Hay que trabajar para que viva el amor en todos los hogares. Cada uno preocupado en cuidar al otro, en lugar de ver cómo se defiende del otro. Cada miembro de la familia, buscando actuar con los demás como les gustaría que los demás hagan con él. De este modo, desde cada hogar nuevo estaremos forjando un mundo nuevo.
Para dialogar en pareja.
1.- En nuestra vida matrimonial (familiar), ¿experimentamos que cada uno cuida al otro?
2.- ¿Existe alguna reja de desconfianza entre nosotros?
3.- ¿Qué espera cada uno del otro, para experimentar ser más cuidado?
4.- En un mundo individualista, egoísta, ventajero, ¿somos diferentes? ¿Confiables? ¿O estamos sumergidos en la misma postura del mundo?
5.- ¿Nos disponemos a cuidar de los demás, como quisiéramos que los demás cuiden de nosotros?
6.- En nuestras familias, ¿descubrimos que debemos cuidar a los demás como verdaderos tesoros de Dios?
7.- ¿Qué propósito nos hacemos para vivir intensamente el “debo cuidarte a ti y no tú de mí”?
Para orar juntos.
Señor Jesús,
ayúdanos e ilumínanos,
para que el amor sea la primera motivación de nuestras vidas,
que en nuestros hogares nadie deba cuidarse del otro,
sino que se viva la rica experiencia
de sentirse protegido y cuidado por los demás.
Te pedimos, Señor,
que los hijos de nuestro amor,
sean capaces de ser personas abiertas y generosas,
con el don de encontrarse con el otro,
de cuidar a los demás, de modo especial,
de aquellos con quienes deban construir su vida, su hogar.
Gracias Señor,
por permitirnos cuidarnos los unos a los otros,
que lo hagamos como lo haces
Tú con nosotros.
Amén.
Del enamoramiento al amor
“Yo bajé al jardín de los nogales,
a ver los retoños del valle,
a ver si brotaba mi viña,
si florecían los granados...
Y sin que yo me diera cuenta,
me encontré en la carroza con mi príncipe”
(Cantar de los Cantares 6,11-12)
Hay matrimonios que dan la imagen de que todo estuvo siempre bien, nacieron el uno para el otro. Como si la estrella de la mañana los guió durante la jornada. En su pieza musical ningún acorde desafinó. Pero esto no es normal, pueden llegar a ser casos excepcionales.
Lo común es otra cosa. Todo comenzó el día de la primavera. En el paseo una chispa estalló y desde allí un fuego abrasador los envolvió. Soñaron juntos, se ilusionaron con un juego que sólo entendía el dar y recibir, empezaron a transitar un amor apasionado que navega por los profundos mares o volaba por alturas incalculables.
Pasó el tiempo, las bodas, mil cosas. De pronto el esplendor de la boda dejó de alumbrar. La luna de miel quedó en algún álbum fotográfico, en un lindo recuerdo, pero recuerdo al fin. Luego aparecieron muchas “lunas”: extrañas reacciones, salidas extemporáneas, primeras elevaciones de la voz... cosas que antes nunca las habían sospechado. El amor entra en una zona de desencanto.
Hay que lanzarse a cruzar una zona de riesgos. Un desierto, o un impetuoso río. Hay que llegar al otro lado. Hay que pasar del enamoramiento al amor. O dicho de otro modo, pasar del amor apasionado, cargado de romanticismo, al amor que es oblación, entrega, ofrenda. Es pasar del ‘para mí’ al ‘para ti’, o diría mejor del ‘yo’ al ‘nosotros’. Si no se logra este paso el matrimonio muere de sed en el desierto o, en la figura del río, se ahogará. Es la gran decisión de construir la armonía conyugal.
En la triste actualidad por la que pasan muchas familias, vemos como en los primeros años de matrimonio muchos se mueren de sed, o ahogados, o simplemente se hacen pedazos, añicos. Frente a esta situación, nos preguntamos, si el amor anterior era falso o muy blandito. No. El problema radica en que no dieron el paso del amor apasionado a un amor oblativo, de entrega total. Se quedaron en el romanticismo, y éste no tiene la suficiente fuerza para sostener una relación que necesita de las mayores exigencias.
