[…] el cometido de la fenomenología es estudiar las esencias de las cosas y la de las emociones […] que es necesario contribuir decisivamente a dar un estatuto epistemológico propio a las ciencias humanas, situando las relaciones personales vividas (en este caso las vivencias de ancestralidad) por cada individuo como clave de la interpretación hermenéutica. (Sabino, 1979; Dilthey y Bolívar, 2002, citado en León, 2012, p. 126)
Este sentido cualificado y humanizado del investigar es el centro transmetodológico que acompaña toda nuestra investigación, cansados y preocupados de no encontrar respuesta al soportar la violencia epistémica de métodos tradicionales de la institución moderna, más empírico analítica emerge una experiencia de consciencia preocupada de la vida, no del logos, que honra la libertad, no tanto el control y que sabe que allende las falsas imposturas de la experimentación reductiva de las realidades o de las pretensiones posmodernas de la razón emancipadora, hay aprehensiones directas de lo vital, de lo amoroso o de lo doloroso, tan paroxísticamente humanas y tan psíquicamente confesionales, incluida la maestría de la culpa, que desnudan las profundidades espirituales del ser, lo humano y que el hecho de escucharlas o sentirlas abren los niveles de consciencia más trascendentales de las sabias nuevas ciencias.
Una vuelta a la responsabilidad del ser humano que vive la vida, su conflicto y constructo, su vitalidad psíquica en toda su intensidad corpórea emocional y que por eticidad de su búsqueda la aprehende en comprensión científica de esta, un investigador que, al trasegar su historicidad ancestral indígena, integra su sensibilidad y se otorga como ser sintiente valor de ciencia. Un peldaño más, un giro más allá en la espiral cuántica, más allá de las voces anárquicas de Feyerabend o de los vientos críticos de Habermas7 y, claro está, incluidos ellos mismos, una danza que hoy proponen descolonizar y que en hallazgo y certeza de identidad propia es nuestro saber milenario que en la voz gnoscente de quien lo asuma, sin el miedo a desnudar su alma, esté dispuesto a tejer con el saber del mundo. También, una práctica de la descolonización que, en ocasiones, bajo el tapiz interpretativo de puenteo integrativo asume en autonomía lo deseable del pensar occidental no occidentalista para trascender lo crítico social emancipador hacia el silencioso y analógico encuentro del saber americano ancestral.
Este esfuerzo, incluso, en términos de una psicología ancestral indígena que por ancestral es reconocedora de toda ancestralidad del mundo y, por lo tanto, con cercanías epistemológicas, ontológicas, gnoseológicas y cosmogónicas a las psicologías perennes orientales promueve la validación y la recuperación de saberes vitales y profundos con los cuales se teje el encuentro teorético solo posterior a la prescripción vivencial mítica y ritual. Aceptar la tarea humilde de consciente desobediencia epistémica también implica para este libro de investigación reconocer con dignidad y sin culpa el valor de ancestralidades orientales que occidente prejuició de manera light como lo esotérico y que en la certeza de su vivencia espiritual y su comprensión filosófica constituyen el rigor y el vigor científico de ciencias perennes desconocidas y violentadas por el atrevimiento de no haberse alineado en la perpetuidad occidental de solo la razón, como identidad existente, y haber permanecido conscientes en el sentido de que lo humano y su esencia espiritual está constituido tanto por sustancialidades racionales como corazonantes. La locura demente de negar los saberes que no privilegiaron algún lugar básico ideático apodíctico y político de la intuición dialéctica, sino que comprendieron siempre, a lo largo de los milenios, que era un asunto integrador de opuestos que solo se acercan a lo total en la gravidez humana del amor. Por eso, este libro, tan indígena como es, tan occidental como es, también oriental es…
En coherencia con lo anterior, recordamos que en nuestro tercer libro, Descripciones de una psicología ancestral indígena, la certeza evidenciada era la de un caminar hacia el ser del alma y del espíritu que en su andar de tierra como método de caminar hacia sí mismo desplegaba el pletórico repertorio de mitos y ritos que fortalecían la convicción de una psicología ancestral indígena como caminar transformador del ser humano en el encuentro de sus instancias más íntimas de mismidad almífica.
En él mismo, el motor cognoscente siempre ha sido ser sintiente que en comprensión fenoménica vive con base en el saber de ancestralidad el encuentro con su propio psiquismo, las clásicas, complejas y excelsas por su máximo grado de humanización hermenéutica de las expresiones aforísticas del investigar fenomenológico “toda filosofía es mi filosofía”, “es certeza (verdad) porque así lo viví”, entonces, “toda vivencia de psiquismo es psicología”; todo lo anterior es el manifiesto de la ciencia cualitativa que ha acompañado y permanece aún vital y metódicamente en la investigación que origina el presente texto. Asimismo, se insiste en descripciones que reafirman las comprensiones conceptuales de esta psicología ancestral, en especial, en el manifiesto psicoterapéutico de las prácticas de la curación del alma; la hermosa paradoja chamánica de despertar al psiquismo humano integrando aquella faceta femenina de lo emocional tan radicalmente encubierta y negada al punto neurótico contemporáneo por el occidente raciocéntrico, la estética sagrada de una sensibilidad profunda y mística que también es ciencia para una ciencia que se integra espiritual y sabia, caminando el territorio de la ancestralidad.
En la última afirmación conceptual proponíamos la psicología ancestral indígena
[…] como el camino de encuentro trascendente (transpersonal) con el ser de mismidad interior (el sí mismo) fundido con toda la (telúrica) existencia, desarrollo que se produce mediante la vivencia del cuidado (terapéutica mítica y ritual) del origen, del conocimiento y sabiduría indígena, de la memoria más que histórica trascendente del mito del cosmos y las herramientas ancestrales (usos y costumbres) que hacen posible el encuentro y evolución del sí mismo (del ego al alma y al espíritu), generando progresivamente (o súbitamente) un efecto ordenador o transformador donde la mente se despeja de la superficialidad (el pensar bonito) llevada a estados conscientes de conexión con lo espiritual. De tal forma que, resultamos nosotros mismos los indagados, la cosmogonía, mitos y rituales el proceso terapéutico de curación a través de la conexión con la fuerza del espíritu (fe), los abuelos internos los psicólogos, el corazón, el gran maestro, la vida, las malocas, lagunas y montañas los consultorios, las plantas y elementales los grandes libros y nuestro reconocimiento como seres, como “gente” la sanación. La experiencia metafísica y ontológica para occidente, y espiritual y trascendente para los abuelos del asentarse (ser siendo), un estar en comunión sagrada de mismidad, otredad y divinidad, la humanización como consciencia psíquica de la tierra en mí, de yo en ella, alma en evolución de espíritu y solo así camino del Dios en mí. (León, 2017, p. 213)
En relación con el enfoque sintiente de este nuevo libro, de esta nueva investigación, resta aclarar que aquí lo presente, igual que siempre, está al margen de cualquier operacionalización o conceptualización hermenéutica solo analítica textual; de igual forma, esta nueva vivencia que compartimos en todas sus hojas, en todas las trochas, en todas sus palabras, en cada uno de los lugares sagrados sintonizados, manifiesta el sentido espiritual y cualitativamente descriptivo que reafirma y reargumenta con vital certeza el tejido intuitivo y conceptual de lo que se vive que es.
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