Antonio Jesús Pinto Tortosa - Un trienio en la sombra

Здесь есть возможность читать онлайн «Antonio Jesús Pinto Tortosa - Un trienio en la sombra» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Un trienio en la sombra: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Un trienio en la sombra»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

No escribo estas páginas esperanzado en que alguien las lea… Así comienza el relato del protagonista de esta historia, que al final de su vida decide rendir cuentas consigo mismo y hacer examen de conciencia, examinando un acontecimiento que marcó su vida. Transcurría la primera década del reinado de Isabel II; días después de la Navidad de 1840, tras el ascenso del general Espartero a la presidencia del Gobierno, Antonio Robledo, perteneciente a una importante familia de Antequera, fue asesinado a las puertas de la Iglesia de San Pedro. Todos hablaron entonces de un crimen con móviles políticos, pero nadie se animó a iniciar la investigación por miedo a las represalias de los políticos de Madrid, a quienes se consideraban implicados en el homicidio.Tres años más tarde el narrador, entonces un joven funcionario de la Audiencia de Granada, recibió el encargo de investigar el crimen y acudió a Antequera, donde colaboraría estrechamente con el inspector de Policía para desentrañar el juego de intereses de aquella ciudad. Aparentemente la hipótesis del crimen estaba clara y solo restaba contrastarla, pero hubo algo que todos pasaron por alto: en el teatro de la Humanidad nunca hay que descartar el papel que juegan las pasiones, verdadero y único motor de la Historia.

Un trienio en la sombra — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Un trienio en la sombra», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

–Con apenas quince años, empezó a trabajar en un bajo comercial pequeñito de la calle de Rodaljarros, vendiendo algunos paños que compraba en los telares artesanales del Henchidero, por donde pasa el río.

Aquel hombre no solo contaba los hechos como si de un relato se tratase, enganchando al público (a mí, he de admitirlo, conforme transcurrían los minutos), sino que además parecía revivir cada episodio de aquella historia en sus propias carnes.

–Pronto, el joven Vicente dio muestras de una sagacidad simpar para los negocios, y con los cortos fondos reunidos tras dos años de trabajo abnegado y ahorro disciplinado, compró un telar deshecho del Henchidero. Todos se reían de él: “Pero Vicente, ¿no te das cuenta de que eso es para chatarra?”. Aún le decían Vicente y se atrevían a darle consejos. Pobres incrédulos. Al principio, él mismo producía los paños y los vendía, y luego empezó a emplear a algunos trabajadores. Pronto tuvo dinero suficiente para comprar la lana directamente a los ganaderos del camino de Córdoba, sin intermediarios; se hizo con otro telar, amplió sus instalaciones, adquirió un solar anexo en el Henchidero... Total, que en apenas cinco años era uno de los principales capitalistas del lugar, Carmona. Y no solo eso, sino que los mismos señoritos del Casino, que antes lo habían mirado por encima del hombro, ahora se daban bofetadas para invitarle a una copa, presentarle a su hija o contarlo entre sus contertulios.

–Poderoso caballero... –interrumpí.

–Pues sí, amigo, pues sí –dijo él–. Pero Robledo, que era como empezaron a llamarlo estos volátiles antequeranos, no estaba interesado en las niñas caprichosas de los señoritos, venidos a menos. Desde sus años en el cuartucho de la calle de Rodaljarros, había entablado relaciones con la hija de uno de sus colaboradores, Manuel Checa, también comercial de la ciudad, que le había proporcionado mercancía a precio de saldo. La niña, de nombre Remedios, era muy tímida, pero inteligente y de buena familia. Así que, cuando Robledo tuvo dinero suficiente, pidió a Manolo Checa la mano de la muchacha, y el padre aceptó, ante la perspectiva de unir su fortuna a la de su yerno. Pese a todo, los dos esposos estaban muy enamorados, todo hay que decirlo. No todo ha de ser dinero e interés en el teatro humano...

Dio otro sorbo al chocolate. Juraría que sus ojos brillaban con nostalgia, no sabía bien si por la historia, o por la memoria de una época en la que los nuevos tiempos comenzaban a abrirse camino en Antequera, y en la que él mismo había presenciado el desperezo de aquella villa a la era del capital.

–Como todo hijo de vecino, invirtió parte de su riqueza en tierras. Y con el liberalismo, le llegó la oportunidad soñada: la carrera política.

–Pero inspector –corté, de manera un poco abrupta–, ¿no es cierto que solo estuvo un año en el Ayuntamiento?

Creo que mi interrupción agradó poco a Castillo, que con una mirada relampagueante, sin palabras, me aconsejó que en adelante le dejase contar a su ritmo.

