1 ...6 7 8 10 11 12 ...28 16 de enero - Adventismo
“Y la respuesta fue: ‘Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas. Después de eso, el santuario será purificado’ ” (Dan. 8:14).
A principios del siglo XIX, en el estado de Nueva York estaban ocurriendo muchas cosas. En Palmyra, Joseph Smith anunció que un ángel le había revelado que todas las religiones cristianas estaban equivocadas; en Hydesville, las hermanas Kate y Margaret Fox introdujeron el espiritismo moderno, cuando afirmaron escuchar el espíritu de un muerto golpeando las paredes de su casa; los Shakers, que fabricaban unos muebles con un estilo que permanece hasta hoy (pero cuya política de no tener sexo impidió que su descendencia permaneciera), operaban varias granjas comunales en el área. Por otra parte, cuando no estaban fabricando platería, los miembros de la comunidad Oneida practicaban la poligamia completamente seguros de que ya no tenían pecado.
William Miller, de Low Hampton, no tenía ambiciones de ser noticia. Después de una breve participación en la Guerra de 1812, prefirió una vida tranquila en el campo. Había crecido como bautista y se había convertido en un deísta de los que pensaban que Dios ya no se ocupaba de lo que ocurría en este mundo, aunque sus roces con la muerte y la pérdida de miembros de su familia lo dejaron con muchas preguntas sobre la vida después de la muerte. De paso, el haber presenciado cómo un ejército mucho más pequeño había logrado derrotar a los británicos, lo dejó preguntándose si después de todo Dios a veces movía los hilos de este mundo.
Miller trató de regresar al cristianismo y, aunque calentaba una banca de la iglesia los domingos, seguía expresándose como un buen deísta en público. Pero pronto se enamoró de Jesús. Quería estar seguro de sus creencias, así que comenzó a estudiar la Biblia versículo por versículo. Después de dos años de estudio (de 1816 a 1818), llegó lentamente a una asombrosa conclusión: la profecía bíblica revelaba que al mundo solo le quedaban unos veinticinco años.
Miller no sabía qué hacer con su descubrimiento. La mayoría de la gente creía que Jesús regresaría al final, no al principio del milenio del Apocalipsis, una vez que el mundo hubiera comenzado un proceso de mejora. Miller pasó otros catorce años confirmando su teoría hasta el más mínimo detalle y simplemente no podía callarlo más. Sabía que si lo que pensaba no era verdad, predicarlo sería engañar a la gente; pero si lo era, no podía quedarse callado.
En 1832, Miller le dijo a Dios: “Predicaré sobre esto, pero solo si me invitan a hacerlo”. Apenas media hora después llegó la invitación.
17 de enero - Biblia
“Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros” (Juan 13:34).
H onra a tu padre y a tu madre. No robes, no codicies ni cometas adulterio. Acuérdate del sábado... Son palabras que nos ayudan a vivir mejor. Fueron dadas a los seres humanos caídos y pecaminosos. Adán y Eva no necesitaban tener dos tablas de piedra colgadas del árbol de la vida para recordar que no debían mentir ni codiciar al cónyuge de otro.
Después del sacrificio de Jesús, ya no sacrificamos corderos, no nos preocupamos por estar ceremonialmente impuros, ni apedreamos a los adúlteros; pero ¿cómo sería si pudiéramos volver atrás en el tiempo, al principio del mundo? ¿Qué mandamientos les dio Dios a Adán y Eva cuando aún no tenían pecado?
“Tengan muchos, muchos hijos; […] dominen a los peces y a las aves, y a todos los animales que se arrastran”, leemos en Génesis 1:28. Dios nos puso en este planeta para que lo trabajemos. Tal vez hemos cumplido la parte de “tengan muchos, muchos hijos” bastante bien, pero no lo hemos hecho tan bien a la hora de cuidar de nuestros amigos del reino animal. Desde el megaterio (un perezoso gigante del tamaño de un automóvil que vivía en América del Sur), pasando por el poderoso mastodonte, hasta el humilde pájaro dodo, hemos cazado a los animales hasta su extinción; hemos contaminado el aire, la tierra y el océano en nombre del “progreso”.
Dios anunció que todos disfrutarían de una buena dieta vegetariana, incluso todos los animales (Gén. 1:29, 30). Y finalmente, cuando su última creación se completó y se veía bastante bien, se tomó un descanso: “El séptimo día terminó Dios lo que había hecho, y descansó. Entonces bendijo el séptimo día y lo declaró día sagrado, porque en ese día descansó de todo su trabajo de creación” (Gén. 2:2, 3). Ahí está la respuesta. Dios nos ordenó trabajar, cuidar su creación y descansar semanalmente en honor del Creador. Esto sería lo que caracterizaría nuestras vidas si nunca hubiéramos pecado. El trabajo construiría el carácter y el sábado nos mantendría enraizados espiritualmente.
Hay gente muy legalista, pero generalmente lo son por una razón: porque los Diez Mandamientos dicen lo que no debemos hacer, lo cual los hace a ellos sentirse más “santos” que los demás (en realidad no necesitan otro Dios, ya que ellos mismos son su propio dios). Jesús, sin embargo, resumió la ley en una frase: “Que se amen los unos a los otros”. Hay una gran diferencia, ¿no crees?
18 de enero - Vida
“Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará” (Mat. 16:24, 25).
La vida es una carrera. La vida es un viaje. La vida no es un deporte de exhibición. La vida es aquello en lo que decidimos convertirla. La vida no es un ensayo general. O como Shakespeare dice en su obra Como gustéis : “El mundo es un gran teatro, y los hombres y las mujeres son los actores”; lo cual suena profundo y poético, aunque en mi caso pareciera que perdí el guion.
En realidad, nos despertamos un día y, sin haberlo pedido, aparecemos en este planeta quebrantado. Pronto, se supone que debemos saber cómo sobrevivir por nuestra propia cuenta, como si todo estuviera preprogramado.
Con suerte, conocemos a alguien que a su vez conoce a alguien que podría ayudarnos a que nos vaya mejor. Posiblemente terminemos pobres y solos. Al final, parece que la vida es una apuesta en la que lo que tiene que pasar ocurrirá de todos modos.
¿Es así realmente la vida? ¿Consiste solo en ganar dinero y mantenernos saludables? ¿Hay algo más que meramente disfrutar lo que podamos mientras dure? ¿Algo más que simplemente tratar de impresionar a personas a las que realmente les damos igual; aprender cosas que no tienen importancia; y obtener logros que no durarán? Tal vez tenemos todos los valores al revés, o tal vez no deberíamos tratar de encajar en un mundo en el que todo está al revés.
“Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida?” (Mat. 16:25, 26). La lucha por la supervivencia puede funcionar a corto plazo, pero al final nos habremos perdido. Jesús ofrece una invitación maravillosa a vivir una vida que gira alrededor de algo más que la mera supervivencia. Es arriesgada, pero gratificante. Es peligrosa, pero satisfactoria. Él te estirará, te moldeará y te romperá, pero te convertirá en una “nueva creación”.
No es un asunto de poder o de quién se lleva los méritos. Se trata de dejar que Dios te use de formas que nunca te imaginabas. Se trata de arriesgarlo todo por lo que realmente crees. Se trata de rechazar los estándares de grandeza del mundo y defender algo más grande que tú.
Entonces sí estarás viviendo de verdad.
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