Este ser que vive, ama y se descubre es la consciencia sintiente de investigadores, quienes, por más de una década, se investigan a sí mismos con base en el derrotero ontológico y espiritual del camino ancestral indígena; por lo mismo es que se ha defendido en variados escenarios que la psicología de la ancestralidad indígena es psicología para cualquier humano en el mundo y en la realidad de lo otro es psicología de la tierra para la tierra y para el cosmos. El camino valiente de investigadores que buscan y encuentran su origen en el reconocimiento del método de andar la tierra y que en su trasegar descubren con respeto vital el panorama de las perspectivas del evolucionario pensar bonito, como filosofar místico cosmogónico, de su relación ontológica de ser la tierra misma y del saber propio como ciencias milenarias del conocimiento antrópico y telúrico, y en ellas, las prácticas de la vida, de la curación y su siembra.
Al respecto, quisiéramos advertir que no podemos naturalizar nuestras categorías sagradas prejuiciándolas de modas pasajeras subculturales o restándoles valor como un lenguaje Mhuysqa contemporáneo, no nos podemos cansar tan rápido frente al voraz epistemicidio moderno y su presión intelectual, hay siempre que levantar corazón y cabeza con el orgullo milenario de trascender el pensar metódico cartesiano hacia el pensar bonito, la terapéutica farmacológica del mortal negocio de la salud con la curación con nuestras plantas y lugares sagrados, el espíritu absolutista hegeliano con el espíritu de nuestra Hitcha guaia (pacha mama) o la razón técnica kantiana con el valor de volver a vibrar en el signo sagrado de nuestros mitos. Para este libro y para nuestro camino recuperar la voz propia es una obligación gradual del nieto y no nos podemos nunca más permitir la vergüenza de no nombrarlas una y muchas veces, según sea necesario.
Además, estamos seguros de que las categorías de la ancestralidad americana son tan profundas y en grado contemplativo, por lo tanto, teórica y prácticamente son complejas, en consecuencia, tal cual se presentan y empezamos a reconocer con no pocos autores indígenas y mestizos que es preciso nombrar y reivindicar la manera propia de nombrar, insistimos, hay que decir diez mil y una veces pensar bonito y hay que conectar de manera insondable diez mil y un intentos para evidenciar en la inteligencia consciente del corazón lo que esta milenaria propuesta andina implica. Hasta ahora estamos empezando a que los castos, homogénicos y virginales oídos de occidencia se acostumbren y los integren, porque nuestras voces y conceptos ya no se apagarán, pues es el tiempo cuántico de su emerger. De verdad, viendo el mundo de hoy, ¿se podría decir que hay más inteligencia en Occidente que en Oriente? ¿O en el mundo ancestral indígena? ¿Quién contiene la memoria más vivida del vivir mejor? ¿El qué derrocha conocimientos o el que tiene sabiduría de vivir?
A propósito de Boaventura de Souza dice lo siguiente:
Si me preguntas cómo definir este nuevo ciclo en términos progresistas (porque también puede ser una nueva barbarie, todavía peor), diría que tiene que tener una dimensión epistemológica muy fuerte, y que esa revolución epistemológica va a pasar por las universidades. Las universidades van a tener que aceptar que dentro de ellas circulen otras formas de conocimiento. Otras concepciones de vida son posibles, pero en nuestros departamentos de ingeniería, de ciencia, de biología, de física se ríen si hablamos de la Pacha Mama, de la Madre Naturaleza o de derechos de la Madre Tierra… Las ontologías no occidentales son mucho más ricas. Aquí, en este continente, están en las calles, en los pueblos; ontologías que tienen un respeto muy grande por los ancestros, que todavía son considerados vivos dentro de la comunidad. Por eso el territorio es sagrado. Es el territorio donde enterraron a sus muertos. (Entrevista a Boaventura de Sousa Santos, entrevista de León, 2016, p. 1)
En el caso específico de esta investigación y de este libro denominado Sunna Gua, constataciones del alma, comprensiones espirituales e identitarias de la psicología ancestral indígena, el soporte metódico que hay en esta fenoménica cosmogonía de la trascendencia psíquica tiene voces y cuerpos, sentidos y territorios, la voz sabia de los ancestros indígenas y de los muertos, los ecos espirituales que escuchan aún nuestros mayores y en ellos por afinidad de encuentro la voz tradicional, sobre todo, Mhuysqa de Cundinamarca y Boyacá, y la enseñanza dulce Kogui de la Sierra Nevada de Santa Marta. Todo este libro es la gran conclusión de 2 años de trabajo aindiado, sembrando la tierra; aquí, una siembra de andar el territorio y de andar psiquista. También la voz de sitios sagrados y elementales, de recorridos de trochas, lagunas y montañas, de aprendizajes y consejos de plantas; de visiones de pagamento y trasnochos y de asentadas del estar mítico y ritual espiritual en templos de Cansamarias y chuntsuas8.
