1 ...8 9 10 12 13 14 ...22 La reacción que experimentó Bernstein en Laurel Canyon era la típica que experimentaban a finales de los sesenta los numerosos músicos y habituales de la escena musical al irrumpir en la zona. El cañón, un laberinto de callejones tortuosos y escarpados, atraía a la gente del mundillo del rock de la misma manera que había atraído a artistas de todo tipo durante medio siglo. Lauren Canyon, que se alzaba entre las llanuras de Los Ángeles al sur y el Valle de San Fernando al norte, sobresalía por encima de todo; era el Shangri-la de moda para los melenudos que se tomaban la vida con calma, encaramados en aquellas cabañas con unas vistas espectaculares de la cuenca de Los Ángeles que crecía sin cesar. Allí se alzaban pinos y robles junto a palmeras y eucaliptos; la yuca y los matorrales recubrían las laderas abruptas y colgaban por las casas encastradas; los conejos y los coyotes merodeaban entre la vegetación. «El cañón era un lugar antiguo y silvestre, extraño a la par que interesante», opina Lenny Waronker, que creció en el lujoso barrio de Bel Air pero que visitaba de vez en cuando a sus artistas residentes en el cañón. «Era interesante por su situación geográfica y por cómo se relacionaba con el resto de Hollywood.»
«Subías a Laurel Canyon Boulevard desde Sunset Strip y enseguida tenías la Country Store a tu derecha», dice Henry Diltz, que se mudó al cañón en 1964. «Luego girabas a la izquierda en Kirkwood Drive, que era una gran estribación que iba hacia arriba. Muchos músicos vivían allí y todos bajaban a reunirse en la Canyon Store.» Lookout Mountain Avenue era una segunda estribación; justo al lado vivía Frank Zappa con su familia y su séquito, y algo más arriba Joni Mitchell. «A menos de medio kilómetro de la casa de Joni estaba la escuela Wonderland», continúa Diltz. «Luego podías o bien girar a la izquierda y seguir subiendo por la colina por Lookout, o tirar recto pasando la escuela por Wonderland Avenue. Había muchas venitas, arterias y capilares, y muchos músicos vivían en aquellas calles sinuosas.»
Para Diltz y sus colegas músicos, Laurel Canyon era el antídoto perfecto para el estrés y la contaminación de la ciudad. «Poder esconderte del mundo en un cañón en medio de Los Ángeles es algo extraordinario», comentaba Lisa Cholodenko, directora del largometraje Laurel Canyon , de 2003. «Allí arriba la gente adopta una especie de actitud irreverente, parecida a la que experimentaban los personajes de la serie de los setenta Land of the Lost , en medio de una ciudad hiperactiva y muy estresante.» Cholodenko situó su película rock en Laurel Canyon, porque a pesar del flujo constante de abogados y otros profesionales hacia esa zona, aquel lugar le seguía pareciendo «bastante relajado, sucio y terrenal, con su punto de insensatez».
La geografía montañosa de la cuenca de Los Ángeles propicia la existencia de numerosos cañones que recorren de norte a sur la mayor parte del camino que separa el desierto del océano. Laurel Canyon, al ser el más cercano a Hollywood, es simplemente el más poblado. «Hay cañones cada treinta o cincuenta kilómetros por lo menos», comenta Chris Darrow. «Siempre han tendido a convertirse en refugio de artistas, músicos y gente con un estilo de vida alternativo.» En la primera década del siglo veinte, Laurel Canyon era prácticamente una tierra salvaje, y la zona ni siquiera estaba anexionada a la ciudad de Los Ángeles. El Lauren Canyon Boulevard de hoy en día no era más que una cuesta de tierra sin asfaltar que seguía hasta llegar a lo más alto de Lookout Mountain, donde había un hotel de veraneo que quedó destruido en un incendio en 1918. Las estrellas de cine se construían refugios y cabañas de caza en el cañón, pero algún que otro ermitaño vivía allí todo el año. En 1909 la Laurel Canyon Utilities Company construyó un tranvía experimental sin vías que iba desde Sunset Boulevard hasta Lookout Mountain Avenue, pero el experimento salió mal y en 1915 los autobuses de la empresa Stanley Steamer sustituyeron a los tranvías. Cuatro años después, se construyó la Laurel Canyon Country Store original en la misma ubicación donde sigue hoy en día.
