El encuentro por excelencia se da respondiendo a la misma creación, en la que Dios hizo al hombre, varón y mujer, dándoles la oportunidad de lo relacional, de la comunicación, del amor, respondiendo al hecho de haber sido creados, a imagen y semejanza de Él. El ser varón o mujer, marca la impronta de la creación, dando la oportunidad especialísima, de vivir un amor entre ambos como regalo, don “de sí mismo” al otro, que se coronará con el don de la fecundidad.
Al haber “despegado” el sexo de la fecundidad, de la paternidad, nos han llevado al ficticio problema del género. Al quitar del sexo, el amor y la comunicación de la vida, cualquier placer es válido, cerrando cada vez más al individuo en sí mismo. Dios hizo al hombre persona, capaz de abrirse en el encuentro con el otro, y tejer con sus vidas una maravilla que trasciende las propias vidas haciéndose “hijo”.
“Y dijo Dios: No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacerle una ayuda adecuada” (Gn 2,18). Todas las células serán de ahí en más, masculinas o femeninas, complemento para los grandes proyectos de la vida, para el fruto del hijo, para entretejer juntos la realización y felicidad de la vida.
La dinámica del amor matrimonial se conjuga necesariamente en el encuentro personal del ‘yo’ y del ‘tú’. No se puede vivir el matrimonio a través de una computadora, ni por medio de las redes sociales, ni por celular… aunque esta sociedad ha logrado que muchos lo vivan como tal… que algunos esposos tengan que competir con el cónyuge que desea vivir en una vitrina conectado anónimamente con muchos y olvidando la caricia, la actitud de escucha, la atención, que necesita su esposo o esposa.
Unas palabritas para finalizar la reflexión, para que compartan tomados de la mano: “Porque eres un ‘yo’, para mí eres un ‘tú’, y por ser también yo un ‘yo’, soy para ti, un ‘tú’. ¡Oh! Este decir ‘tú’, este pasar hacia el otro como por un puente liviano, que se tiende sobre infinitudes, un puente de luz pero que tiene la suficiente fuerza como para soportarte a ti y soportarme a mí. Yo voy hacia ti, diciendo ‘tú’; y tú vienes hacia mí, diciendo ‘tú’ a mí. “¡Oh, este decir ‘tú’!” (Lippert).
Para dialogar en pareja.
1.- ¿Recordamos el momento en el cual el otro comenzó a ser un ‘tú’ que sorprendió al ‘yo’? Narrarlo mutuamente.
2.- ¿Nos regalamos el suficiente tiempo para el encuentro de nuestros ‘yo’ y ‘tú’?
3.- ¿Existe algún aspecto en los que nuestros ‘yo’ viven en vitrina? ¿Cómo mejorar en este sentido?
4.- El individualismo que quiere imponer nuestra sociedad, ¿permite descubrir al ‘tú’? Los jóvenes, ¿tienen posibilidades de salir de su ‘yo’ frente a las propuestas sociales?
5.- ¿Cómo trabajar en la educación de las nuevas generaciones para que puedan descubrir el ‘tú’ del otro?
Para orar juntos.
Señor Jesús,
en Tu propia experiencia del misterio Trinitario
se encuentra la dinámica del ‘yo’ y del ‘tú’,
por eso, te pedimos que nos ayudes
a enriquecer nuestro encuentro,
que aquella primera vez,
en que cada uno comenzó a ser un ‘tú’ para el otro,
sea la constante motivación a crecer
en el ir trenzando ambos ‘yo’ y ‘tú’,
para el maravilloso logro del ‘nosotros’.
Además, Señor,
deseamos profundizar en la búsqueda del ‘Tú’,
que eres en “medio de nosotros”,
para entregarnos ambos de modo más pleno a Ti.
Amén.
1. (Dante, Divina Comedia, Paraíso IX, Losada, Bs As 2004, pág. 414)
Tú llenas mi corazón de alegría
“¡Qué hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres!
¡Tus ojos son como palomas!
¡Qué hermoso eres, amado mío, eres realmente encantador!
Aparecieron las flores sobre la tierra,
llegó el tiempo de las canciones, y se oye en nuestra tierra
el arrullo de la tórtola. La higuera dio sus primeros frutos
y las viñas en flor exhalan su perfume.
¡Levántate, amada mía, y ven, hermosa mía!
Paloma mía, que anidas en las grietas de las rocas,
en lugares escarpados, muéstrame tu rostro,
déjame oír tu voz; porque tu voz es suave
y es hermoso tu semblante.”