¿En qué consiste un amor de entrega, de oblación?
Podemos explicarlo del siguiente modo. Estar enamorado es fácil. Como que es simple y fácil sonreír al que sonríe, dialogar con quien tiene capacidad de escucha, saludar al que saluda, respetar al respetable.
Por otro lado, el amor es exigente. Para perdonar una ofensa hay que superar el orgullo. Ante un ataque de otro hay que frenar el deseo de venganza. Callar ante una grosería implica contar hasta diez. Cuando surge un extraño comportamiento del esposo o de la esposa es necesario asfixiar el gesto que busca herir en la revancha, o cuando eleva la voz, el otro debe frenar el responder con otro grito.
Es la manera de devolver bien por mal. Para esto hay que sacrificar el orgullo, la venganza, la revancha, el tono alto, en fin, hay que morir al ‘yo’. Es claro que es el camino en la construcción del ‘nosotros’, pero duele. Vaya si duele la renuncia, morir al ‘yo’, apostar doble en el amor hacia el otro, especialmente cuando el otro está en crisis o en una situación nada deseable. Precisamente, hoy me llegó un correo de una esposa de la que hacía tiempo no recibía noticias, en una de las líneas dice: “el matrimonio más o menos funciona... pero en muchas oportunidades recuerdo tu consejo de que en ciertas circunstancias hay que amar el doble”. Esto cuesta, es sacrificio, es ofrenda, es oblación.
Cuando el amor sólo queda anclado en lo emotivo se instala en la inmadurez, y seguramente se hará trizas, porque lo emotivo no tiene la suficiente fuerza para sostener una relación duradera y satisfecha. El matrimonio será entonces, una comida desabrida, una obra de teatro aburridísima. En cambio, cuando se ha logrado pasar al amor oblativo, ofrendado, se está ante un maravilloso concierto donde las notas musicales se entrelazan en una plena y bella armonía.
Para concluir, transcribo una respuesta que una joven me dijo al preguntarle si conocía la diferencia entre enamoramiento y amor: “el amor duele, el enamoramiento es más llevadero, pero el amor te conduce a la felicidad”.
Para dialogar en pareja.
1.- En nuestro matrimonio, ¿hemos sido capaces de traspasar la barrera de un amor apasionado a un amor oblativo?
2.- Señalar las características del amor apasionado que hemos vivido entre nosotros.
3.- ¿Y cuáles las del amor oblativo que hoy estamos experimentando?
4.- ¿Qué debemos trabajar aún, para lograr plasmar entre nosotros un pleno amor oblativo?
5.- Analizar: ¿por qué muchos matrimonios jóvenes no logran pasar del amor pasional a un amor ofrenda?
6.- Relacionar este fenómeno con el individualismo imperante en nuestra sociedad.
7.- ¿Cómo ayudar a las generaciones jóvenes para que descubran la importancia del paso de un amor apasionado a un amor de entrega total?
Para orar juntos.
Señor Jesús,
gracias porque un día generaste entre nosotros
la chispa del amor,que nos enamoró,
y nos lanzó a emprender un camino soñado
que nos conduciría a la felicidad.
Más tarde, nos dimos cuenta,
que existía una exigencia nueva
para no abandonar el camino:
un amor oblativo, de generosa entrega,
capaz de generar en nosotros
la maravilla de la Armonía Conyugal,
la más bella de las sinfonías del amor,
composición del concierto cotidiano del amor.
¡Cuánto cuesta ser concertista!
Pero, lo que cuesta vale. ¡Y cuánto!
Ayúdanos Jesús,
a aprender a no desafinar desde dos ‘yo’ paralelos,
unidos en una pasión que nunca llega al pleno amor.
Ayúdanos a entender desde tu cruz,
renuncia y muerte, nuestro amor.
Amén.
Cultivar lo romántico del amor
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