1 ...6 7 8 10 11 12 ...18 Selina: No existe un nuevo comienzo en el mundo de hoy día. Cualquier niño de 12 años con un teléfono celular puede averiguar todo lo que has hecho. Todo es recopilado y cuantificado. Todo se pega. Somos la suma de nuestros errores. (Nolan y Nolan, 2012, § 43) (traducción propia)
Podemos ver cómo la película reconoce que en el mundo actual no existe posibilidad de que la vida del sujeto pase de un campo de lo público a un campo de lo privado. Selina, quien pronuncia estas palabras, asegura que no hay forma de que ella abandone el mundo de la delincuencia en el que se encuentra, por lo cual no tiene más opción que seguir en él. Por lo tanto, es imposible escapar de los roles que ha asumido cada persona en la división del trabajo, pese a las promesas de reinserción del derecho.
Gordon: Hay un punto, allá, lejos, cuando las estructuras te van a fallar, cuando las reglas no son tus armas, ellas son grilletes, dejando que el malo tome la delantera. Tal vez algún día tengas ese momento de crisis. Y en ese momento espero que tengas un amigo, como yo lo tuve, que se ensucie para que tengas tus manos limpias. (Nolan y Nolan, 2012, § 110) (traducción propia)
En esta escena es cuestionado el papel de las reglas en la sociedad, así como su capacidad para beneficiar a un sujeto por encima de otro. Vale la pena resaltar algo fundamental, y es que se entiende que las reglas benefician al malo cuando no están a favor de uno, de tal forma que el bueno debería salirse de las reglas, o bien dejar que alguien se ensucie, con el fin de garantizar su objetivo.
El cine como referente en la percepción del delito y en la aplicación de política criminal
Como tercera parte del presente capítulo, abordaremos la cuestión de las películas como referente para la construcción del sentido común de los sujetos, y la forma en la que intervienen estas en la definición de la política criminal, tanto local como globalmente. Como recordábamos previamente con Byung-Chul (2014), las transformaciones que han ocurrido en el seno del capitalismo han hecho que las formas de trabajo intelectuales adquieran más relevancia que las formas de producción materiales. Pero es importante mencionar junto a esto otras trasformaciones. Por un lado, las que se han dado en el seno de la racionalidad instrumental y, por el otro, en torno al papel relevante de los sentimientos en la distribución de las mercancías.
Byung-Chul (2014, p. 72) sostiene que “el capitalismo del consumo introduce emociones para estimular la compra y generar necesidades […]. En última instancia, hoy día no consumimos cosas, sino emociones”, causando que se abandone la racionalización de la compra y consumo de servicios, adoptando decisiones emocionales y propiciando este tipo de formas de interactuar en el mercado. Esto explica que haya empresas como Apple que argumentan que sus productos son revolucionarios.
Junto con esto, el desarrollo de los medios de producción ha hecho que la relación de razón instrumental de la modernidad, en la cual las mercancías eran un medio para satisfacer las necesidades, se haya invertido. Ya no se recurre a las mercancías para satisfacer una necesidad, sino que se recurre a las necesidades para justificar la utilización de una mercancía (Bauman y Lyon, 2013). En esta descripción entraría el cine como mercancía de consumo y como instrumento con la capacidad de transmitir emociones de manera muy simple. Al respecto, dice Zaffaroni, haciendo referencia al politólogo Albertani (Zaffaroni, 2011), que una de las razones por las cuales la política criminal mediática se ha consolidado es por su capacidad de transmitir la información por medio de imágenes, ahorrando el proceso de interpretación de estas.
Así, siendo ahora las emociones el aspecto determinante en la configuración de los sujetos, y no los sentimientos, resta mirar cuál es el papel de la imagen y del cine en la construcción de la imagen a la que se hace el individuo. El cine tiene la facultad de asemejarse a la vida, de tal forma que los espectadores no tienen espacio para la fantasía ni el pensamiento, de forma que no pueden apartarse de la historia sin perder el hilo de esta, como sostienen Horkheimer y Adorno (1994); el cine adiestra a sus propias víctimas para que lo identifiquen directamente con la realidad. La audiencia aprende por medio de la intuición y observación, excluyendo la necesidad de la observación y la imaginación en torno a estos.
Además, el cine, como toda mercancía inmaterial y a diferencia de los demás medios de entretenimiento a su alrededor, como lo fue el teatro ilusionista, se encuentra en la capacidad de abolir el privilegio cultural que el acceso a la cultura representa. Así, es un medio muy efectivo para llegar a la psique y conciencia de los sujetos. A su vez, por su naturaleza de mercancía, se encuentra sometido a las dinámicas de la oferta y la demanda, cosa que lo lleva a buscar el espectáculo y el triunfo en desmedro de la cultura.
Así, el contenido del cine, a diferencia del que puede tener la literatura, y al igual que el de la televisión, tiene la capacidad de inmiscuirse en el sentido común de los individuos, determinándolo y moldeándolo. De este modo, el cine establece un conjunto de miedos en el espectador, a partir de los cuales este empieza a demandar más seguridad y vigilancia. Asimismo, los medios de comunicación dotan a los sujetos de una interpretación de los sucesos y de sus causas, en contraposición a las explicaciones que puede dar la academia. Nos encontramos en un contraste entre la criminología mediática y la criminología académica.
La criminología mediática y la criminología académica se han desarrollado en paralelo a lo largo de la historia. Cuando estas han ido de la mano han creado escenarios complejos, como el fascismo. Sin embargo, a razón de que se haya entendido que a la criminología, académicamente hablando, le competen las causas del delito y el legislador debe recurrir a ellas cuando lo considere pertinente, se ha excluido del análisis que compete a materias mediáticas o a las formas por medio de las cuales se interpretan los hechos delictivos por medio de los medios de comunicación como la prensa, la radio o la televisión. No obstante, la criminología mediática ha influido fuertemente en los legisladores y les ha impuesto una forma de proferir las normas. No es más que el rebautizo de lo mediático. Esta criminología que constituye, como vimos en el caso de Batman, una relación de amigo-enemigo, lleva a que la sociedad quiera purificar a estos agentes extraños que generan ruido en la estructura social, tanto persiguiendo al sector que es distinto de la normalidad como creando víctimas falsas que, en todo caso, deberán perder con el fin de mantener la estructura social.
Además, en virtud del poder que tienen los medios de comunicación –y en especial las mercancías de consumo cultural como el cine– para influir en el comportamiento de los individuos, estos valores son implantados de una manera menos resistente que otros medios. Las películas de Batman tienen una amplia difusión a lo largo y ancho del mundo y son consumidas tanto por adultos como por jóvenes. Por su condición, es difícil someterlas al debate y la democracia y, por lo tanto, constituyen mecanismos predilectos para reproducir ciertos discursos.
Esta criminología siempre anda en búsqueda de una respuesta al hecho criminal, a sabiendas de que esta no puede ser inmediata, razón por la cual recurre a respuestas mágicas y a resaltar de forma morbosa a la víctima. En este proceso se genera un miedo con el que se gobierna: consigue que las personas dejen de valorar la intimidad y el espacio social de libertad a cambio de que se controle al criminal, aun cuando a quien se controla no sea al criminal sino a ellos mismos. “Cada homicidio cometido por alguno de ellos es recibido y expuesto con verdadero entusiasmo, como confirmación de su construcción amenazante” (Zaffaroni, 2011, p. 382).
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