—De acuerdo, volvamos a Adam Smith. ¿Por qué dices que te usaba?
—Porque es lo que hacía —respondió ella, con soltura—. Superé la decepción que me causó su abandono con la ayuda de Zoey y de mi novio actual. Pero Adam me dijo algo el otro día…
Allí se generó la reacción esperada. El oficial estuvo a punto de saltar de su silla.
—¿El otro día?
Jessica apretó los labios.
—Entonces, ¿no lo sabían?
—¿Saber qué cosa, Jessica? —insistió el hombre.
—Mi novio, Rick Davenson, otro alumno del colegio y yo vimos a Adam en el pueblo hace unas semanas. Él me amenazó con llevarse a Zoey después de decir que la amaba.
El policía, nervioso, comenzó a pasar las páginas del caso de Adam.
—Sí, hay una denuncia del día 15 de octubre.
—Nunca pensé… que realmente iba a pasar algo así —siguió la muchacha, con un tono más bajo y cargado de lamento.
—¿Crees que él la secuestró? —preguntó él. Dudaba de la situación porque era casi imposible sacar a una chica, sin que nadie los viera, de un colegio—. ¿Cómo podría haberlo hecho?
Jessica fingió dudar también, pero trató de ser convincente para el oficial, pues tenía que dejar en claro que Adam había sido y siempre sería el malo de la historia.
—Mire, Zoey estuvo muy rara este año por culpa de lo que vio, pero yo estoy segura de una cosa: ella jamás se iría con Adam Smith a ningún sitio, mucho menos en buenos términos.
Capítulo 2
Zoey tenía frío. Tanto, de hecho, que se sentía incómoda viajando sobre la espalda del chico muerto que no paraba de hacer bromas insulsas y poco decentes sobre la forma de las nubes.
Zackary intentaba quitarle un poco de tristeza al asunto, pero hacía ya un cuarto de hora que a ella no le daba gracia que él encontrara formas de aparatos reproductores masculinos en cualquier masa blanca que viera en el cielo. Había respondido a sus chistes con suaves risas solo por compromiso cuando, en realidad, prefería llorar antes que reír.
Había dejado todo atrás: el colegio, a Jessica, a James, a sus padres e incluso al bodoque de su hermanito. Su vida ahora era un recuerdo de lo que jamás volvería a ser porque, a partir de ese día, ella era la tercera chica de esa escuela en verse inmiscuida en una situación extraña y de gravedad. Era la segunda persona desaparecida.
Apoyó el mentón sobre el hombro de Zack y contuvo el llanto una vez más. Su familia explotaría de dolor cuando supieran que se había ido, si es que no lo sabían ya. Suspiró y miró el cielo, no por las bromas de Zackary, sino para ver la altura del sol.
«Sí, ya deben saberlo», pensó.
Ya había pasado el mediodía y ellos estaban lejos de Villa
Elena. Viajaban desde la madrugada y sabían que no había posibilidad de que alguien pudiera encontrarlos si mandaban a buscarlos. Bueno, a buscarla a ella. Zack estaba muerto y nadie notaría su ausencia, así como tampoco notaban su presencia.
Zoey pensaba en qué tan difícil iba a ser para Jessica y para James mantener la historia que habían inventado. En especial para Jessica que, por ser su mejor amiga, cargaría con la mayoría de los interrogatorios.
Era probable que, en poco tiempo, investigaran también la terrible explosión en el bosque y que hallaran el templo destruido. Si los oficiales eran muy rebuscados, relacionarían su desaparición con ese hecho y Jess también tendría que luchar con los cuestionamientos al respecto. Zoey cerró los ojos por un momento y le pidió al universo que apoyara a su amiga y que no la dejara caer. Y, aunque Jessica se rindiera, ella no la culparía.
