5
Inglaterra, 20 de diciembre de 1943
La pérdida de ambas piernas no había impedido a Sir Douglas Bader que le concedieran la DFC (Distinguished Flying Cross) y la DSO (Distinguished Service Order) por su actuación en la batalla de Inglaterra. Una de las razones de su éxito en combate era que, como la sangre no podía acumularse en sus piernas durante los G positivos3, no podía padecer de «visión negra», efecto que se producía en los pilotos al elevar el avión bruscamente aumentando la aceleración vertical y disminuyendo el riego de la sangre en el cerebro. Su vida era volar y muy lejos quedaba, concretamente hacía diez años, aquél accidente intentando hacer el «tonel» con su viejo Bulldog. No era un aparato preparado para ello y el bueno de Bader lo había pagado muy caro con sus piernas.
Pero aquel 20 de diciembre, sir Douglas acompañaba a las fuerzas norteamericanas, como tripulante experimentado, en el Ye Old Pub, un bombardero americano del tipo B-17F, para atacar la factoría de aviones alemanes en Bremen. Él mismo no estaba en la primera línea como piloto debido a las consecuencias de sus accidentes, pero su historial tan laureado le convertía en el mejor asesor que pudiera tener cualquier compañero. Su pasión por el aire le inyectaba en su sangre esa extraña superación poco explicable ante el miedo y el peligro.
Estaban teniendo éxito en el bombardeo de la factoría cuanto la artillería antiaérea alcanzó el aparato. El estruendo en el fuselaje fue ensordecedor. La sangre del artillero de cola, que fue totalmente acribillado por los cazas al tiempo que el aparato se separaba peligrosamente de la formación, se expandió por las paredes de todo el fuselaje, mostrando un panorama dantesco y desolador para todos sus compañeros, que esperaban ya su inmediato fin de forma prácticamente segura. El avión había sido dañado de tal manera que se mantenía a disposición de cualquier avión enemigo. Por si fuera poco, un tremendo agujero se había abierto en el cuerpo central de la aeronave, poniendo en peligro extremo a todos los tripulantes. De hecho, varios de ellos, incluido el mismo piloto Charlie Brown con el que Douglas había charlado unos minutos animosamente, habían sido heridos tras las ráfagas de las metrallas de los cazas. Todos esperaban los disparos de gracia que terminaran con sus vidas, pero inexplicablemente un caza alemán voló junto a su lado sin disparar sobre aquél pájaro de hierro moribundo en el que se había convertido el Ye Old Pub. Aquel vuelo angloamericano había conseguido salvar la vida de alguno de sus tripulantes gracias a la voluntad de un misterioso y desconocido enemigo que no quiso disparar…
Pero la guerra continuó y el carácter inquieto y decidido de Douglas no le dejaba permanecer en la sombra. Así, de nuevo la muerte pasó por delante de Sir Bader unos meses más tarde al caer derribado en Francia. El Wing Commander de 3 escuadrones (145, 610, 666) de la RAF (Real Fuerza Aérea) británica, y el conocido como el piloto sin piernas, habían sido capturados. Pero Francia no era un sitio adecuado para ocultar a esa joya aliada recién capturada. El castillo de Colditz fue su destino durante unos días, pero poco tiempo podía durar oculta la verdadera identidad de aquella leyenda de los cielos británicos. En cuanto se supo que sir Bader había sido derribado, el mismo Mariscal Göring, ministro encargado de la Luftwaffe4 acudió en persona para indagar sobre la información que pudiera extraer de aquél teniente sin piernas que se había llevado por delante a tanto Messerchmitt15 en la batalla de Inglaterra. No se supo entonces, pero el ingenio y la capacidad de seducción de aquel hombre sin piernas consiguió sacar de quicio a Göring que decidió mandarlo directamente a Mauthausen en donde seguro le sacarían la información que tuviera, antes de pasar a juntarse con las cenizas judías del cielo austriaco.
