1 ...6 7 8 10 11 12 ...22 Robin Lane, que mantuvo un breve noviazgo con Neil, recordaba cómo una vez Stills irrumpió violentamente en el pequeño apartamento que había alquilado su compañero de grupo. Stephen, furioso porque Neil había faltado a un ensayo, cogió la guitarra de Lane y se contuvo lo justo para no partírsela a Neil en la cabeza. «¡Vas a acabar con mi carrera!», le gritó Stills al aterrorizado canadiense. Para Dickie Davis no era ninguna casualidad que Young sufriera el primero de varios ataques epilépticos tan solo al cabo de un mes de crearse Buffalo Springfield. Durante la residencia que tuvo la banda en el Whisky en el estupendo verano de 1966, no era raro ver a Young deambular por el escenario con convulsiones en plena crisis tónico-clónica. Lo cierto era que tanto Stills como Young eran tipos resueltos y egocéntricos; la terquedad de Stills era simplemente más manifiesta. Neil, un caso clásico de pasivo-agresivo, reprimía su resentimiento y se lamía las heridas en la intimidad. «Ya nos conocemos», comentaría Stills más adelante en referencia a su relación con Young. «Siempre hubo cierto distanciamiento con respecto a la gente de nuestro alrededor. Son cosas del pasado que no van a desaparecer por mucha psicoterapia, psicoanálisis y cosas de esas que hagas.»
Pese a todos sus conflictos, Buffalo Springfield representaban un nuevo capítulo en la narrativa del pop de L.A. que estaba en pleno desarrollo. Eran unos jóvenes cabreados que estaban en la onda, fusionaban varios géneros y contaban con el talento y la actitud necesarios. Eran el último grupo de folk-pop, pero también una de las nuevas bandas de rock eléctrico. Y ahora hasta tenían un hit. Tras presenciar la manera contundente con la que el Departamento de Policía de Los Ángeles cargó contra una manifestación en Sunset Strip el 12 de noviembre de 1966, Stills compuso «For What It’s Worth (Stop Hey What’s That Sound)». Con versos sobre la paranoia pegando fuerte y «el hombre» que se te lleva, se trataba de un tema de pop protesta en toda regla al estilo de «Eve of Destruction» de Barry McGuire. Sin embargo, a diferencia de los singles de Neil, entró disparado al Top 10.
Al igual que los Springfield, los Byrds estaban divididos por las peleas internas y el resentimiento. La enemistad entre David Crosby y Jim (ahora Roger) McGuinn saltaba a la vista. McGuinn, un tipo delgado y distante que lucía unas gafas de sol rectangulares, era la antítesis del regordete y hedonista de Crosby, ataviado con capa y sombrero. La voz cerebral de McGuinn y los destellos de su guitarra habían definido el sonido de los Byrds, pero Crosby estaba decidido a añadir a aquel cóctel sus baladas más dispersas y floridas. «David era una especie de mocoso», afirma Billy James. «Sembraba la polémica a su alrededor. Se irritaba con mucha facilidad.» Entretanto, el mejor compositor de los Byrds se encontraba atrapado entre Crosby y McGuinn. Gene Clark, el líder del grupo que tocaba la pandereta, era paradójicamente el miembro más introspectivo. Había aportado la cara B de «Mr. Tambourine Man»5 y compuesto la mayoría de los temas del primer disco. Como consecuencia —para indignación y envidia de sus compañeros de grupo— le llovían los cheques por los derechos de autor y no tardaría en ir escopetado por toda la ciudad en un Ferrari granate.
Clark, alcohólico desde muy joven, era un alma en pena. A diferencia de las canciones de McGuinn y Crosby, sus baladas de regusto folk sonaban solemnes y atemporales, más cercanas a la grandeza conmovedora de un Roy Orbison que a la poesía anfetamínica de un Bob Dylan. El agridulce «Set You Free This Time», un single fallido de Turn! Turn! Turn! , sirvió de modelo para varias obras maestras de folk-country que grabaría Clark. Crosby reconoció que Gene era «un potente proyector de emociones a grandísima escala», lo cual no les impidió a él y a McGuinn cebarse con sus inseguridades. «Al principio, David se sentía muy intimidado a nivel musical, así que intentaba intimidar a los demás», comentaba Jim Dickson. «Socababa el sentido del tiempo que [Gene] tenía al decirle que estaba fuera de onda.» A comienzos de 1966, Clark decidió que ya estaba bien; que ya estaba bien de tanta fama repentina y de tantas tensiones.
