1 ...7 8 9 11 12 13 ...17 Aquellos individuos con la energía bloqueada necesitan apoyo normalmente para poder relajarse. Es por ello que recomendaría al terapeuta que use inicialmente su espalda para ofrecer ese apoyo. Una vez sienta ese soporte, el paciente puede comenzar a rotar sus omóplatos, usando pequeños movimientos y presionando su espalda suavemente contra el apoyo de la espalda del terapeuta. Otro tipo de soporte que fortalece al paciente se puede dar mientras éste está estirado: tras elevar al paciente, el terapeuta puede ponerse bajo su espalda y prestarle apoyo, permitiendo así el flujo de energía. A un nivel emocional, no es inusual que el paciente rompa a llorar.
Como hemos visto, nuestra principal preocupación es conseguir un equilibrio. De la misma forma en que buscamos conseguir un equilibrio energético entre las partes superiores e inferiores del cuerpo, también deberíamos buscar el mismo equilibrio entre la parte delantera y la trasera del cuerpo ya que, si existe un superávit de energía en algún punto, habrá deficiencia en otro.
La parte delantera del cuerpo, que se usa en el contacto y las relaciones que tenemos con los demás, es una parte muy sensible. Para protegerse, tira de la parte trasera del cuerpo, donde residen la fortaleza y la fuerza de voluntad. Así, a menudo hay una gran concentración de energía en la parte delantera del cuerpo debido a un gran dolor y fragilidad. Lo opuesto ocurre cuando el corazón pierde su energía como resultado de los esfuerzos de una persona por protegerse. En estos casos, en los que una persona canaliza toda su energía para protegerse a sí misma, el corazón pierde energía vital y muere – o, en el mejor de los casos, la persona padece un ataque al corazón de 'advertencia'.
Necesitamos nuestros corazones; más bien, como seres humanos, para lograr un equilibrio en nuestras vidas, necesitamos un corazón que sea suficientemente sensible como para permitirnos comunicarnos y conectar con otras personas y, al mismo tiempo, que sea suficientemente fuerte como para posibilitarnos poder perseguir nuestros objetivos. Por lo tanto, necesitamos un corazón que sea sensible y receptivo – y por tanto vulnerable, ya que ése es el único tipo de corazón que nos permitirá acercarnos a otras personas – y al mismo tiempo fuerte y determinado, un corazón que pueda mantenernos constantemente en el camino de la búsqueda de nuestros objetivos, de aquellas cosas que son importantes para nosotros. He conocido gente que, por no haber sido capaces de encontrar una solución a sus problemas emocionales, a pesar de su riqueza, de sus aptitudes profesionales y de sus logros sociales y profesionales, 'resolvieron' sus problemas cuando sus corazones colapsaron. Para algunas personas, aunque nos resulte extraño, la muerte es la única salida a lo que ellos han llegado a ver como un punto muerto en sus vidas. Es otra forma, que yo llamaría 'silenciosa', de suicidio.
Relacionado con el corazón, las manos se encuentran en una posición privilegiada y tienen una relación especial con él. Por más lleno que esté el corazón, si las manos no están libres para expresar su alegría, en términos energéticos, no serán capaces de tocar y sentir los objetos de su amor, el corazón no podrá hacer nada. ¿Cómo puede el corazón abrazar a otra persona sin brazos ni manos?
Nuestras manos son puentes que nos conectan con el mundo exterior y que nos ayudan a la hora de atraer las cosas que amamos. Nuestras manos nos permiten dar a los demás lo que reside en nuestro corazón. En términos energéticos, nuestras manos no están meramente conectadas con la apertura de la garganta como centro energético, no están solamente conectadas con nuestra respiración; nuestras manos sirven de alas a nuestro corazón, permitiéndonos volar, siempre a través de nuestras conexiones con los demás, en mundos en los que, por nosotros mismos, no hubiésemos podido alcanzar. Sentimos una unidad, nos convertimos en uno con la persona a la que abrazamos – dos individuos con 'un' gran corazón – cuando estamos realmente unidos por el amor.
