Un silencio aterrador cundió por toda la Asamblea atenta a ellos, mientras otra voz expresó.
―¡La Humanidad no se salvará si no se cumple todo!
―¡¿Todo?!― Exclamó asustado otro miembro del Consejo de Seguridad, entre los que a continuación se iban a ir preguntando y contestando seguidos con atención general.
―¿Creéis que puede salvarse la Tierra, y con ella la Humanidad, de otro modo?
―Pero… ¿por qué todo para salvarnos?
―¿Se domina el interior del planeta y el espacio exterior?
―Entonces, la amenaza… Necesitamos tiempo.., y deliberar… entre nosotros y con ellos, o con los septuagenarios insólitos―, pidió con voz estremecida otro presidente de los presentes en el Consejo de Seguridad, oídos en todo el auditorio.
―Pero, ¿y si sólo prescindimos de los robots militares e inteligentes? Es lo que explícitamente se ha mencionado en el mensaje… ¿No?
―De mantener la industria robótica, al final se desarrollan los androides y sapierrobots. Por cierto, esta palabra ¿se refiere a los robots sapienses*, es decir: inteligentes?
―¡Por supuesto! … Y mantener la industria robótica nos lleva también a los cerebros electrónicos…y superiores.
―Pero no podemos prescindir de éstos ni…
―Estudiemos el mensaje y decidámonos. ¿Conocemos todos los asteroides que nos amenazan? ¿Acaso no nos sorprendió el asteroide Ajenjo? ¿Y sabemos la hora de los supervolcanes? ¿O la del cambio climático real?
Se produjo un silencio estremecedor en todo el auditorio que venía escuchándoles.
―Es hora de actuar ―concluyó el último hablante de los Grandes del Consejo de Seguridad―: sin demora, pues estamos ante un … ultimátum extrasolar… a la Humanidad.
Oído esto transmitido por todos los medios audiovisuales en toda la redondez del globo terráqueo y retransmitido a todos los idiomas contra lo que hubieran querido los dirigentes del mundo, lo mismo que se había hecho extensivo el mensaje dicho por los Insólitos, un estallido de pánico recorrió de nuevo por empatía todo el universo humano.
―¡Ultimatum est!―Dijo, o gritó alguien, repitiendo ese grito dado con énfasis en el más clásico latín que sobrecogió más si cabía, paralizando de un miedo cerval a las multitudes internacionales atentas al evento que los medios audiovisuales transmitían desde el mismo auditorio de la Asamblea General de la ONU, descuidados de ellos los hablantes del Consejo de Seguridad.
“Ultimátum est… extrasolar”, fue la sentencia fonética que salió de todas las bocas, conscientes o inconscientes de su conocimiento pero entendiéndolo por el énfasis pavoroso de su transmisión:
¡ULTIMATUM EXTRASOLAR!
3 Estallido global de terror
De pronto se oyó una incisiva pregunta desde el Consejo de Seguridad:
―Pero: ¿Estos Diez Insólitos: están con nosotros o contra nosotros?
El mundo entero la escuchó con pavor: ¿Íbamos a desconfiar precisamente de los que, aun insólitos eran ciertamente congéneres nuestros? Pero: el mensaje que nos han dado: ¿no viene acaso de las estrellas?: Se pensó.
―El ultimátum que nos han dado los Diez Insólitos―se oyó ahora reconociéndose esta vez hablar el Presidente de los Estados Unidos―: No proviene de ellos: Hemos de entender que ellos son mensajeros de los … alienígenas… estelares.
Se recibieron estas palabras como un alivio de la angustia provocada por las anteriores. Pues era posible que los Diez Insólitos, aun habiendo transmitido ese ultimátum, no lo compartieran… del todo… ¿O acaso no les afectaría también a ellos… personalmente o a sus familias?... ¿O no?
Pero: ¿dónde estaban ahora los Diez Insólitos?
