Primera edición digitalen Panamericana Editorial Ltda.,
julio de 2020
Segunda edición, julio de 2020
Primera edición en Panamericana Editorial Ltda., enero de 2011
© Aída E. Marcuse y Robert Marcuse
© 2011 Panamericana Editorial Ltda.
Calle 12 No. 34-30, Tel.: (57 1) 3649000
www.panamericanaeditorial.com
Tienda virtual: www.panamericana.com.co
Bogotá D. C., Colombia
Editor
Panamericana Editorial Ltda.
Edición
Luisa Noguera Arrieta
Ilustraciones
Beatriz Moreno Calvo
Diagramación
Iván Correa, Martha Cadena
Producción libro electrónico
eLibros Editorial
ISBN 978-958-30-5944-5 (impreso)
ISBN 978-958-30-6125-7 (epub)
Prohibida su reproducción total o parcial
por cualquier medio sin permiso del Editor.
Hecho en Colombia - Made in Colombia
1 ¡La cajera no tiene la culpa!
2 Papá, ¿qué es la economía?
3 ¿Crees o sabes?
4 Todo comenzó en la familia
5 Mucho, mucho después...
6 La familia hoy día
7 Acerca de las cosas que hacemos y usamos
8 Yo te doy esto, tú me das aquello
9 No puedes plantar relojes ni fabricar oro
10 ¿Cuánto vale una vaca?
11 La invención del dinero
12 ¿Dinero o jirafas?
13 Si quieres vender zapatos...
14 Si quieres comprar zapatos...
15 Los tres precios de los zapatos
16 El tira y afloja de la economía
17 ¿Y eso que llaman crédito?
18 La salud de la economía
19 Cuando la economía tiene fiebre
20 Cuando la economía se resfría
21 Llámense como se llamen, las monedas son dinero
22 El valor de tu dinero en otros países
23 ¡A trabajar!
24 ¿Qué hago, gasto o guardo mi dinero?
25 ¿Para qué necesitamos a los bancos?
26 ¡Te debo una!
27 La tarjeta de crédito
28 El costo del dinero
29 El mundo gira y gira
30 ¿Esto es todo?
Los autores: Robert y Aída Marcuse
¡La cajera no tiene
la culpa!
Entre sueños, Josefina abrió medio ojo y vio una sombra de pie ante su cama.
—Buenos días —dijo mamá, y le dio un beso—. Ya sé que hoy es sábado y no tienes que ir a la escuela, pero papá cumple años y toda la familia vendrá a cenar. Necesito que me ayudes.
—Ay, mamá, ¿me dejas un ratito más?
—Lo siento, necesito que vayas al supermercado a comprar varias cosas.
—Está bien, está bien, ya me levanto.
Apenas terminó de desayunar, Josefina salió en su bicicleta hacia el supermercado cercano.
Cuando tuvo en su carrito todo lo que su madre le había pedido, se dirigió a la fila más corta y esperó. Delante de ella una señora empezó a discutir con la cajera.
—¡Estas costillas no pueden costar tanto! Debe haber un error...
—No señora, lo siento. Ese es el precio.
—¡Pues a ese precio no las llevo! —La cajera puso a un lado el paquete de carne y rehizo la cuenta.
—La cajera no tiene la culpa, señora —intervino un hombre barbudo—, el problema es de la economía.
—¡La economía! ¡La economía! ¡Vaya excusa! —Se indignó la señora y se marchó muy enojada.
Papá, ¿qué es
la economía?
Josefina puso las bolsas sobre la mesa de la cocina. Papá todavía estaba desayunando con Juan.
—¡Feliz cumpleaños, papá! —dijo Josefina, dándole un abrazo cariñoso.
—Muchas gracias, Josefina.
—Papá, ¿qué es la economía? La gente no habla de otra cosa...
—¡Ay, hija, ¿de veras quieres que te lo explique? ¡No sabes en qué te metes!
—Sí, papá, me interesa.
—¿Estás segura?
—¡Sí, por favor!
—¡De acuerdo, entonces!
Papá dejó a un lado el periódico que acababa de abrir, se quitó los anteojos y frunció el ceño.
—Podría decirse que la economía es lo que producimos, construimos y fabricamos. Así que todo lo que puedes ver, tocar y usar, como juguetes, patinetas, bicicletas, aviones, casas, carreteras y puentes, son parte de ella. La economía también abarca las cosas que comes o bebes, por ejemplo, perros calientes, cucuruchos de helados o refrescos, y su distribución entre quienes las desean o las necesitan, como tú y como yo. La gente se preocupa por ella porque su buen o mal funcionamiento nos afecta a todos.
—¿Y cómo me afecta a mí?
—En todo lo que haces. Fíjate en esto: cuando compras chocolates en una tienda, lo haces porque eres golosa. Pero aunque no te des cuenta de ello, tu compra, y las de muchos niños como tú, convencen a la fábrica de chocolates de que es un buen negocio, y seguirán fabricándolos. Cuantos más niños compren chocolates, más venderá la fábrica a las tiendas y las tiendas a sus clientes.
Gracias a eso los empleados de la fábrica y los de la tienda tendrán mucho trabajo y no temerán perder sus empleos.
Como ves, con solo comprar chocolates, tú te conviertes en parte de la economía, sin siquiera notarlo. Es tan natural como respirar.
—¡Así que cuando como chocolate yo ayudo a la economía! ¡Qué bueno! —exclamó Josefina, con una chispa de picardía en los ojos.
Hablar de chocolate le dio ganas de comerlo. Ella y Juan sabían en qué cajón encontrarlo.
—Basta, no coman tanto chocolate a esta hora de la mañana —los regañó mamá.
—Mamá, el chocolate es bueno para la salud. —Se defendió Josefina.
—Eso es lo que tú crees, porque el chocolate te gusta mucho —dijo papá—. Pero no es lo mismo creer, que saber.
—¿Y cuál es la diferencia? —preguntó Josefina.
—Mira, cuando te duele el estómago, puedes creer que es porque comiste demasiado. Esa es tu opinión. Puedes estar en lo cierto, pero también es posible que alguna otra cosa te haya dado dolor de estómago. Tu médico probablemente te dirá que fue causado por un virus y, puesto que él estudió medicina por muchos años, su opinión es más confiable que la tuya.
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