6
Valencia, 8 de mayo de 1324
La ciudad de Valencia era un paraíso para la mafia de los mercaderes nocturnos de estraperlo. Toda mercancía que entraba en la ciudad debía ser registrada y meticulosamente auditada por la recién inaugurada Lonja de Mercaderes que vigilaba y rendía los tributos debidos. Pero como en todos los tiempos, tras la adopción de nuevas leyes, la mente humana busca las tretas más estrambóticas para saltarlas. Así, junto a cada puerta de la ciudad amurallada, se había arbitrado una suerte de pequeño ecosistema que comenzó únicamente menudeando con pequeños permisos de apertura para las puertas que dejaban la ciudad totalmente cerrada e inaccesible para aquellos comerciantes que no disponían de los permisos adecuados o llegaban a horas intempestivas. Pero con el tiempo, aquella pequeña y jerárquica organización trans—legal fue adquiriendo cada vez más y más poder. Don Diego de Losada, noble orfebre con un pequeño pero importante taller y mercader de la seda era un poderoso caballero, que había sabido granjearse la amistad tanto de los señores e hidalgos de la región, como de los oficiantes y profesionales de la zona. Aunque no existía aún el oficio de la Diplomacia, Diego de Losada hubiera sido el perfecto candidato para redactar sus principios, pues a base de ingenio, relaciones y conocimiento de las debilidades humanas, había sabido labrar las amistades más oportunas para estar informado de todos los movimientos e hilos que tejían las telarañas más ocultas de la ciudad.
Él mismo era el guardián y custodio de la llave de la puerta de los Judíos, que daba acceso al antiguo barrio judío de la ciudad. Era la puerta de entrada de los productos de la huerta a la pequeña urbe. Controlar el acceso de mercancías y negociar con los mercaderes era una tarea que le había llegado como por ensalmo al propio Diego, cuyo esporádico contacto con el mismísimo rey Alfonso IV, le había hecho caer en gracia ante la más alta sociedad de la época. Su taller era paso obligado para decorar y templar sobre armaduras los símbolos de linaje, así como los escudos de armas y asuntos similares.
Los bajos fondos también los conocía muy bien, pues tanto el negocio de la seda, como los reclamos de platería, le llevaba a bucear entre los suburbios en busca de los adecuados medios para colocar sus propias mercancías en los almacenes más económicos y seguros que podía encontrar en la ciudad.
Diego de Losada había sido llamado a capítulo por aquellos miembros del tribunal. No tenía clara la razón por la que aquellos hombres le reclamaban cuando él no tenía ningún problema de lindes territoriales relacionados con asuntos de aguas. Aquel Tribunal de las Aguas era una entidad muy prestigiosa y respetada desde los tiempos de los romanos, pero nada tenía que ver con los asuntos en los que don Diego de Losada trabajaba y gestionaba con esas dotes de diplomacia y astucia en las que se desenvolvía como pez en el agua.
Capítulo 2
7
Valencia, España, 20 de febrero de 2022
Era una noche lluviosa. Hacía ya tres días desde que recibió aquel enigmático sobre. La carga de trabajo en el diario y sus continuos quehaceres habían hecho olvidar a Venus aquellas extrañas fotografías. Pero al sentarse delante de su viejo portátil y retirar toda aquella maraña de papeles, apareció de nuevo el sobre amarillento con el misterioso código: 'KO-12Rtj5-123S'.
Aprovechando el cómodo acceso a internet de su portátil, buscó en Google por si los dos ojos que todo lo saben permitían arrojar algo de luz al enigma. Lo único que encontró fueron un par de músicas chinas y un enlace a unas páginas de tinte pornográfico que nada parecían tener que ver con el origen de aquel sobre. De nuevo lo abrió y sacó esa extraña y nebulosa imagen en la que se intuía la figura de una mujer. La dispuso sobre su scanner y mientras aquel artilugio trabajaba repasó mentalmente la entrevista que había realizado esa misma mañana con ese magnate de la industria farmacéutica.
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