ERNESTO OTTONE
LA DEMOCRACIA EN LA NEBLINA
OTTONE, ERNESTO
La democracia en la neblina
Santiago, Chile: Catalonia, 2020
ISBN: 978-956-324-808-1
ISBN Digital: 978-956-324-809-8
CIENCIA POLÍTICA
320
Dirección editorial: Arturo Infante Reñasco
Diseño de portada: Guarulo & Aloms
Edición de textos: Luis San Martín Arzola ( vueloartico.com) Diseño y diagramación: Sebastián Valdebenito M.
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, en todo o en parte, ni registrada o transmitida por sistema alguno de recuperación de información, en ninguna forma o medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin permiso previo, por escrito, de la editorial.
Primera edición: noviembre 2020
ISBN: 978-956-324-808-1
ISBN Digital: 978-956-324-809-8
RPI: Solicitado octubre 2020 - código 3wgxsp
© Ernesto Ottone
© Editorial Catalonia Ltda., 2020
Santa Isabel 1235, Providencia
Santiago de Chile
www.catalonia.cl– @catalonialibros
Índice de contenido
INTRODUCCIÓN
PARTE I UNA LARGA TRAVESÍA
1. El nacimiento de la idea democrática
2. La autonomía de la política
3. Camino a la tolerancia
4. Los precursores
5. Aportes de Oriente
6. El Estado moderno
7. La crítica a la idea democrática
PARTE II DEMOCRACIA A LA VISTA
1. Algunas advertencias
2. Los maestros
3. Los procedimientos de la democracia
4. La democracia exigente
5. Un camino turbulento
PARTE III LA DEMOCRACIA EN LA GLOBALIZACIÓN
1. Otra era
2. Grandes ilusiones
3. El gran remezón
4. Las nuevas paradojas
5. La pandemia y sus efectos
PARTE IV LA DEMOCRACIA A MAL TRAER
1. Tiempo de malas nuevas
2. Razones diversas y entrelazadas
3. La tentación de lo simple
4. América Latina: El eterno retorno
CONCLUSIÓN ¿CÓMO SALIR DE LA NEBLINA?
AGRADECIMIENTOS
NOTAS
A mis hermanas, Margarita, María Angélica y Mirella. Juntos en las duras y en las más duras.
Aprendí a respetar las ideas ajenas, a detenerme ante el secreto de las conciencias, a entender antes de discutir, a discutir antes de condenar. Y como estoy en vena de confesiones, hago una más, quizás superflua: detesto con toda mi alma a los fanáticos. Norberto Bobbio
El título de este breve ensayo, cuyo centro es la reflexión sobre los problemas e interrogantes de la democracia contemporánea, no se inspira en un concepto de linaje académico, pero refleja de manera quizás más vivaz el momento por el cual aquellos atraviesan.
Proviene de esos dichos graciosos y gráficos que suelen usar los argentinos para describir con humor una determinada situación. Cuando alguien o algo parece ir a la deriva, carece de orientación, está extraviado o no se sabe claramente hacia dónde se dirige, ellos suelen decir: “Anda perdido como turco en la neblina”.
La primera vez que lo escuché le pregunté a un amigo bonaerense de dónde salía el dicho. Él me explicó que, a principios del siglo pasado, como parte de la enorme migración que recibió Buenos Aires, llegaron muchos árabes, quienes, al igual que aquellos que llegaron a Chile, escapaban en buena parte de una obligada conscripción en el ejército turco y viajaban con pasaportes del Imperio otomano; fueron llamados turcos por la población local que así simplificaba las nacionalidades de los migrantes, de la misma manera en que todo el que arribaba de Europa Central para arriba pasaba a ser ruso o polaco.
Muchos de los “turcos” recién llegados se iniciaban laboralmente vendiendo telas a domicilio, lo que no era tarea sencilla tanto por razones del idioma como porque conocían poco las callecitas de Buenos Aires.
