»Mas si desoís el conjunto humano de vuestra ecocivilización* el aviso y consejo que os damos amistosamente en nombre de las civilizaciones galácticas más avanzadas en lo que respecta a la robótica y sapierrobótica, la Federación Galáctica y Universal que conformamos se verá obligada a intervenir en vuestro mundo ante el peligro para la Vida y la Inteligencia Naturales en el Universo que representan ambos desarrollos robóticos, que los estáis empleando incluso para la guerra y para la reproducción de sí mismos. Y entended bien esto dicho: que los peligros a que está expuesta la Humanidad provenientes del espacio exterior, de los procesos geológicos o de una guerra nuclear pueden no afectar al desarrollo a que hayáis llevado la sapierrobótica y la inteligencia electrónica independiente, y por tanto sobreviviros y acabar de exterminaros los robots.
»Pues los estáis creando a vuestra propia imagen y semejanza; pero aun antes de lo dicho y aun antes de sobrepasaros en inteligencia y poder los sapierrobots*, la robótica en general, ya de androides* o de simples máquinas, os creará a los humanos, primeramente a la clase obrera y empleada en general, y más adelante incluso a los especialistas y doctores en las ciencias, un sinfín de problemas de desempleo, pues los poderes económicos los desearán a vosotros los humanos para aumentar sus ganancias y poder, sin entender que finalmente también los sustituirán a ellos mismos, controlando el poder sapierrobótico* hasta el Estado mismo y todo el mundo vuestro, si no detenemos a tiempo su desarrollo.
»Enteded esto como un consejo amigo, con la mano tendida ofreciéndoos nuestra ayuda.»
Hasta aquí el tajante mensaje que dejó a todos pegados en sus asientos o a las suelas de sus calzados los que estaban de pie en la gran sala; y fuera de ella otro tanto semejante les sucedió a los humanos todos que a través de los medios, en silencio y detenidos en sus quehaceres, oyeron retransmitido el mensaje. Acabado el cual desaparecieron los diez enigmáticos insólitos, igual a como habían desaparecido los diez gigantes extrasolares antes de comenzar este mensaje por el Insólito Julio Grande, dejando a la inmensa congénere humana paralizada, intentando asimilar la advertencia global tanto amiga como intimidatoria del mensaje.
Hasta que se oyó una potente voz en la gran sala que dijo: “¡Así es!”, seguida de otra que exclamó “¡Bravo!”, y una sonora ovación que resonó multiplicándose alrededor del planeta.
Voces y ovaciones que tan pronto se hicieron oír dejaron a todos estupefactos, y a los primeros, como si dijéramos, a los mismos que las dijeron y aplaudieron en el calor de aquellas extraordinarias presencias y palabras que, aunque éstas las dijesen humanos como todos, pero excepcionalmente altos y en nombre de unos extrasolares* aún más altos y de una enigmática Federación Galáctica y Universal que les exigían desprenderse de los robots, especialmente si eran androides e inteligentes, no dejaban finalmente de ser una amenaza encubierta tras todo lo anteriormente aconsejado para la supervivencia humana, unos consejos estos que fueron los que a una parte engatusada por la apariciencia de ellos les impulsó a ovacionar y vitorear, hasta que el silencio de los mejores escuchantes les calló.
Y entonces, no sólo callaron esas voces… Ni iban a ser para ellas solas el asentimiento general…
Pues…
De pronto se oyó otra gran voz en la gran sala que gritó, resonando en todo el universo humano:
―¡Ultimátum est!
Y a su grito iba a movilizarse la Humanidad tan pronto fue captado su significado, con un objetivo solo: salvarse.
1 Consciencia humana del mensaje
DÍA DEL MENSAJE
Ese fue el mensaje dado a la Humanidad por los Diez Insólitos en nombre y representación de la Federación Galáctica y Universal, según fue recibido por ellos de los representantes extrasolares procedentes de una desconocida Exocivilización* de alguna estrella, o más de una de la propia galaxia, que dieron a conocer ante la Asamblea General en su gran sala internacional terrícola de la Organización de las Naciones Unidas en su enorme edificio de Nueva York, en presencia de todos los gobernantes del planeta Tierra y del Secretario General de la ONU, que los presentó. Mensaje retransmitido en todos los idiomas en derredor todo del planeta Tierra, en un programa audiovisual especial para la ocasión al que se acogieron la totalidad de los medios de radio y televisión mundiales, así como de internet y demás redes sociales, seguido hasta por los astronautas circundando el espacio inmediato exterior del planeta en la Estación Orbital Internacional, así como los ingenieros astronautas que trabajaban en el espacio creando las alejadas ciudades espaciales, los astronautas viajando en las modernísimas astronaves entre esas ciudades, la Luna y la Tierra, los que habían sido destinados en la Luna y los que tripulaban la misión a Marte; todos astronautas de las grandes potencias: norteamericanos, rusos, chinos, europeos, hindúes, japoneses y australianos, e incluso israelíes y los primeros islámicos que probaban el salto al espacio sobre la atmósfera terrestre.
Y con ellos en el espacio alrededor de la Tierra también los turistas millonarios, que disfrutaban con el espectáculo del Planeta visto desde esas alturas en las estaciones orbitales de turismo espacial que se habían creado y puesto en órbita por compañías fundadas con intereses económicos. Turistas que venían disfrutando con la impresionante visión del globo terráqueo en predominantes blancos, azules y grises sobre el fondo negro del espacio.
Mientras a la vez vigilaban con especial atención ese espacio solar y el extrasolar* más alejados todos los observatorios astronómicos terrestres, los del alrededor espaciales y los primeros lunares, atentos a la escucha exterior también los radioastrónomos y no menos cuantos atendían las imágenes y sonidos emitidos por los satélites artificiales de telecomunicación y las sondas de exploración del Sistema Solar hasta más allá de sus límites centrales reconocidos sobrepasando Plutón.
El mundo entero, pues, había podido observar a los Diez Insólitos en la tribuna de oradores de la Asamblea General de las Naciones Unidas, representando en sus facciones las cinco razas que engloban la especie humana: a la raza blanca una pareja española, a la amarilla un chino y una japonesa, a la aceitunada un varón indonesio y una hembra polinesia, a la raza negra una pareja sudafricana y a la raza cobriza otra pareja, ésta suramericana.
Y esas presencias impresionaron por el gigantismo de sus tres metros de estatura, sus albas vestiduras destellantes bajo las que se vislumbraban la corpulencia de sus cuerpos hercúleos en ambos sexos, y la belleza de sus facciones interraciales de aparente plena juventud, sabiéndose de los diez ser de edades provectas rejuvenecidas, sanadas, rehabilitadas, fortalecidas y agigantadas, indudablemente con poderes físicos y mentales superiores, todo lo cual como testimonio a convencer en su representación de los enviados extraterrícolas estelares que tales milagros operaron en ellos, como era de conocimiento general, cual si los mismos portentos pudieran prometerse a la Humanidad entera.
Porque durante más de un año los Diez Insólitos* habían asombrado con el resultado habido en sus personas y los hechos filántrópicos y heroicos realizados por ellos, tan sorprendentes y dignos ante la Humanidad, que reconocidos y representándose mensajeros extraordinarios de civilizaciones extrasolares, para ofrecernos el camino de la supervivencia, habían conseguido en este día congregar a todos los gobernantes del planeta Tierra, así como a los más altos representantes de sus religiones y a las mejores eminencias de cada ramo científico e intelectual; a los gobernantes con sus séquitos políticos, y alrededor de todos ellos los mejores corresponsales en todos los medios de difusión, con sus equipos al completo.
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