(Cantar de los Cantares 1,15-16. 2,12-14)
Corazón Contento (Palito Ortega)
Tú eres lo más lindo
de mi vida,
aunque yo no te lo diga,
aunque yo no te lo diga.
Si tú no estás
yo no tengo alegría,
yo te extraño de noche,
yo te extraño de día.
Yo quisiera que sepas
que nunca quise así,
que mi vida comienza
cuando te conocí.
Tú eres como el sol
de la mañana,
que entra por mi ventana,
que entra por mi ventana.
Tú eres de mi vida la alegría,
sos mi sueño en la noche,
sos la luz de mis días.
Tengo el corazón contento,
el corazón contento,
lleno de alegría.
Tengo el corazón contento
desde aquel momento
en que llegaste a mí.
Le doy gracias a la vida
y le pido a Dios
que no me faltes nunca,
yo quisiera que sepas
que nunca quise así
que mi vida comienza
cuando te conocí.
A través del compartir esta reflexión, previamente habiendo escuchado el tema musical propuesto, es mi deseo que recuerden lo importante que cada uno es para el otro. ¡Cuánto dolor experimento en las oportunidades en las que descubro tristeza en un corazón matrimonial, en el regazo íntimo de los que se aman!
“Mi vida comienza cuando te conocí”. Cada uno puede decirle al otro: “cuando Dios te puso en mi vida ‘aparecieron las flores sobre la tierra, llegó el tiempo de las canciones, y se oyó en nuestra tierra el arrullo de la tórtola. La higuera dio sus primeros frutos y las viñas en flor exhalaron su perfume”. La vida comenzó a palpitar y sentir que un mundo nuevo se abría en el horizonte.
“Tú eres lo más lindo de mi vida, aunque yo no te lo diga”. En los muchos años que trabajo con los matrimonios, encontré muy pocos que no se amaban; sí aparecieron en mi camino, unos cuantos que no se lo demuestran, que no se dicen todo lo que se quieren y aman. La rutina y el acostumbramiento de vivir juntos los invadió. Tal vez, también, el desgaste de los roces lógicos de la convivencia entre personas diferentes. Por esto, es tan importante el descubrimiento de cada uno respecto al otro, que lo que mejor les ocurrió a ambos fue encontrarse en el camino de la vida. Los invito a que, en este momento, recuerden los primeros tiempos, las motivaciones que generaron el enamoramiento, la decisión de ser el uno del otro, para toda la vida.
“Si tú no estás yo no tengo alegría, yo te extraño de noche, yo te extraño de día. Yo quisiera que sepas que nunca quise así”. ¿Cómo no van a querer así, si a nadie le regalaron todo el ser como lo hicieron con quien tienen a su lado? Brindaron lo más grande y único que poseen: la vida. El don maravilloso de la vida que Dios les regaló hasta que Él lo permita, la única e irrepetible vida, se la ofrecieron al amado, a la amada. El amor conduce a la profunda unidad de ambos, a ser “una sola carne” que significa mucho más que la unión de dos cuerpos, es la unidad de dos personas, espíritu y cuerpo. Esto implica una sensación profunda que hace que se extrañen en la ausencia, o experimenten que la distancia hace perder el sentido del sabor por la vida y la misma alegría de vivir.
El amor les dio la oportunidad de salir del ‘yo’ para encontrarse con el ‘tú’ del otro. La crisis en la que están sumergidos muchos matrimonios en la actualidad, es fruto -en parte- del individualismo que la sociedad actual siembra en el corazón de las personas, impidiendo que logren encontrarse con el ‘tú’. Cuando surge una pequeña o gran crisis matrimonial se manifiesta -generalmente- en el cerrarse cada uno en sí mismo, reclamando cambios del otro, señalando fallas o defectos que en otros tiempos no molestaban y culpando o responsabilizando al otro de la situación por la que se atraviesa. Allí se pierde la alegría de la vida matrimonial. En cambio, cuando se vive en búsqueda del ‘tú’ saliendo del ‘yo’, en el constante querer construir el ‘nosotros’, todo es diferente, se está creando un clima de felicidad, aunque sean los mismos dos que contribuyen con todo lo positivo y maravilloso de sí mismo y, también, con aquello que falta o que sobra. Pero el amor, todo lo puede. Asume, disimula, carga sobre sí, alienta ante la debilidad del amado. Conozco una esposa que cuando él hacía lo que a ella no le gustaba, salía en el automóvil, por donde él estaba, cuidando que no le pase nada. En lugar de reprochar, amaba cuidando. ¡Hoy ya no es necesario, el amor pudo más!
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