Cuando la ciudad se cubría de una espesa niebla la tarea se volvía imposible y se perdían inexorablemente, “como turco en la neblina”.
Posteriormente, me enteré de una versión completamente diferente que provenía de España, donde la neblina era sinónimo de borrachera y turco era el nombre que se le daba al vino no “bautizado”, vale decir, no cortado con agua. Puede ser, pero la versión argentina es más simpática. Hasta inspiró un tango de Lina Avellaneda, quien lo tituló “Como turco en la neblina” y que dice “Como turco en la neblina voy rodando sin manija”.
Algo así le pasa a la democracia hoy por hoy. Pareciera atravesar una espesa neblina. Si bien son muy pocos los que la rechazan abiertamente como sistema de gobierno, son muchos los que piensan que sus resultados son pobres, que está aplastada por los poderes económicos, que las élites políticas —aun teniendo un origen electoral— no representan en verdad a la ciudadanía y se han convertido en una casta endógena que protege sus propios intereses y privilegios.
Prácticamente está bajo sospecha en todas partes y las nuevas tecnologías comunicacionales torpedean a diario el fun-cionamiento de sus instituciones clásicas, no les dan reposo, amplían sus defectos y jibarizan sus virtudes.
De ser el sistema político más prestigioso desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, reforzado aun más después de la caída del muro de Berlín, el sistema político democrático, al menos idealmente llamado a universalizarse, ha pasado a ser cuestionado desde dentro y desde fuera.
Nuevamente comienza a tener apellidos y significados diver-sos en el debate que tienden a erosionar las bases de su funcionamiento, no solo en aquellos países donde su existencia es más reciente y más frágil, sino en aquellos en los cuales tiene una historia de decenas o centenas de años.
No son buenos tiempos para el ethos democrático y son preguntas graves aquellas que se plantean: ¿estamos llegando al final de la democracia representativa? ¿La era de la información, que nos imaginábamos como un tiempo de expansión democrática, produce más bien pulsiones autoritarias? ¿La “preferibilidad” de vivir en democracia ya no es central para las nuevas generaciones? ¿Son otras sus opciones o no tienen ninguna? ¿Las monstruosidades totalitarias se hicieron tan tenues en la memoria que ya no provocan horror? ¿Estamos decididos a renunciar a la gestión en común de la polis mientras nuestros deseos individuales sean complacidos?
Son preguntas duras, pero es necesario plantearlas abiertamente, de manera clara y desnuda, más aun cuando estamos en medio de cambios científicos y tecnológicos que transforman vertiginosamente nuestros modos de vida. ¿Nos llevaran ellos a una nueva escala civilizatoria o a una barbarie altamente tecnificada? ¿A una convivencia más libre y fraternal o a un mundo más conflictivo, con nuevas formas de desigualdad y dominación?
Todo ello se produce teniendo como marca un cambio climático al cual deberíamos adaptarnos, pero al que el contexto geopolítico actual se muestra incapaz de plantarle cara.
Se produce también cuando el orgullo de la modernidad es puesto de rodillas por una pandemia voraz que desnuda nuestra humana fragilidad y nuestro incierto destino, remontándonos a un miedo que creíamos cosa del pasado.
¿Cómo poder evitar la mortaja del pesimismo frente a tan graves cuestiones cuando las respuestas vienen de un océano de sentimientos, emociones, rencores o encantamientos que poco tienen que ver con un debate reflexivo y sereno, sin el cual la democracia pierde todo su sentido?
No vaya a pensar el lector que tenemos respuestas a dilemas tan tremendos; con suerte intentaremos ordenar alguna información y algún pensamiento que pueda ser útil a esa búsqueda.
Lo que es evidente es la necesidad de cambios en el sistema democrático para que este pueda subsistir. Si no lo hace, el mundo seguirá existiendo, pero será un mundo peor, lleno de arbitrariedades y en el cual predominarán los malos sentimientos.
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