Reafirmamos, nuevamente, todo este libro es solo el capítulo de discusión final de nuestra investigación, un gran post escrito que, aunque quisiéramos en ocasiones evidenciarnos más anárquicos de los métodos, es la recreación fenomenológica que luego de sentir en la profundidad del alma transrazona en un caminar de la tierra que, en términos metodológicos, implica el
[…] ejercicio de organizar y comprender la información para encontrar una mejor forma de recrear lo aprendido, un intento, ojalá se note complejo y circular, de nominar la realidad expresada en narrativas y conclusiones bajo la forma de un ordenamiento categorial que se espera ilustre de manera juiciosa sistemas constitutivos de las grandes categorías (vividas), integradas en intenciones meta categoriales, entendidas como síntesis (nominativas y titulares) más sensibles que solo racionales y que a la larga encabezan y dirigen como grandes pivotes de los resultados el diálogo (teorético contemplativo) conclusivo del presente ejercicio. (León, 2017, p. 111)
Igualmente, cabe aclarar que lo que recrean las narrativas que no solo son lo Mhuysqa y lo Kogui, referentes más básicos de este libro, sino también todo lo indígena, ¡lo indígena no solo es un pueblo! Sin embargo, luego de caminar la Colombia ancestral profunda y algunos territorios de la vital América, comprendemos de manera caótica que uno también lo es todo, que un indígena y un pueblo son por naturaleza cuántica todo lo indígena, que la diferenciada similitud de sus planteamientos cosmogónicos observados permite expresar en sus rituales y míticas divergencias, las convergencias y las totalidades cosmogónicas de integración vitalista. Es decir, es claro que el lector va a encontrar una psicología ancestral indígena en clave Mhuysqa y Kogui, pero, también lo es que el sentido de lo cosmogónico, presente en estos pueblos, reafirma constantemente sintonías con los signos míticos y ritualísticos de los otros pueblos en Colombia y en América, e incluso, de la ancestralidad oriental y occidental, sin que aquí sea intensión profundizar, ya que no pocas veces evidenciamos similitudes con el mito griego, budista, africano o hinduista, entre tantos, y asimismo, con sus impresiones de ciencia, el mito psicoanalítico, los mitos de saber perenne transpersonal o los mitos del romanticismo alemán.
Por todo lo anterior presentamos y recuperamos esta ciencia ancestral como corazón de signo espiritual, para la constatación de una psicología de la curación, porque lo vivimos en experiencia directa de unión con el alma y el espíritu del ser indígena; aquí, es nuestra experiencia directa la que proponemos bajo esta nominación de la constatación del alma, una fenomenología trascendental de la urgencia de los lenguajes categoriales almíficos de la divinidad, de la mística, de lo sagrado, de la necesidad de vivir el mito, vivir la vida y el sentido espiritual de lo Mhuysqa y, sobre todo, del presupuesto empírico espiritual de sus impresionantes postulaciones prácticas y tradicionales de la curación, y para tal, promovemos la intención telúrica fundante de recorrer y recoger la enseñanza cosmogónica de la psique en principios vitales que se constituyen en el logos de una psicología cosmogónica en la cual el propósito fundamental es llegar a la comprensión del psiquismo de acuerdo con lo que los mitos y ritos indígenas Mhuysqas, se insiste, como experiencia directa de certeza, plantean, es decir, el psiquismo y la manera psíquica como lo vivimos, pues esto es evidencia de investigación, esto es constatación, no invención.
Bajo esta vivencia espectral evolucionaria encontramos una psicología del Majui (el sí mismo; montaña sagrada en Cota, Cundinamarca), del darse cuenta, un encuentro con el sí mismo, con el fuego, espíritu sabedor y testigo interno, la esencia de aprendizaje y creación de la vida, comprensión de lo que somos en psiquismo almífico a través de la mirada espiritual.