«Después de “Eight Miles High” sentí que nos habíamos marcado una dirección que podía haber sido absolutamente increíble», dijo Clark en 1977. «Podíamos haber seguido nuestro camino desde ahí, pero sentí que por culpa de la confusión y de los egos —los egos de unos jóvenes con éxito—, habíamos tomado una dirección que no tendría aquella importancia ni aquel impacto.» Una tarde de marzo de 1966, Barry Friedman y su amigo el batería Denny Bruce fueron a pillar maría a Laurel Canyon, a casa de una amiga suya llamada Jeannie «Butchie» Cho. Sentado en el salón se encontraron al mismísimo Clark. Se le veía muy deteriorado y con unas ojeras terribles.
Clark estaba en plena crisis y se desahogaba y sinceraba con Butchie. Le dijo que tenía que irse de gira con los Byrds al día siguiente. «No puedo hacerlo», no paraba de repetir. «No me veo mañana subido a ese avión.» Butchie le dijo que nadie abandonaba un grupo con éxito. «Me importa una mierda», insistía Gene. «No me gusta lo que le está haciendo a mi cerebro.» Clark sí que se presentó en el aeropuerto de Los Ángeles, pero empezó a gritar en cuanto el avión se dirigía a la pista de despegue. Los Byrds viajaron a Nueva York como cuarteto y en julio se anunció oficialmente que Clark dejaba el grupo.
La partida de Clark no hizo más que agudizar la tensión entre McGuinn y Crosby, incluso en un momento en que los Byrds llevaban el folk rock a un nuevo terreno psicodélico con Fifth Dimension . Para cuando llegó el verano de 1967, la relación entre ambos era muy tensa. McGuinn afrontaba la música de los Byrds con lo que Derek Taylor describió como «una actitud de señorita Rottenmeier». Crosby, enamorado de la nueva escena transgresora que había aparecido en San Francisco, tenía la impresión de que los Byrds se habían quedado anticuados. Quería formar parte de una banda dinámica, como los Buffalo Springfield o los Jefferson Airplane. Veía cada vez más a menudo a Stephen Stills, cuyo apetito voraz para tocar y hacer jams lo tenía entusiasmado. «Recuerdo haber escuchado un montón de historias terribles sobre lo capullo y arrogante que era David», comentaba Stills, al que a menudo acusaban de lo mismo. «Pero cuando lo conocí, me di cuenta de que era básicamente igual de tímido que yo y de que compensaba aquella timidez con grandes dosis de comportamiento agresivo.» Crosby tenía otros intereses además de la música. Uno consistía en alternar con habituales de la escena musical, como Cass Elliott. El otro, a pesar de la vergüenza que le producía su físico rollizo, acostarse con cualquier nínfula atractiva que se le ofreciera. «David era encantador con las chicas», afirma Nurit Wilde, que vivía a la vuelta de la esquina de la casa de Crosby en Laurel Canyon. «Pero llevaba un rollo como de puerta giratoria: una chica entra y otra sale. Y si alguna se quedaba preñada, era cruel con ella y la dejaba.» Para el verano de 1967 Crosby se había vuelto tan insoportable que McGuinn y Hillman ya no lo aguantaban. Después de que aprovechara la actuación de los Byrds en el Monterey Pop Festival para soltar una diatriba contra el Informe Warren sobre el asesinato de Kennedy —con el añadido de su aparición en el escenario junto a Buffalo Springfield—, decidieron echarlo del grupo.
En octubre, McGuinn y Hillman se dirigieron en sus Porsches a la nueva casa de Crosby en Lisbon Lane, en Beverly Glen. «Vinieron a verme», contó Crosby en una entrevista radiofónica de 1971, «y me dijeron que era malísimo, que estaba loco y que era poco sociable; que era un mal compositor y un pésimo cantante, y que hacía canciones horrorosas y que les iría mucho mejor sin mí.» Se quedó impresionado, pero fue un alivio que le echaran. Después de aceptar un finiquito de diez mil dólares de los Byrds, estaba preparado para marcharse y tomarse un tiempo. Su obsesión por la navegación le llevó a plantearse el tema de los barcos. Se juntaba con Mama Cass, que ahora congregaba a sus admiradores en su nueva morada a la última en Summit Ridge, al lado de Mulholland Drive. Cass era una atrevida exploradora del mundo de los estupefacientes, que incluso tonteaba con la heroína y otros fármacos opiáceos, algo que estaba muy mal visto entre la comunidad del LSD y la marihuana de aquella época. «[El jaco] siempre fue la droga mal vista», escribiría Crosby. «Dejó de ser algo tan secreto en la época en que Cass y yo nos chutábamos, pero no era algo que fueras contando por ahí.»
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