Hito absoluto en la historia de las disrupciones televisivas, desde que empezó Heidi los Jets se hundieron y acabaron perdiendo el accidentado duelo 43 a 32. Conviene recordar que en aquella época los partidos de la NFL solían durar entre dos y dos horas y media. La NBC había reservado para aquel épico duelo una franja de tres horas dentro de su parrilla, algo aparentemente más que suficiente. El exagerado número de touchdowns, lesiones, infracciones y una descomunal tangana contribuyó no solo a alimentar la tremenda rivalidad entre franquicias, sino que descarrilló completamente los planes de los directivos de la cadena.
Pero ¿por qué razón saltó Heidi a la emisión en la Costa Este? ¿Qué pasó exactamente en la sala de control de la NBC? A falta de 10 minutos para las 7 de la tarde, los aficionados quemaron las líneas telefónicas del canal para saber si la NBC continuaría la retransmisión del partido postergando así el estreno de la película, muy publicitado por el canal. Tantas llamadas hubo que las líneas se saturaron y no permitieron la comunicación interna entre los empleados para que pasara la orden del director de seguir con la señal del partido. Para más inri, la tarde apocalíptica de la NBC no pudo ser reconducida porque en una de las escenas clave de la película, algún empleado plantó un rótulo durante unos segundos en la parte baja de la pantalla con el resultado del partido. David Brinkley, uno de los presentadores estrella de la cadena, salió a dar explicaciones a las 22:50 de la noche del domingo y añadió con sarcasmo que ya no había nadie que pudiera consolar a los aficionados de los Jets, intentando aligerar la locura del momento. Todo lo ocurrido durante aquella surrealista batalla, conocida desde entonces como «Heidi Game», fue resumida en la legendaria frase de Art Buchwald, humorista de The Washington Post : «Unos hombres que no se hubieran levantado de sus sofás ni siquiera por un terremoto, corrieron hacia el teléfono para escupir obscenidades a los directivos de la NBC».
Sin embargo, Heidi representó cualquier cosa menos una maldición para los de Nueva York. Los Jets acabaron la temporada regular con triunfos en sus últimos cuatro encuentros y se plantaron en la final de la AFL, donde esperaba el ganador del desempate entre Chiefs y Raiders, que se acabaron llevando los de Oakland gracias a nada menos que cinco touchdowns del quarterback Daryle Lamonica. ¡De nuevo Jets-Raiders! El morbo estaba servido.
El partido de Campeonato se jugó en el césped congelado del Shea Stadium, azotado por un viento impetuoso. Los Jets querían borrar el Heidi Game y clasificarse para la Super Bowl. Los Raiders maniataron a un Namath que, jugando con una lesión horrenda en el dedo, demostró nuevamente su resiliencia. Los Raiders iban ganando 23 a 20 a falta de ocho minutos, pero lejos de hundirse, Joe Namath volvió a confiar en sí mismo y en Maynard. En el siguiente drive Namath dibujó un pase que desafió y derrotó al viento y Maynard logró una memorable recepción, la mejor de su carrera, en sus propias palabras. Según Dave Anderson de The New York Times , Namath preparó el pase como un lanzador de jabalina y movió hacia delante el brazo con un poderío y una puntería imponderables. Tras la proeza los Jets se encontraban en la yarda 8 del terreno de los Raiders y Namath hizo gala de una desconocida madurez. En una acción no diseñada en origen para Maynard, se mantuvo paciente cuando los Raiders le cerraron las líneas de pase y, de repente, volvió a conectar con su receptor fetiche, que engañó con gran destreza a su marcador.
La pelota pasaba por última vez a Lamonica con 27-23 para los Jets en el luminoso. El hombre de Fresno no tembló y se acercó peligrosamente a la end zone de Nueva York. El espectro del Heidi Game se plantaba nuevamente en la cara de los locales. Pero, acto seguido, en un sencillo pase lateral de Lamonica al número 23 Charlie Smith, la ventisca cambió de repente la trayectoria del ovoide, este cayó por detrás del quarterback y el Jet Ralph Baker se apoderó con fuerza del balón y certificó el pase de su equipo a la Super Bowl. Los neoyorquinos lograban ser campeones de la AFL solo cuatro años después de fichar a Namath.