Tal como se encuentra en el desarrollo del libro, un motor de ancestralidad Mhuysqa, lo cual, como ya se mencionó, sembrado en la montaña sagrada de Majuy en Cota en Cundinamarca, acrecienta consciencia con la fuerza originaria de Temsaca (montaña de Monserrate) y Chiguachia (montaña de Guadalupe) en Muequeta (Bacata o Bogotá), para abrir así los andares territoriales como caminos del consejo espiritual de Guatavita (laguna sagrada en Cundinamarca) y Facatativa (parque arqueológico en Cundinamarca) y develar el misterio de divinidad patente que desde Hunzá (Tunja) deviene la ruta de consciencia sobre los categoriales de la espiritualidad en ritualidades de constatación en el saber de Iguaque (laguna sagrada de origen en Boyacá), Tota (laguna sagrada), Suamox (Sogamoso), Iza y Gamesa en Boyacá.
Un darse vuelta al orden ancestral de los abuelos y mayores recopilado en narrativas que se tejen como encuentro con la voz sagrada y que a lo largo del libro presentamos como comunicaciones personales. Se vale aclarar hasta el cansancio, una vez más, que en nuestras narrativas
[…] nunca nos reducimos a un conjunto de categorías abstractas o generales que anulan la singularidad, todo lo contrario, las que se proponen vienen de la vivencia de la realidad chamánica y psicológica de significativas experiencias de la existencia y el ser. Nuestra elección es un diálogo desde lo esencial, intuitivo, personal y singular. (Bolívar, citado en León, 2017, p. 104)
Esto implica poder aseverar que los caminos transitados por los investigadores en los territorios y las prácticas de saber indígena son comprendidos como experiencias directas de registro que se plasman como lienzo de la vida en narrativas que “toman el mundo puramente y de forma totalmente exclusiva tal y como el mundo tiene sentido y validez de ser en nuestra vida de consciencia, como subjetividad productora de validez” (Bolívar, citado en León, 2012, p. 126).
Las narrativas de Sunna Gua, las comunicaciones personales que fecundan este libro, los sentidos psíquicos del investigador que se investiga en la huella humana, que le despierta la ancestralidad son el foco central de este caminar almífico (la investigación) y
[…] vienen dados por la auto interpretación que los sujetos relatan en primera persona donde la dimensión temporal y biográfica ocupa una posición central […] es decir, una particular reconstrucción de la experiencia, por la que, mediante un proceso reflexivo, se da significado a lo sucedido o vivido… reivindicando que la narrativa es la forma primaria por la que le es dado sentido a la experiencia humana… un medio de inventar el propio yo, de darle una identidad, (un sentido espiritual)… elaborar el proyecto ético de lo que ha sido y será la vida. (Brunner, 1999; Ricoeur, 1999; Polkinghorne, 1998; Bolívar, 2002, citado en 2012, p. 134)
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