De vez en vez, los amigos adinerados de Pancho le daban algo de dinero, ropa, enseres. En una ocasión, mientras jugaba en el extranjero, Agustín Febres Cordero, su antiguo mecenas, amigo y antiguo presidente del club, le dio quinientos dólares para que se los enviara a su madre. Pero otros amigos influyentes tenían planes más ambiciosos para este prodigioso hijo de su ciudad. Galo Plaza, su benefactor, ya era ministro de Defensa. Él mantenía interés en ayudar al ídolo y sugirió que Pancho viajara a estudiar tenis en Francia, uno de los países de mayor afición al tenis del mundo, junto con Gran Bretaña, Australia y Estados Unidos. Plaza pensaba que Francia sería un destino ideal para este sudamericano sin experiencia y con una educación rudimentaria, a diferencia del rudo mundo competitivo de Estados Unidos. En Francia tendría la oportunidad de refinar su juego y convertirse en una luminaria internacional para, de esa manera, poner al Ecuador en el mapa de manera espectacular. Ningún otro deportista ecuatoriano había alcanzado el éxito internacional de Pancho y Ecuador estaba dispuesto, mediante los oficios de Plaza, a auspiciar el joven talento ofreciéndole un estipendio para su manutención.
Pero el mundo pensaba distinto. Pancho estaba jugando en Argentina cuando la guerra estalló en Europa. «Vi buques de guerra alemanes en el muelle en Buenos Aires», dice Pancho. «Yo sabía el significado de aquello». Luego se volvió imposible viajar a Francia a jugar tenis: «Fue el mayor golpe de fortuna de toda mi vida», declararía más tarde. Pese a este obstáculo, la fortuna de nuevo lo acompañó. Su fama se había extendido y alcanzó las orillas de un país con el que solo había soñado.
Elwood Cooke (8) era uno de los mejores jugadores amateur de tenis en Estados Unidos. En 1939 había perdido la final de Wimbledon contra Bobby Riggs (9) (que ese mismo año fue su pareja en la competencia de dobles en la que triunfaron). Cooke se había enterado, mediante la versión en inglés del rotativo La Prensa de Nueva York, de la joven sensación ecuatoriana, Francisco Segura, y cuando visitó Guayaquil a principios de 1940, en una misión de buena voluntad costeada por la marca de implementos deportivos Wilson, preguntó por el pequeño campeón. No queda registro de su evaluación, pero en junio de 1940, Pancho Segura, con el apoyo de Elwood Cooke, la compañía Wilson y la promesa de un estipendio mensual de 100 dólares del Guayaquil Tenis Club, se embarcó hacia Estados Unidos como «un representante especial del ministerio de deportes». El acuerdo estaba hecho para tener un año de duración.
«Un silencio tierno y de lágrimas tristes se extiende paso a paso y de esquina a esquina», suspiraba Ralph del Campo, el cronista poético de El Telégrafo, al describir la pena popular debida a la partida de Pancho. «Recordemos como al cruzar una vereda un niño te miró y dijo, con voz en cuello: Ahí va Pancho Segura, campeón de campeones». Y más adelante: «Pancho, la oportunidad que esperabas ha llegado. Viajas a la ciudad de los rascacielos y del ruido clamoroso. Pero recuerda esto, no cambies, aun si te ofrecen el Banco Nacional, sigue siendo el joven sencillo y modesto que yo conocí un día, el amigo de todos».
¿Y qué pensaba su madre de todo esto? «Mamá», le dijo Pancho un día, «me han dado otra beca, pero creo que no la voy a utilizar, estoy seguro de que no me vas a dar permiso, ¿verdad, mamita? Pero Francisca Cano Segura era más dura que eso: «Estaba algo triste porque mi hijo se iba», reconoció más tarde, «pero vi la realidad de las cosas y le dije: pero hijo, ¿por qué crees que no te voy dar permiso? Claro que quiero que viajes, para que así aprendas lo que es la vida».
Una vez terminadas las despedidas, Pancho Segura estaba listo. Viajó en la línea de cruceros Grace Line, uno de esos gigantescos barcos blancos a vapor que Pancho había contemplado con anhelo en su infancia. Ahora, finalmente, su añoranza se había convertido en realidad. En compañía de Juan Aguirre, otro tenista guayaquileño, se encontraba a bordo del magnífico barco de sus sueños.
