La segunda parte, “Organizar la evidencia”, también contiene dos capítulos. En el tercer capítulo de este libro y primero de esa parte, describiremos “El material analítico”, los informes parciales sobre su trabajo en ciernes, en desarrollo o próximo a concluir. Trataremos así de identificar a qué momento o etapa de investigación corresponde cada informe, cuál era el rumbo de la investigadora y cuáles fueron sus bases empíricas. Examinaremos aquí reportes finales, informes parciales sobre aspectos de la vida social pinolteca e informes de avance. El capítulo cuarto examina la estrategia de la investigadora para dar cuenta de un sistema político de existencia sobrenatural: “La evidencia del consenso”. Ambos capítulos son el tramo netamente metodológico de esta investigación.
Los cuatro capítulos siguientes estarán dedicados a los dos volúmenes de su diario de campo y permiten reconstruir la lógica real del trabajo de campo etnográfico tal como ella lo concibió y practicó. Componen esa tercera parte, llamada precisamente “El trabajo de campo”, un primer capítulo que describe con cierto detalle estos materiales encuadernados, en tanto que “registro” de campo. El segundo examina el diario en busca de “los temas” que Hermitte investigó o encontró en el campo. El tercero se vuelca a los informantes o con quiénes trabajó, y el cuarto a las llamadas “técnicas de recolección de datos”. Estos cuatro capítulos nos permitirán develar los contextos, las situaciones y las decisiones con que Esther descubrió lo que no esperaba encontrar.
Este libro presenta una investigación sobre otra investigación. La nuestra comenzó en 1997 con el Grupo Taller de Etnografía y Métodos Cualitativos del Centro de Antropología Social del IDES, y siguió por mi cuenta desde 2004 en mis cursos de métodos etnográficos. En las sucesivas lecturas y composiciones, ayudando a comprender 10la investigación que Esther llevó a cabo hace cuatro décadas, mis estudiantes me forzaron a precisar con sus preguntas y observaciones mi propia investigación. Es éste, por lo tanto, un texto abierto, discutible y reinterpretable. Pero es también una aproximación que considero única a un material singular que no suele encontrarse a disposición pública. Espero no traicionar secretos ni cometer gruesos errores por ser ésta una investigación sobre una colega mayor y por tratarse también de su memoria.
1 Cuando hablamos de “trabajo de campo”, estamos refiriéndonos a más cuestiones que las aplicadas a la obtención de información. Hablamos también de la articulación de lógicas que suelen ser distintas y a menudo contradictorias; incluimos aquí lógicas teóricas y socioculturales del mundo del investigador y del mundo de los investigados o, como hemos dicho en otra parte, correspondientes a la reflexividad 1 del investigador en tanto ser académico, la reflexividad del investigador en tanto ciudadano y las reflexividades de los sujetos de estudio (Guber, 2011). El trabajo de campo suscita, además, los tiempos de esa articulación, los procesos de reconocimiento e identificación de esas diversas reflexividades, hasta que el investigador se da cuenta de que la reflexividad de sus interlocutores no es la suya propia; ni la personal, ni la ciudadana, ni la académica. Cuando hablamos de trabajo de campo, aludimos a pistas encontradas, reconocidas, olvidadas y negadas, hablamos de advertir problemas nuevos y de cómo hacerles un lugar en nuestros esquemas conceptuales, hablamos de descubrir vetas promisorias y, sobre todo, de darnos cuenta de que las hemos descubierto. Y, por supuesto, hablamos de situaciones de interacción y de participación, de reconocernos en ellas y de convertirlas en nuestras vías de conocimiento tratando, en lo posible, de no imponer patrones de observación, presencia y comunicación que les resulten ajenos o violentos a nuestros interlocutores (de campo). En este libro, entonces, intentaremos reconstruir la articulación etnográfica de una investigación antropológica concreta, planteando lógicamente las preguntas que nos permitan reconocer el proceso de conocimiento de Hermitte y las preguntas que nos permitan bucear en los dilemas reales que se le plantearon a la investigadora a lo largo de su trayecto. Recorreremos para ello las etapas, las instancias y los materiales de la investigación socioantropológica que llevó a cabo esta candidata doctoral en antropología en la Universidad de Chicago, entre 1959 y 1964, y dispondremos de los materiales del archivo personal y de una de las colecciones especiales de la Universidad de Chicago, correspondientes a la investigación Man in Nature .
