En muchos casos es la maternidad o la paternidad la que nos empuja por el acantilado. La que nos invita a ese profundo viaje interior. Son nuestras hijas e hijos quienes nos ponen cara a cara con la niña o el niño que fuimos y nos muestran por dónde fue que nos perdimos en el camino. Es gracias a esas maestras y maestros que muchas de nosotras nos damos la vuelta como un calcetín y crecemos en Amor, del grande, primero por esas criaturas, pero después también por nosotras y por todas las demás.
En esta segunda edición del libro, además, nos adentramos en un tema que desde siempre me ha parecido un gran reto para esta sociedad: entender la neurodiversidad. Como maestra de educación especial veo que nos queda mucho camino para poder mirar a cada niñx como el ser único y maravilloso que es, sin quedarnos atrapadxs en solamente buscar diagnósticos ni etiquetas que nos alivian, sí, pero que no ven realmente las necesidades ni el valor de cada ser que tenemos delante. Nuestra sociedad, que tiende a desvalorizar lo diferente, está enferma de tanta uniformidad. Nuestro mundo está enfermo de falta de diversidad, en las aulas y en la calle.
Proteger la diversidad es una esperanza para este mundo. La propia, la ajena. La de cada criatura viva de este planeta. La diversidad es esencial para el equilibrio de la vida. Allí donde hay diversidad, hay salud. En lo biológico, a menor diversidad, mayor desequilibrio. Lo vemos en la salud de nuestras bacterias intestinales, lo vemos en ecosistemas como los bosques. Pero la escuela tradicional sigue ajena a esta idea y aún ahora se empeña en uniformizar a cada criatura que pasa por sus manos.
Cada ser humano es único, irrepetible. Es de vital importancia que empecemos a tomar consciencia de lo importante que es permitir que cada bebé que llega a este mundo sea escuchado en sus necesidades (físicas, afectivas, mentales) y que no tenga que adaptarse imperiosamente a las necesidades de esta sociedad capitalista. Ni que seamos los adultos quienes recortemos a cada criatura para que encaje en este mundo desequilibrado según nuestras limitadas expectativas.
Este libro es un valioso reflejo de familias y experiencias de profundo cuestionamiento ante lo establecido. Y yo desde aquí solo puedo celebrarlo y sumarme. Estamos juntxs construyendo un mundo mejor, más diverso, donde caben otras formas de aprender, mucho más en contacto con las necesidades genuinas de la infancia. Gracias a ti por sumarte también.
1 Cristina Romeroes autora, entre otro, del libro Una revolución en la Escuela , despertando al Dragón Dormido y es coautora, junto a Laura Gutman, de Mi hijo no quiere ir a la Escuela. ¡Y tiene razón! Ambos libros fueron publicados por la editorial Ob Stare.
andamos con la emoción en los pasos
abrimos el corazón y los abrazos
aprendemos y enseñamos
sentimos disposición a lo nuevo
agradecemos estar aquí
cantamos
la lluvia limpia cada uno de nuestros rincones
el viento cosecha nueces
los más pequeños nos enseñan a confiar
sus ojos sonríen
aprobando nuestras intuiciones
dando cuerpo a nuestro caminar
estamos en cuarentena
en familia, en red, en comunidad
Educando en familia a cuatro hijos, trece años después
por Ana Paulina Maya Zuluaga 1
Somos una familia formada por papá, mamá, una hija de veintidós años, un hijo de veintiuno, una hija de quince, un hijo de trece y tres gatos (que han llegado a ser siete y estuvieron acompañados, en alguna época, por una hermosa golden retriever que fue nuestra compañía, caballito y niñera por doce años).
Nos salimos del sistema escolar en 2007, y durante todos estos años he escrito mucho sobre la educación en familia y sobre nuestra experiencia, principalmente en los dos blogs que creé para ese fin. Decidí construir este texto aprovechando trozos de los relatos, experiencias y reflexiones creadas vividas durante todos estos años.
Una de las primeras preguntas que nos hace la gente es: ¿por qué razón tomaron la decisión de desescolarizar? Ahora tengo muy claro que hay unas razones por las que tomamos la decisión y otras muchas, que vamos descubriendo en el camino, que nos hacen mantenernos educando en familia. Lo que sigue es lo que escribí al respecto cuando llevábamos solo un año educando en casa.
Junio de 2008 - ¿Por qué educar en casa a nuestros hijos?
Esta es la pregunta obligada cuando contamos a alguien que nuestros hijos mayores no van al colegio. Hay muchos motivos que hemos ido descubriendo sobre la marcha pero, si vamos a ser sinceros, fueron dos los que nos animaron a “lanzarnos al agua”:
el disfrute del aprendizaje compartido en los momentos de responder a las preguntas de los niños, consultar en un atlas, investigar en internet. Siempre quedaba la sensación de ¿por qué no hacemos esto más seguido? Y si yo estoy dedicada a ellos de tiempo completo ¿por qué no educarlos yo misma?;
el factor económico. El colegio en el que estaban María Alejandra y Juan José era cada vez más costoso, y entonces ¿cómo íbamos a hacer cuando los cuatro fueran al colegio? Probablemente tendríamos que cambiarlos a uno más barato, pero ¿qué tan satisfechos estaríamos con la educación del nuevo colegio?
Ahora que cumplimos un año desde que salieron de “vacaciones indefinidas” vemos muchos cambios positivos que han sucedido en nuestros hijos:
se ven felices y tranquilos, hacen lo que quieren y lo hacen porque les gusta, durante todo el tiempo que ellos quieran hacerlo;
comen mejor, más saludablemente, pues de nuestro mercado desaparecieron los paquetes y los jugos de cajita; obviamente se aumentó el consumo de frutas, yogurt y queso;
están alejados de esa presión consumista a la que estaban sometidos en el colegio, no andan pendientes del juguete o la ropa de moda, ni piensan que se van a morir si todos lo tienen y ellos no;
han descubierto la libertad de seguir el ritmo de descanso que su cuerpo les demande: acostarse a dormir cuando sientan sueño o cansancio y levantarse en la mañana porque ya han dormido suficiente, y no porque tienen que correr o los deja el bus.
Y así podría seguir enumerando aspectos positivos. En conclusión, creo que hemos encontrado nuestro rumbo.
Hoy, a 2020, veo muchas fallas en el sistema escolar y sus prácticas, que no había visto cuando escribí lo anterior. Tengo claro que casi ninguna escuela tiene las condiciones necesarias de respeto y libertad que deben rodear a los niños durante su etapa de crecimiento y formación. Mi lista de motivos para preferir la educación en casa es muy, muy larga.
A medida que el tiempo pasa, seguimos aprendiendo, los hijos crecen y con ellos se superan unos miedos y aparecen otros.
Hablando de miedos, hay uno que parece bastante omnipresente y que genera una gran pregunta, tal vez la más repetida y que más nos cansamos de responder es: ¿qué pasa con la socialización? Ahora, con toda la experiencia acumulada, me sorprende que la gente pregunte esto de manera mecánica, que estén tan convencidos de que si los niños no van al colegio, no socializan; es como si creyeran que al no ir al colegio van a convertirse en jóvenes desadaptados y antisociales. ¿Se habrán preguntado alguna vez qué significa socializar ? Sobre esto escribí cuando llevábamos dos años por fuera del sistema escolar y mis hijos mayores estaban comenzando su preadolescencia y adolescencia.
Agosto de 2009 - Socialización
Читать дальше