Los místicos centrados en la naturaleza de los tiempos védicos, alrededor de 3000 a. de C., descubrieron el ser como fundamento del universo. Los místicos centrados en el sí mismo de tiempos de los Upanishad, alrededor de 1500 a. de C., descubrieron por primera vez el sí mismo (Atman) como fundamento de la existencia psíquica. Pero más adelante llegaron a una síntesis totalizadora que afirma la identidad o no dualidad de sí-mismo y ser. (Tart, 1979, p. 12)
En nuestra ancestral cultura Mhuysqa, somos seres del padre Sue (sol) desde el comienzo de los tiempos, un origen universal de chyminigagua (Dios) como formulación primigenia de consciencia del ser, el cual, en materialización como exteriorización sabia de reminiscencia, emerge en Majuy (sí mismo) como reflejo natural y telúrico del ser; no hay dualidad real, más bien, otra experiencia de síntesis totalizadora que en nuestra historia cultural indígena tiene como mínimo 10 000 años de existencia. Un fundamento espiritual del universo en el sentido ancestral de nuestros pueblos, una constatación del alma a la manera Mhuysqa que de fondo recuerda la complejidad milenaria de lo que aquí se pretende.
Realmente, en las lógicas de la investigación más que una palabra final es una palabra de apertura al planteamiento que deviene en este bonito, pero difícil, camino de la ancestralidad, se hace concluyente el trabajo y así mismo se entienden los alcances del proceso vivencial, teórico y espiritual. En palabras del abuelo Mhuysqa, Fernando Castillo: “no es un camino fácil, pero les aseguro que es un camino muy bonito” (comunicación personal, 2017). Entonces, la palabra conclusiva que acá se presenta no solo es que la descripción del momento actual, sino que también es detenerse en la descripción sentida como certeza de aquella contribución que retomará no solo la investigación, sino también los caminantes providentes de la ancestralidad.
En este sentido, el camino no solo ha sido largo para nosotros, sino que también ha sido un reto propio, una investigación acerca de lo psíquico con base en la comprensión de lo individual y lo colectivo, la interacción con la tierra en la convivencia con los compañeros que, aunque difícil, ahora es el aprendizaje del otro y de nosotros mismos como la construcción telúrica de propia identidad. Todo ha sido un proceso paulatino y de difícil comprensión, por cuanto se realiza un intento de integración frente aspectos académicos, rituales, disciplinarios y de ensimismamiento que hacen parte fundamental e inteligible de la investigación.
La recuperación es el tejido entre lo filosófico, lo histórico, lo político, lo etnocultural, lo antropológico, lo vivencial y lo fenomenológico de la experiencia ancestral indígena desde la cual se entienden procesos de la psicología más propia que por miedo no se escriben ni se explican aún. En este sentido, se presentan y se traman las conclusiones de las categorías de comprensión planteadas desde el inicio en esta investigación, en las cuales el entendimiento va más allá de lo teórico, pues este se presenta en un tejido con la vivencia fenoménica de ancestralidad, por lo que el peso de lo vivido por el camino prescrito planteado antes nos otorga la certeza conclusiva que como constatación se presenta a continuación.
1“Procusto era el apodo del mítico posadero de Eleusis, famosa ciudad de la antigua Grecia donde se celebraban los ritos de las diosas Deméter y Perséfone. Era hijo de Poseidón, el dios de los mares, y su estatura era gigantesca y su fuerza descomunal. Su verdadero nombre era Damastes, pero le apodaban Procusto, que significa ‘el estirador’, por su peculiar sistema de hacerle amable la estancia a los huéspedes de su posada. Procusto les proponía una cama de hierro, y a quien no se ajustaba a ella, porque su estatura era mayor que el lecho, le aserraba los pies que sobresalían de la cama. Si el desdichado era de estatura más corta, le estiraba las piernas hasta que se ajustaran exactamente a la longitud del fatídico catre” (Muñoz, 2017, p. 1).
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