Para terminar parcialmente este intermezzo , cabe una reflexión puntual. Las bases biológicas del pensar pueden ser igualmente bien comprendidas a partir del reconocimiento explícito de que el modo como pensamos e incluso el contenido de lo que pensamos incide en la salud humana. A título ilustrativo, por ejemplo, la medicina ayurvédica pone de manifiesto que la salud humana pasa por el proceso de aprender a pensar. Aquí ello significa no pensar en el pasado o en el futuro, porque nos enfermamos. Debemos aprender a pensar en el presente. Y pensar en el presente significa simple y llanamente concentrarnos, en cada caso en aquello que hacemos, sin más. Si estamos comiendo, existe ese presente. Si caminamos o estudiamos, ese el único tiempo real, y así sucesivamente para cada una de las actividades que podemos emprender. Diversas otras tradiciones culturales coinciden con este aspecto.
La salud humana pasa por el hecho de que seamos nosotros quienes controlamos el cerebro, y no al revés. Para la inmensa mayoría de la gente, es el cerebro el que los domina. Y vale entonces recordar lo que, a modo de imagen, mencionaba Siddharta Gautama: el yo o el cerebro es un mono loco, borracho, picado por una abeja. El cerebro nos saca de nosotros mismos, y hace que nos perdamos en el camino. Entonces, simple y llanamente, erramos.
7| El cerebro como objeto de estudio estratégico
Uno de los programas de investigación científica de más largo alcance hoy es el estudio del cerebro. De un lado, por ejemplo, encontramos la Brain Initiative en Estados Unidos ( http://www.braininitiative.org) y, de otra parte, en la Unión Europea, el Human Brain Project ( https://www.humanbrainproject.eu/en/), dos proyectos equivalentes, cuyas diferencias son esencialmente políticas, a saber: hacer ciencia europea en un caso o bien hacer ciencia norteamericana. La ciencia está desde la modernidad hasta hoy fuertemente marcada por intereses de tipo nacional; estos intereses gatillan el avance del conocimiento y en otros, lo frenan. Ahora bien, mientras que esta es la norma en prácticamente todos los campos, es igualmente cierto que existen crecientemente magníficos programas de cooperación científica. La configuración de grandes bases de datos, el trabajo con estos y el desarrollo subsiguiente de la ciencia de grandes datos ( big data science ) ha sido, sin lugar a dudas, el factor que más ha determinado el trabajo cooperativo en ciencia en general.
Pues bien, muy recientemente se han formulado dos programas de investigación “nacionales” en torno al estudio del cerebro, con presupuestos específicos y regulares, y con fechas de cierre precisas. La psicología, las ciencias cognitivas, las ciencias del comportamiento, las neurociencias y las tecnologías aplicadas a estas son cinco áreas perfectamente entrecruzadas entre sí, y de una importancia estratégica, desde varios puntos de vista que confluyen y emergen a la vez del programa o de la iniciativa cerebro; Brain Initiative o Brain Proyect (Brain es el acrónimo que designa: Brain Research Through Advanced Innovative Technologies : “Investigación del cerebro a través de tecnologías avanzadas”). Otros programas de investigación dedicados al estudio del cerebro son el Blue Brain Proyect ( http://bluebrain.epfl.ch) y The Human Connectome ( http://www.humanconnectomeproject.org); y Connectome ( http://www.humanconnectome.org).
El estudio del cerebro apunta a conocer su estructura y funcionamiento, algo sobre lo cual, si bien la ciencia ha ganado un amplio terreno, es demasiado lo que falta aún por conocer. Al fin y al cabo, la condición mínima a partir de la cual los seres humanos hacen algo o dejan de hacerlo es el conjunto de sus temores, ilusiones, deseos, fantasías, creencia, frustraciones, angustias y relaciones con el entorno y con el mundo circundante. Es en el cerebro donde se incuban todas estas instancias. Literalmente, el estudio del cerebro habrá de permitir comprender las creencias, ilusiones, temores, angustias, esperanzas y demás —dicho rápidamente, el mundo de la subjetividad, que verosímilmente nace en el cerebro— de los seres humanos, y así, predecir y actuar sobre esas mismas creencias. La importancia política del tema no escapa a una mirada sensible.
Pues bien, a partir de —y en relación con— las iniciativas y proyectos e investigación sobre el cerebro han emergido algunos campos singulares directamente vinculados o extensiones de las investigaciones en curso. Los más importantes de estos campos son los siguientes:
Neuropsicología: estudia las relaciones entre los procesos mentales y los comportamentales, directamente vinculados con el conocimiento del cerebro. El neuropsicólogo elabora el diagnóstico y tratamiento de los problemas cognitivos, de comportamiento y emocionales que pueden ser el resultado de procesos en el cerebro.
Neuroética: originariamente vinculada a la bioética y a las neurociencias, la neuroética consiste en el estudio de los valores, principios y comportamientos éticos y no éticos que tienen los individuos, de modo que puedan elaborarse diagnósticos y explicaciones acerca de por qué y cómo determinados individuos y colectividades actúan con base en tales criterios éticos, o bien en aquellos otros. No en última instancia se trata de conocer los valores éticos y morales que se anidan en el cerebro de grupos y sociedades.
Neuroderecho: el sentido de una acción estaría anidado en el cerebro. Así, se trata de estudiar por qué existen patologías jurídicas, comportamientos ilegales, comportamientos antiéticos, y tendencias a subvertir la ley con una u otra justificación. El neuroderecho permite conocer y anticipar conductas delictivas, a partir del estudio del funcionamiento del cerebro en determinados ámbitos sociales, económicos, religiosos o militares.
Neuromarketing: ¿por qué hay un tipo de consumidores y no otros? ¿Por qué hay ciertas preferencias, cómo y por qué cambian? ¿Cómo son los sentidos afectivos y emocionales que permiten el consumo o lo inhiben? ¿Cómo surgen y se mantiene los gustos de las personas? Estos son algunos de los ejes del neuromarketing. Todo a partir de determinados estímulos de mercadeo (combinados con propaganda, publicidad y diseño).
Neurociencias sociales: es el conjunto de estudios dedicados a las estructuras, comportamientos y consecuencias sociales de creencias compartidas, de conflictos de creencias y de opacamiento así como del surgimiento de creencias en el marco de la sociedad y la cultura. Son relativamente numerosas las ciencias y disciplinas que confluyen y a la vez alimentan este campo, y no todas precisamente de las ciencias sociales y humanas. Sin la menor duda, esta constituye una de las aristas más importantes de la investigación científica y filosófica a futuro.
Neuroeconomía: de entrada, este grupo de ciencias o enfoques se concentra en la interfaz entre el sistema biológico de los seres humanos y sus comportamientos, poniendo énfasis en las relaciones entre el sistema hormonal y el sistema neurológico. De esta suerte, el cruce entre afectos y emociones con procesos cognitivos y mentales se erige como base para la comprensión del mundo social. Más puntualmente, el interés radica en la forma como los comportamientos sociales están marcados o influidos por el sistema inmune, el sistema endocrino, los procesos de metabolización y los aspectos mentales e intelectuales.
Neuroeducación: establecer por qué hay individuos y grupos que aprenden rápidamente y otros más lentamente es el objeto de base de las preocupaciones de la neuroeducación. De esta suerte el aprendizaje y la didáctica deben poder encontrar en las neurociencias (es decir el estudio del funcionamiento del cerebro) las razones mismas de la pedagogía. En ninguna área es tan evidente que el aprendizaje y el funcionamiento del cerebro forman un todo integrado que habrá de determinar las capacidades, las habilidades y las destrezas de los estudiantes o aprendices.
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