Conectando corazón con corazón…
A menudo, cuando trabajo con individuos que se sienten solos y desconectados, aquéllos que nunca han realmente experimentado amor incondicional, sin importar cuál es su comprensión del amor – no podéis llegar a imaginaros cuán ingeniosos son muchos pacientes en su intento de justificar los déficits de amor que sufren -, sostengo su mano izquierda en mi mano izquierda y, mientras pongo mi mano derecha en su corazón, les pido, primeramente, que contacten con su propio corazón. A través de este contacto con nuestras manos y nuestros corazones, formamos de hecho una figura en forma de 8, que también se conoce como el símbolo del infinito. En el proceso de establecer esta conexión, este símbolo del infinito se transforma en el circuito que une a ambos corazones. No os sorprendáis si, a menudo, el paciente dice ver el flujo de energía. De hecho son capaces de verlo. Pueden verlo circular desde el corazón del terapeuta, a través de su mano izquierda, pasando por la mano izquierda del propio paciente y subiendo por su propio hombro y luego hacia abajo a su corazón y desde ahí a la mano derecha del terapeuta y vuelta a su corazón, dónde comenzó. Es un circuito energético de color amarillo, un circuito de amor que une los corazones. No todos los pacientes, especialmente al principio, pueden sentir o contactar con sus corazones. En este caso les pido que sientan mi mano y me digan qué sienten en el esternón. ¿Lo sienten pesado? ¿Sienten como si estuviera presionando hacia abajo? ¿Se sienten sofocados por el contacto? ¿Se sienten irritados, aunque no sepan por qué? ¿Lo sienten cálido o frío? ¿Son incapaces de sentir algo? Si, en algún caso, sienten que mi mano les provoca irritación o un peso – intento en este caso obtener una respuesta lo más clara posible – la quito y coloco la propia mano del cliente en su corazón. Si pueden soportarlo, coloco entonces mi mano sobre la suya y les pido que sientan sus corazones. Si el paciente se siente cómodo con mi mano sobre la suya, al rato, les pido que coloquen su otra mano encima de la mía y me digan cómo se sienten.
No es extraño y no os consternéis si alguien os dice que no puede sentir su corazón. Suavemente y de forma amorosa preguntadles qué es lo que sienten, sea lo que sea. El solo hecho de que os preocupéis por ellos puede ser suficiente por el momento. Como humanos somos capaces de sentir casi siempre – aunque no nos lo admitamos a nosotros mismos por razones de autoprotección – cuando alguien está realmente ahí. Es ahí que sentimos algo y, ese algo, es amor. Es cierto, mostramos amor cuando estamos ahí, de forma absoluta, dando toda nuestra atención a otra persona. En ese momento, en la sesión terapéutica, el hecho de ofrecernos completamente paciente significa que damos solamente amor a la otra persona. Toda nuestra atención para con la otra persona es amor, y ese amor es Dios. No quiere esto decir que siempre esté de acuerdo con la otra persona y que vaya a hacer todo lo que quieran. Una cosa es amar a otra persona y otra muy distinta convertirse en su marioneta. Como dicen los Padres de la Iglesia: 'el amor es la mayor de las virtudes, mientras que el discernimiento es aún más elevado'.
En este momento, mantén el contacto que habéis establecido y pídele al paciente que deje los ojos cerrados y mantenga el contacto con su corazón. Sin importar el contacto al que haya llegado, pídele que sientan tu corazón. ¿Puede sentirlo? ¿Puede verlo? ¿De qué forma pueden verlo? No os sorprendáis si en momentos así el paciente comienza a hablar de sus experiencias espirituales, es algo muy usual. Más bien es de esperar… Cuando escapamos de la tiranía de la mente y entramos en el reino del corazón, del espíritu y del cuerpo, entramos entonces en el eterno Ahora, el Presente que es de hecho nuestro verdadero hogar. Es desde ese lugar que podemos contactar verdaderamente con los demás como entidades somato-psico-espirituales.
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