especulación, default. Cuánto más escucharemos esas frases en este magnífico país. Muchos de nosotros nacimos en crisis, crecimos en crisis y si no cambiamos el rumbo, moriremos en una nueva crisis económica y social. Nos resistimos.
Porque no es cierto que el fracaso nos defina. El fracaso no debilita, fortalece. Sobran experiencias. Países que con mucho menos y sacudidos por crisis más severas, lo hicieron. Israel, Japón, Dinamarca, Suecia, Estonia, son ejemplo de resiliencia. Y en nosotros la resiliencia está. Cada crisis nos transforma, nos vuelve creativos, nos da fuerzas para levantarnos y superarnos. Son los políticos quienes no están a la altura del pueblo para el que gobiernan. Nosotros nos unimos mientras ustedes reparten culpas, críticas y cargos. Mientras quiebran y dividen a la sociedad. Mientras pelean por sacar más tajada de un poder que nunca entenderemos para qué acumulan.
Los cambios económicos son decisiones que se toman en conjunto, buscando consensos. Algún gobierno deberá unir y entender que la política no es un juego de poder, sino un espacio donde todos los días se define el bienestar de 45 millones de habitantes. En cada decisión se puede construir o destruir.Esta inesperada crisis nos destruyó y terminó de confirmar los viejos problemas de crecimiento, ingresos, pobreza, empleo, informalidad, y corrupción que arrastramos. Pero también nos convoca a utilizar ese quiebre para renacer. Eso requiere demarcar el futuro.
Alberto. Tenemos muchos problemas. Por eso te pregunto: ¿pensaron con tu equipo qué país quieren dejarnos? ¿O seguiremos anclados en la herencia recibida? Porque no hay magia ni ciencias ocultas para el desarrollo. Es delinear un rumbo, que no siempre es el más sencillo porque requiere consensos. Es gobernar para la gente, que ahora es tu gente.
Argentina hace tres años que no crece. Miremos nuestro crecimiento desde 1983, también es lastimoso. Tuvimos 7 gobiernos y 4 nos dejaron con recesiones. En ese tiempo apenas crecimos a un promedio anual de 0,9% por habitante. Insuficiente para un país en desarrollo. Insuficiente porque ocurrió con subas y bajas. Miremos desde 1900 y tampoco lo hicimos mejor. En 119 años apenas crecimos 1,3% anual por habitante. Poco para buscar el desarrollo. Resultado: 20 millones de pobres, 15 millones de personas viviendo en hogares sin saneamiento adecuado, 3,6 millones habitando cerca de basurales. Empresas que podrían brillar y son pobres, con infraestructura y capital obsoleto. Una tasa de mortandad de emprendedores alta, porque los costos abruman y el 85% no sobrevive al primer año. Tasas de evasión entre las más altas del mundo. Porque nuestro sistema tributario asfixia. Y una marginalidad galopante, gente que no tendrá una jubilación, ni un ingreso digno.
Todo eso y mucho más tenemos. También hay ejemplos alentadores. Empresas con tecnología, robotizadas, que invierten, exportan, y aplican innovaciones a mejorar su productividad. Una comunidad universitaria reconocida. Un capital intangible invaluable. Y un Estado que nos protege, aunque a la vez nos descuida porque lo hace con recursos prestados y suele ser cómplice de la especulación, una de las mayores enfermedades del país.
¿Serás vos Alberto quien pueda encarar la revolución política y económica que necesitamos? ¿O tendremos que esperar próximos gobiernos?
Mirá al interior de nuestro país. Rutas en mal estado. Vías férreas abandonadas. Vías fluviales desaprovechadas. Aeropuertos olvidados. Sólo capitalizando eso podemos bajar costos de transporte, una de las grandes cargas en los precios. Podemos descentralizar a la Ciudad de Buenos Aires y lograr mejores condiciones para salir al mundo. Miremos el Estado: ¿es necesaria tanta burocracia con la tecnología disponible? Bajar el costo del Estado no significa despedir gente. Significa eliminar pérdidas de tiempo, coimas, y el desgaste que magnifica el costo argentino.
Nuestra sociedad tiene moral tributaria, entiende la importancia de pagar impuestos. Pero su complejidad y presión están minando esos valores y el salto a la informalidad se acelera. La AFIP mira hacia otro lado. Tenemos un Banco Central que debe regular y orientar el crédito. Y no logra que el sistema financiero ofrezca tasas competitivas y atienda a la producción. Tenemos una economía social asistida. Son potenciales capitalistas que mendigan ayuda porque no tienen opción. ¿Quién elige nacer en la pobreza? Démosles capital para salir de la informalidad a la que fueron condenados.
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