. Digamos, por ahora, que nos referimos a la constitución de marcos de significación en situaciones de interacción.
2. Con ligeras variantes, esta sección corresponde a un esquema biográfico publicado en la segunda edición (primera edición argentina) de Poder sobrenatural y control social (Buenos Aires, Antropofagia, 2004).
3. Fred Eggan hizo un relevamiento comparado de la estructura social de los indios de América del Norte para el gobierno federal. El dossier fue compilado por él bajo el título de Social Organization of North American Tribes: Essays in Social Organization, Law, and Religion presented to Professor A.R.Radcliffe-Brown (University of Chicago, 1937).
4. Sol Tax discutía con Redfield vía Radcliffe-Brown, desde sus estudios sobre comunidades guatemaltecas. En efecto, el campo de Tax, siempre tan próximo a los emprendimientos en Chiapas, arrojaba distintas conclusiones a las de Redfield, más en una vena mercantilista que pretendidamente cultural (Patterson, 2000).
5. Como se señala en el Estudio Preliminar de Andrés Medina, el proyecto había sido concebido e iniciado por Sol Tax en los años 40, pero éste renunció a su dirección en 1955, y pasó a trabajar en Guatemala. McQuown se hizo cargo y le imprimió un fuerte sesgo lingüístico.
6. Chiapas, como gran parte de México, era constante e intensamente recorrida por antropólogos, geógrafos, historiadores y lingüistas. Evon Vogt, investigador del equipo dirigido por Clyde Klukhohn en el departamento de Social Relations de la Universidad de Harvard, encabezó el Proyecto Harvard-Chiapas desde 1956 hasta 1963, con centro en Zinacantán y por donde pasaron varios estudiantes de posgrado. Su objetivo era establecer la dirección y la magnitud del cambio cultural en México y particularmente en los altos de Chiapas en poblaciones tzotziles y tzeltales, de cara a los proyectos de intervención del Instituto Nacional Indigenista. Las diferencias con Chicago eran exiguas no sólo en el fundamento teórico sino también en el personal que interactuaba y se intercambiaba materiales, especialmente de índole lingüística y, eventualmente, informantes. McQuown proveía de guías tzeltales a Vogt y abrevaba en los etnógrafos más experimentados (Manning y June Nash, Roberta Montagu y Calixta Guiteras) para elegir comunidad, detectar rasgos salientes y datos significativos (Vogt). Los dos equipos se encontraron en la “Mesilla redonda chiapaneca” que se llevó a cabo en la casa de los Blom (Na Bolom o Casa del Tigre) en junio de 1958, en San Cristóbal de Las Casas, ciudad de paso obligatorio para todo recién llegado a la región y donde ambos equipos tenían sus casas o “cuarteles generales” para mantener sus reuniones (Medina, 2011, comunicación personal; también ver Estudio Preliminar).
7. Evans-Pritchard compartió con Vogt una posición de investigador visitante, en la Universidad de Stanford, en 1947.
8. Los encuentros se realizaron en septiembre y diciembre 1960, y en marzo, junio, septiembre y diciembre de 1961 (McQuown y Pitt-Rivers, 1964: ix).
9. Quizá esto no era tan casual. De la célebre compilación del noruego Barth, Los grupos étnicos y sus fronteras , participaría Henning Siverts, un estudiante de la Universidad de Oslo que hacía campo sobre los tzeltales protestantes de Oxchuc, Chiapas, en 1956. Siverts participó informalmente en las discusiones de la Casa Chicago.
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