–Sí, solo estuvo un año –“sabelotodo”, pareció querer añadir–. Después de los problemas de aquel Ayuntamiento, de la presión de los apostólicos y de los avatares del gabinete de Martínez de la Rosa, decidió que la política no era para él: que él estaba más tranquilo sumergido en sus libros de cuentas y dedicado a sus negocios, que en el fondo eran los que le daban de comer. Aun así, nunca ocultó sus preferencias por los conservadores, y por los moderados después, como cualquier otro capitalista preocupado por la suerte de su fortuna y del país, por ese orden. En especial, la sargentada de La Granja en el verano del 36 le volvió muy hostil hacia el progresismo, empezando por Mendizábal y acabando por Olózaga o Calatrava. ****7

Silencio de nuevo. Esta vez decidí aguardar a que él prosiguiese el relato motu proprio, aunque el incómodo silencio pudiese cortarse con una navaja de afeitar.

–Oye, ¿puedo tutearte?

¿Cómo? El chocolate debía estar demasiado cargado, o aquel hombre había perdido el norte de la conversación, y de la vida en general.

–Supongo que sí…, claro.

–Lo digo, más que nada, porque vamos a compartir muchas horas de trabajo en adelante, muchos días de tensión, y quizá sea mejor que dejemos los formalismos de lado, ¿no te parece?

Asentí.

–Bien, gracias. ¿Por dónde iba...? ¡Ah, sí! Lo de La Granja y el giro conservador de Robledo. A ver, Pedro, es importante que sepas que el hecho de que dejase la política activa en 1834 no implica, ni mucho menos, que el viejo zorro dejase de “hacer política”.

–Me lo figuro –advertí.

–¿Verdad? –parecía alegrarse de ver que compartía sus sospechas–. Pues aquí viene el quid de la historia, compañero. Lo que es al cabildo, Robledo nunca regresó. Ahora bien, sus dádivas salpicaron a todos los capitulares: desde la presidencia de la corporación al último de los ujieres. Estuvo en la sombra durante la vigencia del Ayuntamiento leal al conde de Toreno, en el verano del 35; “untó” al conde de la Camorra para que se dejase de reformas tras las elecciones de otoño de aquel mismo año... en las que, como sabrás, rigió el reglamento municipal del Trienio, demasiado avanzado para el coco de don Vicente... ****8

La historia empezaba a ponerse interesante y aquel cuervo de inspector había conseguido entusiasmarme, definitivamente.

–Y lo más importante, Pedro: en el 36, cuando los sargentos de La Granja tomaron las armas por el bien del país, el hombre de los progresistas en Antequera era el marqués de Fuente Piedra. Todos sus correligionarios lo esperaban con los brazos abiertos, Pedro. Día tras día tendían la alfombra roja a la entrada del Ayuntamiento para recibirlo... y el marqués no llegaba. Todos creían que estaba en su feudo, en Fuente Piedra, pero de pronto se recibió una lacónica nota suya, en la que pretextaba hallarse indispuesto y decidido a tomar los baños de Carratraca, para justificar su ausencia del escenario político de aquellos días. Pero nadie lo creyó: ¿a Carratraca, con la que estaba cayendo? ¿A Carratraca, cuando se le ofreció el bastón de mando envuelto en seda? Entonces Agustín de Rojas, secretario del cabildo, confesó que había recibido una nota privada del marqués, íntimo amigo suyo.

El inspector me dio un pequeño pliego de papel en el que se leía:

Amigo Rojas, a nadie veo ni nadie me ve, así no sé nada; pero Muriel acaba de decirme que hay facciosos en Úbeda, y qué sé yo qué más. Dígame usted lo que sepa y haya de oficio, pues si amenaza algún peligro probable, estoy bueno, y pronto a todo, aunque al segundo día muera.

De usted afectísimo,

José María Casasola, marqués de Fuente de Piedra. ****9

–No, Pedro, no –se adelantó el inspector a mis cavilaciones–. En esta profesión, cuando las cosas parecen ciertas son sospechosas; y cuando parecen sospechosas, son sospechosas. Yo mismo indagué la cuestión –mi inspector era progresista, sin duda alguna–, y supe por los amigos más íntimos del marqués que este había recibido una nota autógrafa, instándole a que se mantuviese al margen, si no quería que alguna bala perdida de la Guardia Nacional, de SU Guardia Nacional, le dejase fuera de juego –dejó que las palabras reposasen en mi mente un rato–. Yo he visto esa nota después... ¿Sabes qué siglas la rubricaban?

–Déjame adivinar, inspector... V.R.

–Casi, amigo –respondió, sonriendo–. R.V.: Robledo el Viejo.

–A ver, Antonio, me he vuelto a perder... Pese a todo, el marqués acabó siendo presidente de aquel Ayuntamiento revolucionario, ¿no?

–Hombre, claro –dijo, entre elemental e indignado–. El marqués era asustadizo por naturaleza; por eso se negó a venir a Antequera durante una semana. Pero también tenía sus influencias, ¿qué te crees? Así pues, respondió a la nota de R.V. mandando a sus sicarios para que vigilasen al viejo de cerca. Si no vino a Antequera hasta unos días después, fue porque prefirió asegurarse de que Robledo y sus secuaces estaban fuera de juego, antes de poner en peligro su propia persona.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Un trienio en la sombra»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Un trienio en la sombra» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Un trienio en la sombra»

Обсуждение, отзывы о книге «Un trienio en la sombra» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x