―¿Y… hemos recibido ciertamente un ultimátum?―: preguntó una voz desconcertada.
―¡Por supuesto!
―Bien saben los Extrasolares que no podemos cumplir cuanto se nos pide sin la tecnología robótica, si las amenazas volcánica y asteroidal* son próximas, como nuestros científicos en vulcanología y astronomía nos advierten.
Y a poco de estos comentarios de certidumbres apocalípticas oídas de los miembros del Consejo de Seguridad, tras la suspensión general, en breves minutos comenzaron a oírse voces humanas de indignación aumentante, lo mismo contra los extrasolares, sus diez voceros humanos como contra las autoridades de sus respectivos Estados y vecinos transfronterizos, que fueron transmitiéndose de la Asamblea al exterior, de país a país¸ pasando a todos los idiomas; pero acusando con progresividad mayoritariamente a sus autoridades, no importando sus ideologías, de haber llevado a esta situación de amenaza apocalíptica a la Humanidad por sus ciegas políticas de enfrentamientos, militarización, armamento nuclear, explotación de recursos naturales y humanos, tecnologías agresivas, contaminación perversa de la naturaleza, acumulación de riquezas indebidas, empobrecimiento de masas, industrias robóticas y un etcétera que fue aumentándose en el ideario crítico conforme la indignación y el terror se extendían con la rapidez electrónica de los medios audiovisuales y redes sociales emisores de toda especie, según se entendió del mensaje extrasolar recibido, provocando conatos de estallidos revolucionarios que se propagaban por todo el orbe terráqueo*, en los que influían tanto los ecologistas y organizaciones de izquierda y antisistema acusando al capitalismo y los poderes fácticos, como los movimientos de derechas y los más inclinados a la religión, incluso en los países más represivos donde comenzaron los amagos de rebelión. Y a todo lo que se sumó la caída de todas las bolsas con bajadas abismales, cierre de bancos y empresas y millones de empleados que de pronto sentíanse sin su puesto de trabajo, con las puertas de su lugar de empleo cerradas.
Movimientos de todas clases: económicos, industriales, laborales, políticos, sociales, intelectuales, científicos, audiovisuales, de orden, etcétera, etcétera, etcétera: que empezaron estallando primero y principalmente en las grandes urbes occidentales, comenzando por Europa y Norteamérica, para seguidamente, con la rapidez electrotécnica de los medios susodichos difundirse por el resto del planeta; sumándose prontamente a ese principio la agitación entre protestataria y revolucionaria, tratando de avivar los ánimos antisistémicos terrestres que el anuncio del ultimátum paralizaba, o porque todavía creían en la buena intención extraterrícola, o en la suficiente inteligencia humana de sus propios dirigentes y tecnocientíficos para convencer a los alienígenas extrasolares de un inmediato plan humano de reorganización planética geobiológica que los salvara por intermediación de los Insólitos; o en que todo aquello era una pesadilla, o que esos extraterrestres eran ángeles enviados por Dios para, a través de los Diez Insólitos como sus profetas, anunciar el fin de los tiempos, contra lo que no había nada que hacer. Estaban todos, pues, alucinando y no en colores. Alucinación no sólo entre los mayores, que también entre los jóvenes y niños a su alrededor observándolos.
Todo eso sucedía con rapidez de vértigo, mientras a la vez, suspendidas en su terror las autoridades humanas, permanecían inmóviles ante el temblor sísmico de las multitudes. De éstas, los más religiosos se recogían en la oración o acudían a sus templos a orar en comunión de fe, si es que no estaban ya en ellos por haber ido con espíritu religioso a escuchar el mensaje; lo mismo creyentes cristianos, que musulmanes, judíos, budistas, hinduístas, sintoístas, taoístas, confucianistas y de otras religiones menores por su número de adeptos, incluyendo los seguidores del ocultismo, la hechicería, el animismo, el chamanismo y hasta el satanismo, todo en un etcétera indeterminado.
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