La Super Bowl III fue mucho más que un encuentro de fútbol. De hecho, significó un punto de inflexión en la historia de este deporte. Lombardi con los Packers había ganado los dos primeros entorchados, confirmando en el césped que la National Football League era la más poderosa. Incluso en la primera Super Bowl pueden verse en las gradas del Coliseo de Los Angeles un buen número de butacas vacías, ya que a juicio de la afición de la época la verdadera final había sido el encuentro entre Cowboys y Packers. Al año siguiente, aunque diezmados por el dantesco Ice Bowl, los Packers aterrizaron en Miami y se comieron a los Raiders. En ese momento había todavía muchísima gente que asumía como insalvable la inferioridad de las franquicias de la American Football League22. El oneroso contrato de Namath había sacudido el escenario en los despachos, pero los Jets necesitaban un triunfo que probase al mundo su fortaleza deportiva y, por extensión, la de la AFL.
Miami albergaba por segunda vez consecutiva el encuentro en el que el campeón de la AFL desafiaba al ganador de la NFL. El representante de la liga más poderosa serían esta vez los Colts de Baltimore, grandes favoritos según las casas de apuestas. El entrenador del conjunto de Maryland era Don Shula, un hombre que pocos años después escribiría su propia leyenda en ese mismo estadio. Shula había sido pupilo de Ewbank, entrenador de los Jets, por lo que la afición tenía ante sí no solo un partidazo de fútbol sino una partida de ajedrez entre viejos conocidos. Para darle más morbo al partido, Johnny Unitas, ídolo de infancia de Broadway Joe, era la estrella de los Colts, aunque todavía no había debutado en aquella temporada debido a una grave lesión. Unitas estaba ya recuperado, pero Shula decidió que Earl Morrall, el eterno suplente de Unitas, que ese año había rayado a muy buen nivel, saliese de titular.
Los Colts aterrizaron en Miami habiendo ganado once partidos de doce, derrotando a sus contrincantes con un promedio de 18 puntos de ventaja. Una auténtica barbaridad, una marca quizás inigualable. Tex Maul, la pluma más prestigiosa de Sports Illustrated , había pronosticado un exacerbado ¡43-0! La mayoría de los aficionados creía estar asistiendo a una ejecución pública, y así parecía que iba a ser después de que en la primera posesión los Jets no superaran las 40 yardas en su propio terreno. Los Colts empezaron su ataque con una carrera del tight end Jon Mackey. En la segunda jugada consiguieron otra carrera y el primer down. Los vaticinios de los expertos parecían confirmarse. Morrall empezó a buscar profundidad y encontró una plástica recepción de Tom Mitchell. Pero en la siguiente jugada el quarterback acabó lanzando un pase horrendo, sometido a la tremenda presión de los Jets. Los de Baltimore no obtuvieron nada en el tercer down y tuvieron que patear para intentar estrenar su casillero. El disparo, sin embargo, se fue ligeramente a la derecha. Los Jets habían aguantado la primera embestida de los Colts.
Namath empezó a mover la pelota con su estilo imaginativo. En un primer down Joe intentó conectar con su socio Maynard con un cohete que cayó ligeramente por delante de los brazos del número 13. El grito de exceptación del Orange Bowl mientras los aficionados acompañaban la trayectoria de la pelota fue una clara prueba de amor hacia Namath. El drive no regaló más emociones, pero quedaría como un aviso de lo que podía ocurrir.
Los Colts estaban nerviosos, no lograban mover el ovoide con continuidad e intentaron buscar el juego largo. La defensa de los Jets se mantuvo seria y ordenada, no dejó huecos y siguió intimidando al campeón de la NFL. En la tercera posesión, los Jets arrancaron desde una posición peligrosa en sus propias 4 yardas. Namath conectó con George Sauer, que atrapó el balón, pero fue sorprendido por el placaje de Ron Porter. De pronto, lo que hubiese sido primer down de los Jets se transformó en fumble y en una posesión para los Colts a 12 yardas de la end zone. Aquello era una prueba de fuego para la defensa de los de verde y blanco, que no defraudó: aguantaron dos juegos de carreras y luego propiciaron su primer turnover. Los Colts se habían acercado en dos ocasiones a la zona roja, las últimas 20 yardas del rival, pero no habían conseguido ningún punto. Aquello empezaba a ser de todo menos una buena señal para los pupilos de Don Shula.
Читать дальше