El viaje marítimo era electrizante para el novel viajero, sobre todo el cruce del canal de Panamá. Se mostró fascinado por el milagro de ingeniería que hacía posible pasar tan velozmente de un continente a otro. A lo largo del maravilloso viaje, Pancho pasó un momento fabuloso. Pasaba horas enteras en el club nocturno de la embarcación, ahí los artistas cantaban una de las canciones más populares de 1940:
Oh, Johnny, Oh, Johnny, how you can love!
Oh, Johnny, Oh, Johnny, heavens above!
You make my sad heart jump for joy,
And when you’re near me
I can’t keep still a minute
Because it’s Oh Johnny, Oh Johnny,
I love you so!
Pancho escuchaba, encantado y se memorizaba el canto «Pero claro, ¡no entendía ni jota!»
El joven ecuatoriano se encontraba, por primera vez en su vida, lejos de las restricciones caseras y de la vida de su país natal; apenas podía contener su alegría. «Había una chica en el barco que yo noté que le gustaba, pero yo no sabía inglés y no podía hacer nada».
Pancho viajaba a un país desconocido donde no conocía un alma. Apenas tenía algo de dinero, enfrentaba un futuro incierto y no hablaba ni una sola palabra en inglés. Pero para este entusiasta «cholo» guayaquileño, era la aventura de su vida.
Galo Plaza Lasso temía que Estados Unidos representara una realidad demasiado dura para que el pequeño prodigio ecuatoriano se abriera camino en el mundo del tenis. Pero Pancho tenía otras ideas, ya no había vuelta atrás.
7. Amateur: proviene del francés que significa el que ama. En el siglo XVIII se lo usaba para referirse a alguien que practica un arte, oficio o deporte sin ser profesional.
8. Elwood Cooke: tenista estadounidense amateur entre los años 1930 y 1940.
9. Bobby Riggs: tenista estadounidense exitoso durante los años de la Segunda Guerra Mundial, conocido por sus duelos ante tenistas mujeres cuando ya superaba los 55 años. Su duelo más famoso fue el que perdió ante la norteamericana Billie Jean King en 1973 en la denominada «Batalla de los sexos».
Capítulo 3
¡Hasta luego!
El 29 de julio de 1940 Pancho Segura llegó a la ciudad de Nueva York. Llevaba su nombre impreso alrededor del cuello, como un inmigrante que se baja del barco. Elwood Cooke y su esposa Sarah, también tenista, le dieron el encuentro en el muelle en representación de la corporación de implementos deportivos Wilson. Así, y sin más preliminares, lo pusieron en un tren con dirección a Southampton, Long Island. Se le informó que se dirigiera al Meadow Club a jugar tenis.
Tal vez fue fortuito que Pancho no hablara inglés en ese entonces, pues no tenía idea de que estaba a punto de cruzar el umbral de uno de los clubes privados más exclusivos de Estados Unidos. No sabía que había un código de vestir y de conducta requerido por los socios. No entendía su más llamativa deficiencia: que no era ni blanco ni rico ni ilustrado.
El Meadow Club nunca había visto algo parecido.
Aferrado a su deslucida raqueta y con una bolsa de ropa inadecuada, Pancho llegó a Southampton justo a tiempo para participar en un partido de dobles (junto con Juan Aguirre, su compañero de viaje) en el decimoquinto torneo anual del Meadow Club.
Fue una paliza. Los ecuatorianos perdieron en sets seguidos: 6-1, 6-2.
Los simpatizantes justificaron el resultado señalando que se trataba de nervios y del ambiente extraño. Pero la derrota tenía una explicación sencilla. El juego se hizo en césped y Pancho nunca en su vida había jugado en grama. («¿Hierba? Yo creía que eso se fumaba?» Fue una broma que hizo más adelante). Hoy en día, los jugadores saben cómo adecuar su juego de acuerdo a la superficie, de cemento a tierra batida o al césped, que es mucho más irregular y rápido. Segura y Aguirre no sabían qué les había sucedido. Enfrentados con pelotas bajas, rápidas e impredecibles en el rebote, no podían acomodar su juego de pies, no podían anticipar cada jugada. En resumen: perdieron el control de los tiempos. «Mi rival me sirvió la bola, yo fallé el golpe y, ¡la gente pensó que yo lo hice de adrede!». El tenis de los ecuatorianos parecía el de principiantes ante oponentes más hábiles (Pancho también perdió un partido de singles en ese mismo torneo).
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