A pesar de que le dolía pensar en lo que había perdido, Zoey también era plenamente consciente de que debía concentrarse en lo que se aproximaba. Tenía miles de datos en la cabeza, teorías conspirativas y múltiples hipótesis sobre lo que era el dije y sobre lo que Peat significaba para él.
Y, entre tantas inseguridades, tanto ella como Zack tenían una cosa en claro: Peat estaba herido y se había marchado, pero se recuperaría y volvería por ellos. Y no pensaban esperarlo sentados. Esta oportunidad era la única esperanza que tenían para descubrir la Ciudad de Césares y para encontrar allí una pista que pudiera indicarles cómo protegerse y cómo deshacerse de la amenaza.
Incluso en lo que refería al dije, seguían avanzando sobre, valga la redundancia, sobre nubes, sobre castillos en el aire. Porque, como siempre, ningún dato era certero y nunca estaban seguros de si algo era real o no. Para peor, el dije había permanecido en absoluto silencio desde la noche anterior. Era como volver tener un objeto muerto colgando del cuello; la incertidumbre de su ausencia desconcertaba a Zoey.
Ella no podía dejar de darle vueltas al asunto, de preguntarse por lo que ocurría y si ese silencio significaba que Peat estaba lejos. Quería creer que sí y, a la vez, no deseaba aferrarse a ninguna creencia. Lo único que sabía era que necesitaba tranquilizarse, que todo estaría bien si iban con cuidado.
—Tal vez deberíamos parar, ¿no? —preguntó Zack, dejando de pronto el chiste de las nubes. Redujo la velocidad y se detuvo en medio del camino de tierra que corría junto a la carretera.
—¿Ahora?
—¿No tienes hambre? —insistió él.
Ella miró nerviosamente a la desolada ruta provincial.
«Tranquilízate», se repitió.
—No es que no tenga hambre, pero aquí me siento muy descubierta —admitió Zoey.
Zackary miró a su alrededor y luego la bajó de su espalda. Se giró y le puso una mano sobre el hombro.
—Hey, tranquila, no va a caer la policía tan rápido. No saben a dónde podríamos haber ido.
—A menos que hayan quebrado a Jess…
—Sí, claro, eso —replicó el muchacho y puso los ojos en blanco—. Van a encontrar el pasadizo que lleva a la iglesia antes de que hagan quebrar a Jessica. Además, no le creerían.
El comentario hizo que Zoey sonriera. Su mejor amiga podía ser insoportable y difícil de manejar en ocasiones, pero seguía siendo una chica que aún no había cumplido los diecisiete años y que debería enfrentarse a policías y a detectives, a adultos atemorizantes con estrategias para hacer hablar a la gente.
—Mmm —murmuró ella por fin.
«Deja de ser paranoica, Zoey, cálmate», se suplicó a sí misma.
—¡Por favor! —Zack alzó las manos—. ¡Si ha tolerado a Adam puede aguantar a cualquier policía malote!
Esta vez, la que puso los ojos en blanco fue ella.
—Dame el maldito sándwich de milanesa1 antes de que te muerda a ti —masculló ella.
Se sentó en el suelo y recibió la mochila que él había llevado colgando sobre el pecho junto al bolsito con su ropa.
—Eso no estaría tan mal —rio Zackary, pero obedeció y se sentó frente a ella. Miró el cielo azul sobre sus cabezas mientras se relajaban un poco—. En unas horas tu cara estará en las noticias. Tendríamos que buscar la manera de que no te reconozcan porque, en algún momento, tendremos que ingresar a las ciudades por refugio y por comida.
Zoey apretó los labios.
—¿Podremos intentarlo esta noche? En verdad estoy demasiado cansada como para dormir en el campo.
Con todo lo que había pasado en la madrugada, era un milagro que Zoey siguiera hablando y coordinando sus movimientos. Se tragó un pedazo de milanesa casi sin masticar y sacó la botella de agua de la mochila.
—Sí, estoy de acuerdo con eso. No me preocupa Peat justo ahora, así que una ciudad no nos delataría con él.
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