En los años veinte, empezó un boom de viviendas residenciales y los promotores inmobiliarios dividieron Laurel Canyon en parcelas. Las extensiones más grandes fueron adquiridas por estrellas de la talla de Charles Chaplin y W.C. Fields. Harry Houdini se construyó un castillo con túneles subterráneos. Otras propiedades albergaban prostíbulos y bares clandestinos, ya que ocultos en el cañón eran más difíciles de encontrar para la policía que los antros de las zonas llanas. A finales de la década de los cincuenta, Laurel Canyon contaba con más de mil propiedades, la mayoría de las cuales se hallaba en las arterias principales de Lookout Mountain Avenue, Kirkwood Drive y Willow Glen Road, o muy cerca de ellas. El cañón albergaba a una comunidad variopinta de artistas y radicales, y muchos de ellos andaban buscando un lugar donde refugiarse del clima del Temor Rojo de Joseph McCarthy. Edward Dmytryk, el director de El motín del Caine , uno de los Diez de Hollywood, vivía en el cañón. La zona atraía a los actores jóvenes más de moda (Marlon Brando, James Dean, James Coburn, Dennis Hopper) y a los artistas (Ed Ruscha, Ed Keinholz, Billy Al Bengston, Frank Stella, Larry Bell, Bob Cottingham). «Era como una especie de Village neoyorquino, o como los barrios bohemios de París o Londres», afirma June Walters, una inglesa que se mudó al cañón a finales de los cincuenta. «Todos los artistas y radicales se habían venido aquí arriba. No era un sitio chic para vivir.»
«Laurel Canyon era más oscuro y estaba más poblado que el resto de cañones», dice Jill Robinson, hija del productor de cine Dore Schary. «Era de manera intrínseca la comunidad de los antisistema, y tenía tintes más políticos porque estaba más cerca de Hollywood. Había muchos comunistas que vivían en Laurel Canyon, porque allí podías esconderte y celebrar reuniones y encuentros. Nos daba la impresión de que L.A. se estaba convirtiendo en algo totalmente distinto a lo que había sido. Estábamos redefiniendo el concepto de la ciudad.»
Una ventaja singular con la que contaba Laurel Canyon era que podías bajar en coche a los clubs y a los cafés de Sunset Strip en cuestión de minutos. «Las primeras máquinas de expreso habían llegado al Strip, así que los cafés se convirtieron en bares», recuerda Walters. «La gente iba a leer poesía y había muchísima actividad. Yo solía desayunar con Lenny Bruce y Mort Sahl.» Otro aliciente lo constituía la hilera de galerías de arte de vanguardia que se sucedía en La Cienega Boulevard. «Todos los lunes por la noche», comenta Jill Robinson, «podías ver una fila de coches bajando por Lookout Mountain, Wonderland y Laurel Canyon Boulevard en dirección a La Cienega. Nos íbamos a dar una vuelta por las galerías, a hablar con unos y con otros, y a tomar café en Cyrano’s en el Strip.»
A los folkies también les gustaba que el Strip quedara tan cerca cuando empezaron a mudarse a Laurel Canyon a mediados de los sesenta. «Siempre se escuchaban un par de canciones con banjo procedentes de las colinas, haciendo eco y tal», recordaba Roger McGuinn. Estaban ahí arriba en las nubes y diez minutos después podían estar en el Whisky a Go Go, normalmente tras haberse marcado un descenso en eslalon por Laurel Canyon Boulevard en un deportivo abollado. «La gente bajaba a toda mecha al Strip desde el cañón y luego volvía a refugiarse a las montañas», dice Barry Friedman. «El cañón contaba con unos caminos magníficos para ir con tu Porsche a toda pastilla, que por supuesto era otra de las cosas que atraía a la gente.»
«El cañón era mitad campamento de verano y mitad el primer apartamento que tuvimos todos», comenta el guionista Carl Gottlieb. «Con la diferencia de que el apartamento resultó ser una casita con árboles en un entorno bucólico.» Más que cualquier otra cosa, el cañón representaba la evasión. «El mero hecho de estar allí y de salir de Burbank, donde me había criado, era muy emocionante», dice Jerry Yester, que se mudó a Rosilla Place, una calle sin salida del cañón, a principios de 1962. «Laurel Canyon era sinónimo de libertad, de que tenías un sitio adonde ir. »
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